PSICOHISTORIA, DIALÉCTICAS Y REPRESENTACIONES SOCIALES: DE LA IMAGINACIÓN A LOS IMAGINARIOS DETRÁS DE LA “COMUNIDAD IMAGINADA” EN EL NACIONALISMO DE BENEDICT ANDERSON
Wilson
Lozano Medina es Candidato a Profesional en Estudios Políticos y
Resolución de Conflictos y Estudiante de Licenciatura en Ciencias
Sociales de la Universidad de Valle, Coordinador Estudiantil del Grupo
Estudiantil y Profesional de Psicología Univalle, Representante Nacional
de la Unidad Administrativa ANEPSI Universidad del Valle y Secretario
de Investigaciones del Circulo Social del Self Univalle. Correo
electrónico: wilsonjusticia@gmail.com
Recibido: 12 de Noviembre de 2011
Referencia Recomendada: Lozano-Medina, W. (2011). Psicohistoria, dialécticas y representaciones sociales: de la imaginación a los imaginarios detrás de la “comunidad imaginada” en el nacionalismo de Benedict Anderson. Revista de Psicología GEPU, 2 (2), 159 - 171.
Referencia Recomendada: Lozano-Medina, W. (2011). Psicohistoria, dialécticas y representaciones sociales: de la imaginación a los imaginarios detrás de la “comunidad imaginada” en el nacionalismo de Benedict Anderson. Revista de Psicología GEPU, 2 (2), 159 - 171.
Resumen: Se
abordara la categoría de imaginación propuesta por Benedict y su
impacto en su “comunidad imaginada” la cual se compone por una compleja
red de dialécticas que configuran los imaginarios, el régimen de
significados y signos que potencian un interaccionismo simbólico que
cobra vida a partir de lo psíquico a lo social, donde es atravesado
igualmente por el deseo tanto en el campo individual como colectivo y
los cuales se manifiestan objetivamente en la praxis, que componen un
hecho social e histórico como lo es el nacionalismo, partiendo de una
analítica epistemológica que se encuentra en los limites de la
filosofía, la psicología y la historia e intentan descifrar algunos de
sus elementos de cultura política que desencadenan la constitución
constante de la nación como vinculo del ethos comunitario que han
configurado el devenir y lo que somos como sujetos en un presente que se
nos muestra como absoluto frente al pasado y al futuro de la sociedad
como civilización.
Palabras Claves: Imaginación, Imaginarios, Símbolos, Memoria, Nacionalismo, Comunidad.
Palabras Claves: Imaginación, Imaginarios, Símbolos, Memoria, Nacionalismo, Comunidad.
Lo
que abordara el presente ensayo, primero que todo se centrara en
retomar la categoría de “imaginación” que propone Benedict Anderson en
relación con el fenómeno social e individual de la “aprehensión del
tiempo” los cuales son aplicados para explicar el surgimiento de una
comunidad nacional, que mucho más adelante posibilite la aparición de la
nación como realidad social, esto con el animo de someter dichas
categorías de pensamiento a un pequeño análisis de tipo epistemológico y
dialectico, con el cual se intentara hacer un reconocimiento las
corrientes epistémicas tanto de la filosofía como de la historia, las
cuales influyeron posiblemente a Benedict, pues se parte en principio de
que su tesis en la forma como opera la imaginación en la mente humana
tanto en términos individuales como colectivos no es desarrollada
originariamente por la historiografía, quizás en la actualidad más bien
en la psicología social o psicohistoria, aunque la innovación en la
aplicación como modelo historiográfico que realizo Benedict si es muy
original, en otras palabras Benedict toma un artefacto conceptual
producido en las ciencias sociales y lo pone a funcionar como
dispositivo histórico.
