martes, 11 de julio de 2023

PSICOLOGÍA, LENGUAJE Y CULTURA - PSYCHOLOGY, LANGUAGE AND CULTURE

PSICOLOGÍA, LENGUAJE Y CULTURA

PSYCHOLOGY, LANGUAGE AND CULTURE   

Francisco Oliveras Pérez 




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Universidad de Barcelona / España


Referencia Recomendada: Oliveras-Pérez, F. (2020). Parenting styles intervention in parents with children in elementary education summary. Revista de Psicología GEPU, 11 (2), 87-97.

Resumen: El presente artículo tiene por objetivo realizar una revisión bibliográfica para reflexionar sobre la necesidad de abordar la relación entre psicología, lenguaje y cultura, la cual ha sido ignorada en múltiples ocasiones des de las ciencias psicológicas. Para ello se profundiza sobre tres aproximaciones teóricas que han podido ayudar a promover una aproximación sobre las relaciones expuestas: el relativismo lingüístico, el construccionismo social y la construcción socio-histórica. Del mismo modo, esta publicación también intenta poner de manifiesto la importancia de los parámetros culturales en cualquier aproximación psicológica, viendo como esta inclusión ha sido rechazada sistemáticamente debido a la influencia de la epistemología positivista.

Palabras clave: Psicología cultural, relativismo lingüístico, construccionismo social, construcción socio-histórica, epistemología positivista. 

Abstract: The aim of this article is to establish a bibliographic review to reflect on the need to address the relationship between psychology, language and culture, which has been ignored on multiple occasions from the psychological sciences. To this end, it delves into three theoretical approaches that have been able to promote an approximation on the relationships exposed: linguistic relativism and social constructionism. Furthermore, this publication also seeks to highlight the importance of cultural parameters in any psychological approach, seeing how this inclusion has been systematically rejected due to the influence of positivist epistemology. 

Keywords: Cultural psychology, linguistic relativism, social constructionism, socio-historical construction, positivist epistemology.

Recibido: 26 de Septiembre de 2020 / Aprobado: 23 de Diciembre de 2020 

Francisco Oliveras Pérez: Soy graduado del 2018 en Psicología, con mención en psicología social y de las organizaciones, por la Universidad de Barcelona. Durante mi carrera académica he podido demostrar un alto interés por los diversos campos de estudio de la psicología, obteniendo un expediente académico impoluto y colaborando en proyectos dentro de la universidad. Actualmente compagino mi trabajo con un proyecto en psicología ambiental. Correo electrónico: oliveraspachi@gmail.com


Introducción

El lenguaje es un objeto cultural, creado en el seno de diferentes comunidades con el objetivo de posibilitar una comunicación entre las personas que componían esas. El lenguaje forma parte de la cultura en la medida que tiene por objetivo permitir el intercambio de significados simbólicos creados por procesos de socialización y, al mismo tiempo, este lenguaje permite la creación de nuevos significados sociales. En definitiva, podemos entender que el lenguaje es un producto y también un productor de lo cultural, que este permite plasmar los objetos culturales a partir de expresiones lingüísticas y estas permiten crear nuevos significados con el fin de atender a todo un entramado de expresiones, surgidas en los procesos de sociabilización, que requieren de una verbalización para referirse a ellas. En palabra de Delgado (2001) el lenguaje es un instrumento social que posee una comunidad determinada y que la constituye porque le entrega una forma de intercambiar experiencias interiores y exteriores.

Por otro lado, el lenguaje afecta a lo psicológico, en la medida que la experiencia psicológica de la persona se ve influenciada por la interpretación de la realidad que se realiza a partir de la socialización. En este sentido, las personas entienden el entorno a partir de la expresión de este por medio de parámetros lingüísticos dados en los procesos comunicativos con sus semejantes. De este modo entendemos que los procesos psicológicos, al igual que pasaba en la relación entre cultura y lenguaje expresada en el párrafo anterior, son productos del lenguaje y, al mismo tiempo, algunos de estos procesos también productores de parámetros lingüísticos. Detrás de estas afirmaciones se esconden multitud de teorías que intentan defender esta idea. Una de ellas es el relativismo lingüístico que plantearía, según Reynoso (2015), que las distintas lenguas influyen en formas tan significativas en el pensamiento, que condicionarían la existencia de distintas percepciones de la realidad y consecuentemente diferentes concepciones del mundo y patrones conductuales. En este sentido vemos como las culturas generan diferentes lenguas, y cada una de ellas se compone por delimitados parámetros lingüísticos que se adaptan a las necesidades de expresión de cada comunidad. 

Como estas relaciones insinúan que psicología, lenguaje y cultura son tres objetos de estudio imposibles de abordar por separado e ignorar las múltiples influencias que ejercen entre ellos. A demás, cabe señalar, tal y como ya se ha hecho patente anteriormente, que estas influencias ejercidas por estos tres objetos de estudio no son unidireccionales, es decir, no solo la cultura influye al lenguaje en la misma medida que este influye al pensamiento, sino que nuestra experiencia psicológica también es productora de lenguaje y estos dos son promotores de la construcción de lo cultural. Esto también nos permite entender la evolución de lo cultural, entender que no solo la cultura ejerce una influencia para crear nuestra realidad sino que, a su vez, esta se ve modificada por nuestra capacidad transformadora. 

