Esculpiendo Nuestra Mejor Obra…
Lic. Virginia Modarelli
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Licenciada en Psicología de la Universidad de Buenos Aires, Argentina.
Enfoque Humanista.
Correo electrónico: vmservivo91@gmail.com
Recibido: 15 de Abril de 2009
Aprobado: 10 de Septiembre de 2009
Referencia Recomendada: Modarelli, V. (2010). Esculpiendo nuestra mejor obra. Revista de Psicología GEPU, 1 (1), 20 – 24.
Aprobado: 10 de Septiembre de 2009
Referencia Recomendada: Modarelli, V. (2010). Esculpiendo nuestra mejor obra. Revista de Psicología GEPU, 1 (1), 20 – 24.
Resumen: El
presente trabajo se propone reflexionar, a la luz de la psicología
humanista, aquellas limitaciones (algunas identidades que adoptamos para
ser aceptados socialmente) que suelen obstaculizar nuestro acceso a
nuestro verdadero Ser o esencia. Sólo atravesándolas podremos desplegar
todo nuestro potencial y recursos, logrando un descubrimiento de
nosotros mismos, de nuestra individualidad.
Palabras clave: Ser, Potencial, Recursos, Individualidad.
Palabras clave: Ser, Potencial, Recursos, Individualidad.
En una oportunidad escuché un hermoso relato, en voz del poeta Eduardo Galeano…
En
una estancia, viven un grupo de niños. Un día, llega un enorme bloque
de granito, que sería esculpido por un artista. El escultor comienza
golpe a golpe su tarea. Mientras esto sucede, los niños salen de
vacaciones… Al regresar a su casa, los niños se maravillan: en vez del
bloque de granito se encuentran con un hermoso y bello caballo. Un niño,
extasiado por la visión, le pregunta al escultor: ¿Y vos, cómo sabías
que adentro había un caballo?
Galeano se pregunta entonces: ¿Cuántos caballos a descubrir hay dentro de todas las rocas del mundo?
¿Cuántas vidas suceden según los cánones de lo establecido en una cultura o familia, dejando encerrado un bello caballo dentro de uno, deseoso de salir a galopar? Generalmente se es como se supone que debería “ser”, “hacerse”…
¿Cuántas
veces uno mismo desmerece una creación propia, porque supone que no se
amolda a lo que los demás esperan, a lo establecido?
Autolimitaciones
que corresponden con todo lo que nos enseñaron, lo que aprendimos y lo
que suponemos que los demás esperan de nosotros… y en esa tarea dejamos
encerrado lo más valioso que tenemos, nuestra obra de arte: LA PERSONA
QUE REALMENTE SOMOS… De ese modo, dejamos de lado un caballo bellísimo,
para mostrar cuadros de naturaleza muerta… o como en el cuadro de
Magritte, mostramos sólo aspectos fragmentarios de sí mismo.
Como
los peces, cuyo tamaño adopta la forma de la pecera que los contiene,
nuestra propia visión se encuentra en oportunidades limitada… por
nosotros mismos. En nuestra mente se origina la visión que tenemos de
nuestra propia realidad, y es allí donde debemos buscar ampliarla,
rescatar aquello de nosotros que hemos dejado de lado. Transformar
nuestros pensamientos limitativos y autoestructurantes en otros más
abiertos, permanentemente en cambio con la fluidez de todo lo existente e
integradores de nosotros mismos: SER UNO MISMO EL PROPIO PUNTO DE
PARTIDA, habitándonos, en nuestro cuerpo, en este momento y lugar donde
estamos viviendo. En otras palabras: adueñarnos de nuestra propia
sabiduría y recursos, y no temer frente a ellos. Asimismo, eso requiere
la paciencia y paso lento pero tenaz de una tortuga, quien paso a paso,
puede sin embargo llegar a palpar la inmensidad de un océano.