Esto trae como consecuencia que tenga que afirmar lo que Wittgenstein afirma con respecto a que “no existe lenguaje privado”
(Wittgenstein, 1987), es decir el lenguaje adquiere sentido sólo en el
plano colectivo, surge de la necesidad de que el otro nos reconozca,
entienda y quizás nos acepte, de allí queda establecida
epistemológicamente la imposibilidad que tiene el hombre para poder
crear algo original, lo cual queda demostrado por la metafísica y la
ontología medieval, cuando se retroalimentan la filosofía y la teología,
pues ontológicamente solo Dios puede crear, partiendo de la nada, pero
con la acción de su potencia infinita, mientras que el hombre ser creado
en un universo creado solo puede recrear, para nosotros solo es
permitido la innovación, la transformación, solo podríamos
fenomenológicamente deconstruir dirían los posestructuralistas franceses
(Derrida, 1997) pues partimos de algo siempre dado y le intentamos dar
un nuevo tipo de utilidad, pero al igual que como la “libertad” que no
es lo mismo que libertinaje, tal como lo demuestra la filosofía liberal
es una relación supeditada a un régimen a priori de orden simétrico que
nos antecede como individuos y ciudadanos ¿Quién puede escapar a
voluntad de la ley natural, del tiempo o del espacio? Como imperativos
del pensamiento y la acción, en forma a priori determinan las
posibilidades del ejercicio de nuestra voluntad y de nuestra capacidad
para ser libres, como diría Kant hasta la razón tiene limites (Kant,
2002, pág. 45).
También
lo reconoce el historiador del ciencia Thomas Kuhn en la forma como
nacen, sobreviven y son rebatidos nuevos paradigmas científicos, la
ciencia es un proceso y un producto social e histórico, se innova a
partir de lo que lo anteriormente otras comunidades han desarrollado, ya
sea para mejorar sus propuestas, problematizarlas o rebatirlas (Kuhn,
2004), por eso Benedict no escapa a dicho principio de funcionamiento
histórico, la misma imaginación como veremos más adelante no puede ser
un acto creativo en sentido puro, parte de construir su fantasía de
elementos de la realidad, pues ¿Cómo imaginar a partir de la nada o de
la totalidad? Problematización del empirismo en cabeza de David Hume
donde sólo a partir de la experiencia puede surgir ideas y que por más
imaginación que se tengan para producir ideas nuevas, lo único que se
hace es combinar ideas preexistentes para lograr innovación (Hume,
1981). En esa medida privilegiare metodológicamente las reflexiones que
surgen al interior de la epistemología, la cual tiene como objeto de
estudio la forma como se construye el conocimiento, que en la actualidad
aspira a un saber universal, estando en la obligación de mirar lo que
las demás ciencias sociales producen epistemológicamente, para atreverse
a problematizar con el animo de construir un mejor método que consolide
las producciones teóricas y epistémicas. Por ese motivo no me interesa
mirar como Benedict aplica su modelo de “comunidades imaginadas” dentro
de su ejercicio de historia comparada en concreto, esa tarea se la dejo a
los historiadores de oficio, por mi parte me quedare dentro del plano
epistémico aunque eso sin lugar a dudas tendrá unas implicancias
metodológicas en la forma como se podría interpretar los fenómenos
históricos que se tocaran aquí tangencialmente, quizás más bien desde un
tinte más estructural.
Empezando
con Benedict donde trata de encontrar las raíces culturales del
nacionalismo aprecia que la religión como máximo referente de
explicación social y espiritual, permitía una reconfiguración simbólica a
la cual tiende el nacionalismo, al tratar de reducir la incertidumbre
de la vida misma “lo que se requería entonces era una transformación secular de la fatalidad en continuidad, de la contingencia en significado”
(Anderson, 2007, pág. 29). Dichas comunidades clásicas se concebían a
si mismas como centrales por medio de una lengua en especial, lo cual
permitiría generar un proceso de conversión de sus futuros integrantes,
pero dichas tendencias se redujeron al final de la Edad Media. Pero es
importante reconocer el papel de la Iglesia cristiana como institución
la cual en su intento por sobrevivir a los nuevos tiempos logra
implementar su estrategia de:
La
representación de la realidad imaginada era predominantemente visual y
auditiva. El cristianismo asumió su forma universal a través de una
mirada de especificaciones y particularidades […] lo cósmico-universal y
lo mundano-particular significaba que, por vasta que se creyera, se
manifestaba diversamente a las comunidades suavas o andaluzas como
reproducciones de si mismas (Anderson, 2007, pág. 44).