En
oportunidades, un Ser Humano está tomado por un malestar existencial:
en algún momento de su vida (como ser el término medio de la vida, vejez
o durante el lapso de una enfermedad), el individuo se enfrenta
dolorosamente a una vida vivida que no se ajusta a las expectativas que
tenía de ella en un comienzo (como así también vocaciones, gustos y
hobbies dejados de lado, tendencias de la personalidad no desarrolladas,
sus sueños…). Y así, surge una deuda pendiente consigo mismo,
acompañada de un malestar cotidiano, vacío y frustración (no patológico,
sino todo lo contrario: en el camino de la propia salud…). Ese malestar
es allí indicio de una individualidad que puja por nacer.
Sólo
UNO-escultor, sabe qué joya artística porta dentro… el cincel (trabajo
sobre uno mismo) desobstaculiza la emergencia de nuestra esencia,
observando todas las defensas que hemos fortalecido a lo largo de
nuestra vida. Des-defenderse de las rigideces (que no es lo mismo que
estar indefenso…), para que emerjan nuestras verdaderas emociones, y
apropiarse de ellas, cualesquiera sean. Una persona como verdaderamente
es, no se parece siquiera a ninguna otra y es inclasificable en
cualquier diagnóstico y categoría.
Abraham
Maslow, padre de la psicología humanista, nos legó un bellísimo
concepto para comprender mejor esto: el llamado “Complejo de Jonás”.
Recordemos: Jonás es bien conocido como personaje bíblico. Para ser
protegido de las tempestades y de las acciones nocivas de los hombres,
fue encerrado en el vientre de una ballena. Luego, Dios le indica su
misión de ser profeta, de la cual Jonás descree. Se siente incapacitado
de ese ejercicio, descree de sí mismo (“¿Quién?, ¿Yo?...”).
El
desafío en un auténtico trabajo sobre sí mismo es dejar el refugio
(pseudo-protección) de la ballena: nuestra personalidad limitante.
Surgen en ese punto multiplicidad de interrogaciones y ambivalencias en
el individuo. Quizás, la mayor dificultad en este punto, sea que la
mayoría de las personas que atraviesan estos malestares existenciales,
nunca se pregunta por la verdadera índole del mismo: creen que deben
esforzarse para “encajar” más en la media de la “normalidad”… (o mejor
dicho: esquivaron la pregunta por el propósito de sus vidas cambiando de
parejas, trabajos, casas, religiones… como si su satisfacción
dependiera del “afuera” y no de una mirada interna). Maslow, en su libro
“La personalidad creadora”, desarrolla este concepto, y nos dice:
Califiqué
a esta defensa como miedo a la propia grandeza, o evasión del propio
destino, o huida de nuestros mejores talentos… Tememos tanto a lo mejor
como a lo peor de nosotros mismos… Todos tenemos potencialidades sin
usar o desarrollar plenamente… Muchos de nosotros esquivamos vocaciones
(llamada, destino, tarea o misión en la vida) sugeridas por nuestra
constitución. Tendemos a regir las responsabilidades dictadas (o
insinuadas) por la naturaleza, el destino, incluso a veces por
accidente, tal como Jonás intentó –en vano- escapar de su destino…
Durante
nuestros primeros años de vida (sobre todo en la adolescencia),
circulamos por una serie de identidades que suponemos que es
“naturalmente” propia. Generalmente, se opta por una determinada
identidad y se descartan posibilidades, recursos, dones propios que bien
pueden formar parte de la real naturaleza de nuestro Ser. Esa parte
nuestra “dejada de lado” (nuestra esencia), permanece sin embargo dentro
nuestro, pero nuestra persona “adaptativa y adaptada” está como
“dormida” a ella… Continúa Maslow:
Tememos
a nuestras máximas posibilidades (así como las más bajas). Por lo
general nos asusta llegar a ser aquello que vislumbramos en nuestros
mejores momentos, en las condiciones más perfectas y de mayor coraje.