Para
lo cual Benedict lo desarrolla con mayor claridad en “Las aprehensiones
del tiempo” allí desarrolla la aparición de la idea medieval de la
simultaneidad, donde ubica al pasado y el futuro en un presente
absoluto, el cual retoma las tesis de Benjamín inspirado en San Agustín,
pasando a un tiempo “homogéneo y vacio” en “donde
la simultaneidad es, por decirlo así, transversa, de tiempo cruzado, no
marcada por la prefiguración y la realización, sino por la coincidencia
temporal, y medida por el reloj y el calendario”
(Anderson, 2007, pág. 46) siendo sus artefactos culturales la novela y
el periódico, las cuales permitieron la representación de la clase de la
comunidad imaginada. Que entre sus características tenemos a) son
entidades sociológicas de una realidad y b) se incorporan en las mentes
de los lectores omniconcientes, donde los acontecimientos ocurren todos
al mismo tiempo, siendo los actores desconocidos por el resto, de allí
que:
Un
organismo sociológico que se mueve periódicamente a través del tiempo
homogéneo, vacio, es un ejemplo preciso de la idea de nación, que se
concibe también como una comunidad solida que avanza sostenidamente de
un lado a otro de la historia (Anderson, 2007, pág. 48).
Pero
el periódico como producto cultural al ser el de mayor difusión y
circulación, fomento la conexión imaginada, se da a partir de dos
fuentes:
La
primera es simplemente la coincidencia en el calendario. La fecha […]
provee la conexión esencial: el avance sostenido del tiempo homogéneo
vacio. En ese tiempo, el mundo sigue adelante inconteniblemente […] la
segunda fuente de la conexión imaginada se encuentra en la relación
existente entre el periódico, como una forma de libro, y el mercado
(Anderson, 2007, pág. 58).
Pues
para aquel periódico, el libro circulaba en masas, pero sus
características son diferentes, pues el periódico se agota de un día a
otro, siendo un tipo de consumo diario del imaginario, contrariamente al
libro de mayor duración temporal.
Por
otra parte dicho imaginario como producto social, aparece en el
escenario porque se agotaron otros procesos y practicas como axiomas
mentales, entre ellas resalta el autor:
La
primera era la idea de que una lengua escrita particular ofrecía un
acceso privilegiado a la verdad ontológica, precisamente porque era una
parte inseparable de esa verdad…la segunda era la creencia de que la
sociedad estaba naturalmente organizada alrededor y bajo centros
elevados…la tercera era una concepción de la temporalidad donde la
cosmología y la historia eran indistinguibles, mientras que el origen
del mundo y el del hombre eran idénticos en esencia” (Anderson, 2007,
pág. 62).
Es
en éste punto donde Benedict resalta el carácter dialectico entre el
proceso social y la configuración de un imaginario que le da vida a la
“comunidad imaginada” como objetivación del nacionalismo, aspecto que
rescata Malaver cuando retoma de Castoriadis la relación entre
representación y el signo:
Para
Cassier en la imagen se refleja una realidad pero que la sobrepasa y
por esta razón no puede ser aprehendida en si misma, sino a través de un
proceso de significación o de su atribución de sentido. Aparece
entonces el signo como un mediador universal entre el hombre y las cosas
(Malaver, 1998, pág. 265)
Algo
muy similar a la propuesta de Benedict en cuanto al proceso de
hegemonía y a la vez de homogeneización de las lenguas oficiales frente a
otros tipos de lenguajes vernáculas. De ahí que lo simbólico y el signo
tengan una retroalimentación esencial, pues:
Pero
para que este signo signifique, debe existir un sistema lingüístico o
sistema de signos significantes (símbolos), en pocas palabras un orden
simbólico. Esto implica que lo simbólico tiene una función mediadora en
la construcción de un sentido de la realidad y es el que hace posible la
significación. El orden simbólico es indispensable para crear un mundo y
darle sentido y significación, que es lo característico de lo humano
(Malaver, 1998, pág. 265).
A
eso también se refiere Benedict con respecto a la decadencia de los
tres axiomas los cuales a la vez que unifican en una inclusión
excluyente, que permiten interpretar el sentido social dentro de una
comunidad, donde queda develado lo que Malaver nos propone en “que
la relación entre significante entre significante y significado es el
resultado de la institucionalización de un sistema de símbolos, que no
deben ser comprendidos de manera inmanente, sino relacionados al proceso
de institucionalización”
(Malaver, 1998, pág. 267) planteamiento de fondo muy similar al de
Benedict en el desarrollo de su comunidad imaginada, pues el símbolo
tiene la capacidad de traer la imagen del objeto en ausencia del objeto
real:
Permite
que la experiencia individual se inserte en el mundo de la
significación. Esta representación del objeto, frente a la ausencia de
éste, es posible por la desfuncionalización, que puede formular lo que
no está, como también ver en cualquier cosa lo que no está allí
(Malaver, 1998, pág. 266).
Que
dentro de un contexto socio histórico y cultural como lo muestra
Benedict en el desarrollo autoconstitutivo de las comunidades
imaginadas, que parten básicamente del manejo de un lenguaje y cultura
en común:
Así
pues, hay una unidad de la institución total de la sociedad y, más de
cerca, encontramos que, en el último de los casos, esta unidad es la
unidad y la cohesión interna de la inmensa y complicada red de
significaciones que atraviesan, orientan y dirigen toda la vida de una
sociedad, y a los individuos concretos que la constituyen realmente
(Cornelius Castoriadis, 2003).
En
esa medida la imaginación como potencial humano, pero que situado en un
contexto histórico como lo es el de la conformación de los Estado
Nación, trata de hacer coherente un sistema de gobierno sobre un tiempo y
espacio homogéneo, de allí que un pueblo pueda ser considerado como
nación cuando apreciamos dos de los tres criterios de Hobsbawm cuando
tenemos “El primero era su
asociación histórica con un estado que existiese en aquellos momentos o
un estado con un pasado bastante largo y reciente”
(Hobsbawm, Naciones y Nacionalismo desde 1780, 2000, pág. 46) el cual
hace referencia de que dicho ejercicio imaginativo parte de una realidad
factual concreta, de una cultura y de un tipo de cosmovisión del mundo,
que retoma elementos de su particularidad e intenta universalizarlos en
la idea de una existencia concreta en la nación. Además “el
segundo criterio era la existencia de una antigua elite cultural,
poseedora de una lengua vernácula literaria y administrativa nacional y
escrita” (Hobsbawm, Naciones y
Nacionalismo desde 1780, 2000, pág. 46) he allí la importancia de la
escritura como elemento que permite unificar un imaginario colectivo a
la vez que excluyes otras posibilidades de construir la realidad, lo
cual se evidencia al identificar al nacionalismo con un tipo de lengua
en especial, la cual pretende ser la mediadora de la producción de
conciencia y de regulación del poder social, pues en términos del
lenguaje es necesario que todos manejemos un código de signos y
significantes común para podernos imaginar lo mismo, es imperativo
homogenizar a través de la imposición de un tipo de lenguaje. Pues “los intentos de construir lenguas mundiales artificiales que se hicieron a partir del decenio de 1880”. (Hobsbawm, Naciones y Nacionalismo desde 1780, 2000).
La
nación aquí se erige con una definición de corte político, pues apunta a
vender la idea de un bien común que agrupa a unos individuos que
intentando conseguir la felicidad, se vuelven delegatarios de su propio
poder en función de los intereses colectivos que encarnan la nación y su
sistema representativo, de allí Hobsbawm cita a John Stuar Mill en su
Reflexiones sobre el Utilitarismo, Libertad y Gobierno representativo,
pues:
No
definió meramente la nación por su posesión de sentimiento nacional.
También añadió que los miembros de una nacionalidad <>” (Hobsbawm, Naciones
y Nacionalismo desde 1780, 2000, pág. 28).
Pero no como el deseo por el deseo, sino como el deseo como producto social, de allí que: “la nación misma era una novedad desde el punto de vista histórico” (Hobsbawm, Naciones y Nacionalismo desde 1780, 2000).