Gozamos e incluso nos estremecemos ante las divinas posibilidades que
descubrimos en nosotros en tales momentos cumbre, pero al mismo tiempo
temblamos de debilidad, pavor y miedo ante esas mismas posibilidades.
Generalmente
uno en este punto se pregunta por qué un ser humano temería a sus
mejores momentos, como diría Maslow, a sus momentos de “identidad
aguda”, momentos de plena potencia y optimización de lo que SOY y PUEDO
hacer verdaderamente… Podríamos pensar, entre tantas cosas, que para
desplegar “nuestra misión”, debemos romper nuestros moldes aprendidos.
Como Jonás, que para desplegar su misión debía enfrentar el desafío de
salir de la ballena. Para ello debemos analizar y profundizar en que
quizás nuestra personalidad actual fue elegida en pos de encajar en el
mundo “adulto y moderno”: una Identidad no auténtica (con sus propios
hábitos, valores, mecanismos de defensa, etc.). Una ballena que nos ha
comido sin siquiera darnos cuenta.
Maslow
nos dice al respecto, que frente a los grandes hombres o mujeres que se
hallan en su máxima realización humana, surgen sentimientos de
admiración; pero también emergen (y a veces no tan escondidos)
sentimientos de hostilidad y envidia: nos hacen sentir incómodos,
confusos, inferiores. Le proyectamos a esa persona
“contra-valoraciones”. Y así, ¿quién tiene el coraje de mostrarse
diferente, de mostrarse mejor que otros en algo novedoso y único? Quizás
el temor a ser rechazados por nuestro entorno nos haga "permanecer en
el molde"… Algunas personas logran intuir, sienten, que aquello “para
lo que fueron llamados” es otra cosa de lo que vienen haciendo o siendo
en su vida. Y entonces, a costa de un malestar existencial (no
patológico) experimentan algo así como el crecimiento de una planta que
logra rajar la maceta que la contiene: o su existencia cambia
radicalmente sus bases, o se asfixia...
Para
finalizar, traemos a nuestra reflexión a otro gran psicólogo humanista,
Carl Rogers, para quien el descubrimiento de quién es uno realmente, es
realmente nuestra misión en esta vida:
… (El individuo) aprende en gran medida que la conducta y sentimientos que experimenta son irreales… que son sólo una fachada. Descubre que gran parte de su vida se orienta por lo que él cree que debería ser y no por lo que es en realidad… que existe como respuesta a exigencias ajenas. (…) Kierkegaard señala que… en el extremo opuesto a la desesperación se encuentra el desear el Sí mismo que uno realmente es; en esta elección radica la responsabilidad más profunda del hombre. (Pág. 105)
… (El individuo) aprende en gran medida que la conducta y sentimientos que experimenta son irreales… que son sólo una fachada. Descubre que gran parte de su vida se orienta por lo que él cree que debería ser y no por lo que es en realidad… que existe como respuesta a exigencias ajenas. (…) Kierkegaard señala que… en el extremo opuesto a la desesperación se encuentra el desear el Sí mismo que uno realmente es; en esta elección radica la responsabilidad más profunda del hombre. (Pág. 105)
Mirando
siempre “hacia afuera” para ser como otros, amoldándose a parámetros
extranjeros a sí mismo, se pierde el contacto con nuestra propia
interioridad. El autoconocimiento entraña así, una responsabilidad
moral, ya que al realizar una mirada interna despertamos a nuestro
verdadero Ser: existimos.
Nadie vino a este mundo para no existir…
Nadie vino a este mundo para no existir…
Referencias
MASLOW, A.: La personalidad creadora. Ed. Kairós, Barcelona.
ROGERS, C.: El proceso de convertirse en persona. Ed. Paidós, Buenos Aires.
Notas
Cuadro: Magritte, R. “Le blanc-seing”
Notas
Cuadro: Magritte, R. “Le blanc-seing”
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