Cuando
retomamos la importancia de la imaginación en cuando Benedict expone
en las raíces culturales y propone el ejemplo de los cenotafios y las
tumbas de los soldados desconocidos, “la
reverencia ceremonial pública otorgada a estos monumentos, justo porque
están deliberadamente vacios o nadie sabe quien yace allí […] están
saturadas de imaginerías nacionales fantasmales”
(Anderson, 2007, pág. 26) pero he aquí el punzante análisis deductivo
de Santo Tomas en su reflexión sobre el tiempo (Aquino, 1960), que
inspira Benjamín el cual permea a Benedict y que pondría un fuerte
debate epistemológico del método histórico de corte científico o
positivista, con respecto a uno teleológico de tipo espiritual y
cristiano, mediado por el advenimiento del mesías. Pero que en términos
de lo que me importa la “imaginación” le da un enorme potencial
existencial en términos ontológicos y proto empíricos, cuando afirma:
No
se puede ver lo que no existe. Y los que narran cosas pasadas, no
narrarían, por supuesto la verdad, si no las discerniesen con el
espíritu. Y si no existieran, no podrían ser de ningún modo discernidas.
Existen pues, cosas futuras y cosas pasadas (Agustín, 2004, pág. 212).
Resignificando
los procesos que acontecen en un presente que para nosotros es un
pasado, siendo el lugar de quiebre y distanciamiento de Benedict a nivel
de interpretar la historia como producto social y no divino.
Lo
cual evidencia el potencial de construir un imaginario que se remite a
un presente absoluto, como hecho y producto del campo social actual, en
el cual existimos fenomenológicamente como ser histórico en términos de
Heidegger “el Daseín” (Heidegger, 1995) que reinterpreta un pasado desde
el presente y nos brinda el deber ser de un futuro, mediado por
nuestros deseos de mejorar y progresar, algo que el liberalismo mucho
más adelante pregonara. Concluye San Agustín “dondequiera que estén, todas las cosas existen, no están más que como presentes”
(Agustín, 2004, pág. 212) argumento valido hoy en día y abordado por
el lugar existencial del cuerpo, pues la psicobiologia muestra que el
ser humano es un organismo biológico y posee primero una memoria
biológica la cual es el sustento de la memoria social e histórica, lo
cual supedita nuestra experiencia como seres históricos a nuestros
limites biológicos, como lo propone el empirismo, nuestro limite de
conocimiento lo imponen nuestros sentidos, de allí la virtud de poder
imaginar, lo cual no es igual que la verdad revelada, lo cual aplica en
el campo histórico, al intentar ver como compiten dichos imaginarios
sociales por auto constituirse o en términos de Luhmann de transformarse
en sistemas autopoiéticos (Luhmann, 1998) o como un paradigma que
permite representar el mundo Kuhn (Kuhn, 2004). Pero San Agustín no se
queda allí termina afirmando “existen,
en efecto, en el alma tres modos de tiempos y no los veo en ninguna
otra parte: el presente del pasado, es la memoria; el presente del
presente, es la visión; el presente del futuro, es la espera”
(Agustín, 2004, pág. 214) donde la historia queda supeditada en
términos de acumulación escrita de acontecimientos a lo que dicho
historiadores ha visto, como lo planteo anteriormente el padre de la
historia el griego Herodotó en relación con la visión la cual la
presenta como el sentido más digno de fiar, porque nos acerca mucho más a
la verdad, mediada por el logos.
Tanto
así que parten de lo dado, que para el caso es el contexto histórico
cultural, que permite darle vida a la nación como imaginación como
resultado de la innovación, estableciendo la relación
memoria-imaginación, pues:
Han
reconocido que la imaginación es una facultad distinta de la
representación y de la memoria, aunque de manera ligada a las dos: a la
primera, porque la imaginación suele combinar elementos que han sido
previamente representaciones sensibles; a la segunda, porque sin
recordar tales representaciones, o las combinaciones establecidas entre
ellas, no podrían imaginarse nada (Mora, 2001, pág. 1766).
Pero también posee una dimensión que involucra a las representaciones y a la memoria, pues:
Se
distingue de la memoria, que “vuelve a traer” representaciones, pero,
estrictamente hablando, no las imagina. Sin embargo, la imaginación está
relacionada con la representación y con la memoria: combina
representaciones que de otro modo permanecerían aisladas, y se funda en
la memoria que hace posible combinar representaciones (Mora, 2001, pág.
1776).
Igualmente
en esa dirección existen referentes que nos permiten dar cuenta de cómo
la imaginación empieza a tomar en un momento dado, una realidad
tangible, pues se empieza a materializar en una serie de ideas de cómo
debe pensarse la realidad a partir de modelos y teorías, que en algo
deben se existencia a la imaginación y su relación con la producción del
conocimiento social, de allí que Comte funde la sociología en términos
epistemológicos (Comte) y que hoy en día dicha sociología tenga una
existencia material y objetiva mucho más solida, igualmente aplicable
para la nación, pues piensa Hume:
Indica
que todas las ideas simples pueden ser separadas mediante la
imaginación, y pueden ser de nuevo unidas en la forma que le plazca”
(Treatise, I, i, 2). Esto equivale a reconocer que “la imaginación manda
sobre todas las ideas” (ibid. I, iii,4) y, por tanto, que no hay
combinación de ideas-sin la cual no hay conocimiento- a menos que haya
la facultad de la imaginación (Mora, 2001).
Indistintamente apunta Kant:
Este
autor estima que la imaginación (Einbildungskraft) hace posible
unificar la diversidad de lo dado en la intuición; por medio de la
imaginación se produce una “síntesis” que no da origen todavía al
conocimiento, pero sin el cual el conocimiento no seria posible (Mora,
2001, pág. 1767).
Siendo
la imaginación productiva aunque pueda llegar a crear una naturaleza,
parte de lo que esta dado, para diferenciarse primeramente y luego para
innovar, elementos que Benedict profundiza con la tensión entre las
lenguas vernáculas, donde una de ellas tiende a ser hegemónica e intenta
asimilar, aniquilar u homogeneizar a las demás lenguas vernáculas, eso
como primera medida para consolidar un espacio homogéneo y vacio.
En la modernidad el imaginario se nutre de “la
aparición de un mercado mundial. Al expandirse, absorbe y destruye
todos los mercados locales y regionales que toca. La producción y el
consumo-y las necesidades humanas-se hacen cada vez más internacionales y
cosmopolitas” (Berman, 1991,
pág. 85) lo cual ratifica el deber ser de los nacionalismos que intentan
consolidarse como la representación del mundo social y político a nivel
global, como único norte donde apunta el desarrollo civilizatorio en
cabeza de las democracias como mecanismo para resolver los conflictos.
En dicho escenario la comunicación es estratégica como el espacio
virtual y social por donde transita el imaginario tanto a nivel psíquico
como social, con Benedict por medio de la literatura y el periódico, en
la actualidad con los medios de comunicación, las cuales son los que
permiten la configuración de la opinión pública y por ende del mismo
imaginario, pues “la escala de las comunicaciones se hace mundial, y aparecen los medios de comunicación de masas tecnológicamente sofisticados” (Berman, 1991, pág. 85).
Como consecuencia la acción social entendida como praxis, es contaminada por el imaginario capitalista cuando la burguesía “han
producido imágenes y paradigmas nuevos y vividos de la buena vida como
una vida de acción. Han probado que es posible, a través de una acción
organizada y concentrada, cambiar realmente el mundo” (Berman,
1991, pág. 88) lo que en otras palabras se remite a que dicho modelo de
vida es también una apuesta por la producción y la reproducción del
deseo en el campo social. El imaginario también como una expresión y
objetivación de la producción del deseo, se evidencia en “el segundo
gran logro burgués ha sido liberar la capacidad y el impulso humano
para el desarrollo: para el cambio permanente, para la perpetua
conmoción y renovación de todas las formas de vida personal y social” (Berman, 1991, pág. 89) Eso si reivindicando que como proyecto social solo adquiere vida en la individualidad de:
La
dinámica del desarrollo capitalista-tanto el desarrollo individual como
el de la sociedad en su totalidad-una nueva imagen de la buena vida: no
una vida de perfección definitiva, no la encarnación de unas esencias
estáticas prescritas, sino un proceso de crecimiento continuo,
incesante, abierto y sin fronteras (Berman, 1991, pág. 93).
Frente
a lo cual en últimas parece que las diferentes comunidades acceden
total y parcialmente a dicho tipo de propuesta social (Berman, 1991,
pág. 93).
En
términos el imaginario social llega a objetivarse dentro de la
formación de las ciencias sociales como respuesta para afrontar el
cambio como axioma social, cuando afirma:
Una
vez que se extendió esta aceptación, lo cual me parece que ocurrió más o
menos en el periodo de 1789 a 1815, surgieron tres nuevas instituciones
como expresión y respuesta a esta “normalidad del cambio”. Estas tres
instituciones fueron las ideologías, las ciencias sociales y los
movimientos, y comprenden la gran síntesis intelectual/cultural del
“largo” siglo XIX, los fundamentos institucionales de los que a veces se
denomina en forma inadecuada “modernidad” (Wallerstein, 1999, pág.
18).
En esa forma sus representantes epistemológicos e institucionales en términos políticos y control social, son “el
surgimiento de las estructuras del estado y en particular del estado
absolutista condujo a un florecimiento especial de la filosofía
política, de Maquiavelo a Bodin y a Spinoza, desde Moro hasta Hobbes y
Locke, desde Monstesquieu hasta Rousseau” (Wallerstein, 1999, pág. 21)
Inclusive complementándolo también con la observación de que cuando caracteriza a la ideología liberal afirmando:
Era
rigurosamente racionalista y secular; es decir, convencida de la
capacidad del hombre en principio para entenderlo todo y resolver todos
los problemas utilizando la razón, y de la tendencia de la conducta y
las instituciones irracionales a oscurecer más que iluminar (Hobsbawm,
La Era de La Revolución 1789-1848, 1997, pág. 239).
Caracterizando
la gran imaginación y la posibilidad de encontrar un mejor bienestar
social a la colectividad, la cual encarna en las ideologías que nos
brindan el socialismo y el liberalismo nos dice:
Un
mundo en que todos fueran felices y cada individuo pudiera cumplir
libre y plenamente sus potencialidades, un mundo en el que reinaría la
libertad y el gobierno que significa coacción hubiese desaparecido, era
la aspiración suprema de los liberales y los socialistas” (Hobsbawm, La
Era de La Revolución 1789-1848, 1997, pág. 24).
En
el cual la libre fuerzas naturales del mercado económico y político
pudieran garantizar el bien común a través de las leyes de la oferta y
la demanda que eliminan las tendencias anómalas y disfuncionales al
sistema.
Como
conclusión podría atreverme afirmar la interpretación que realiza
Benedict en torno a la manera como se constituyo e instituyo las
comunidades imaginadas como estructura base de los nacionalismos, es una
lectura adecuada y que permite integrar muchos enfoques analíticos a la
hora de abordar a los nacionalismos desde sus construcciones culturales
y societales, mostrándonos las múltiples dialécticas que existen entre
la psique y la sociedad, como viajan entre dichas fronteras la
imaginación en términos individuales donde se involucran la experiencia
de los cuerpos y como también se le da cabida a los imaginarios
colectivos, a las representaciones sociales que se recogen en las
practicas cotidianas o habitus (Pierre Bourdieu, 1993) del uso del
significante y del signo, mediante una retroalimentación constante de
los diferentes simbolismos que se disputan constantemente la supremacía
en el campo social, recogiendo las multiplex expresiones del deseo
individual y colectivo, lo cual demuestra lo complejo del fenómeno de la
comunidad imaginada, la cual como entidad sociológica se mueve
constantemente en un tiempo vacio, pero con instituciones determinantes
que direccionan el devenir de dicho proceso histórico, pero a la vez
también dice lo humano que somos y la necesidad de abordar dichos temas
desde la interdisciplinariedad, más aun cuando dicha reconstrucción de
dicho proceso ha permitido la hegemonía política del liberalismo y la
democracia representativa y de la hegemonía económica a través del
capitalismo y el libre mercado, que en cierta manera son expresiones muy
profundas de la naturaleza humana.
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