Expuestas ya las relaciones entre cultura y lenguaje y la experiencia psicológica, podemos intentar delimitar la temática que perseguirá el presente artículo. Así, este trabajo tiene por objetivo realizar una aproximación en el estudio de como la cultura modifica el lenguaje y así las experiencias psicológicas determinadas, es decir, como los diferentes formatos lingüísticos producidos culturalmente modifican las experiencias psicológicas de los individuos y como estas, al mismo tiempo, también contribuyen en la construcción de lo cultural. 

A continuación se abordará la temática mencionada atendido a aquellas teorías que han intentado realizar aproximaciones a esta cuestión, así como intentando aportar ejemplos que reflejarán la veracidad de las afirmaciones, con el objetivo de percibir la importancia de estudiar la cultura en los diferentes contextos en que nos desarrollamos. A su vez esto nos permitirá alejarnos del sistemático rechazo que ha recibido la cultura por la mayoría de sus corrientes teóricas ya que, tal y como nos dice Garcia (2000), por encima incluso de las propuestas concretas de las diferentes opciones teóricas, lo que ciertamente destaca es que la cultura ha estorbado a la psicología. 

El estorbo de la cultura en la epistemología positivista.

Como bien apuntábamos en el final del apartado anterior, es esencial tener en cuenta la cultural des de cualquier perspectiva psicológica, ya que esta tiene efectos directos e indirectos sobre la manera en que interactuamos con nuestro entorno y, por extensión, plasmando estos efectos en nuestras conductas y cogniciones. Por el contrario, la inclusión de esta variable en el estudio psicológico se ha evitado sistemáticamente por la mayoría de las corrientes psicológicas más influyentes hasta el momento. Este hecho ha sido producido, en su gran mayoría, por la necesidad de desarrollar teorías deterministas que estuviesen de acuerdo con la epistemología positivista y, de este modo, poder garantizar la supervivencia de tales perspectivas en la medida que estas estuviesen dentro de los marcos normativos de la ciencia. Garcia (2000) nos brinda un ejemplo de estas afirmaciones, comentando que a lo largo del siglo XX, nos encontramos en el plano teórico del conductismo y cognitivismo, y en el plano epistemológico con la opción que ambas corrientes apostaron, el positivismo, por la adopción del modelo de las ciencias. De todos modos, cabe lugar para la esperanza ya que, tal y como nos comenta el mismo autor, antes y durante los dominios conductistas y cognitivistas formal, hubo planteamientos psicológicos más sensibles a la influencia cultural. Así, también podemos encontrar algunas perspectivas que incluyen esta variable cultural o, que al menos, no la rechazan.  

En el caso del lenguaje, las perspectivas teóricas que lo abordan han seguido una lógica similar a la expuesta, obviando como la cultura afecta a este. Del mismo modo, el motivo de la implementación de este rechazo a lo cultural, ha sido motivado por la necesidad de construir un conocimiento científico a partir de la eliminación de variables difíciles de abordar des de una epistemología positivista. En este sentido, en palabras de Delgado (2001), por el estructuralismo y su eliminación del sujeto hablante para poder, reduciendo el campo, realizar la construcción de la lingüística como ciencia, todos los estudios de la lingüística desde el aspecto cultural o de la cultura des de un aspecto lingüístico se separaron de la ciencia central lingüística creando autonomías desgajadas y autosuficientes. En este sentido, el simple estudio del lenguaje no tienen sentido ya que, tal y como reflexiona Fernández (2003), el análisis lingüístico no representa un fin en sí mismo, sino que se contempla como la vía de entrada al estudio de otros fenómenos como la visión del mundo de los hablantes o las intenciones comunicativas en la interacción lingüística. De todos modos, también encontramos, dentro de los desarrollos teóricos de la psicología del lenguaje, perspectivas que intentan incluir lo cultural como, por ejemplo, el ya comentado relativismo lingüístico.

Las aproximaciones des del relativismo lingüístico. 

Esta perspectiva teórica, el relativismo lingüístico, intenta abordar el lenguaje atendiendo a todas aquellas variables que lo influyen, permitiendo tener una visión global del mismo y sin alejarnos de la realidad psicosocial y cultural que afecta a este. En palabras de Fernández (2003), esta manera de comprender la investigación lingüística constituye un marco idóneo para la maduración de un proyecto interdisciplinar en el que, con miras a destapar la visión que de la realidad esconden los hablantes, se combinen lengua, cultura y psicología social, las tres entrelazadas por una “tela de araña” que es el enfoque relativista. Así entendemos como las experiencias psicológicas y realidades experimentadas diferirán debido al uso del lenguaje, sin olvidar otros factores, en espacios físico-temporales diferentes. En este sentido, el lenguaje se creará según las necesidades expresivas de la población en la que resida, la cual estará directamente influida por sus marcos culturales. En esta línea, la teoría en cuestión intenta delimitar la medida en que el lenguaje forma nuestra experiencia psicológica, atendiendo como este modifica nuestras percepciones y cogniciones de la realidad. 

Como bien se comenta, siguiendo en el marco teórico del relativismo lingüístico, las experiencias psicológicas vendrán determinadas por nuestra lengua influida por el hecho cultural. Del mismo modo, tal como apunta González (2008), las convenciones de la lengua concreta que se hable pueden llegar a influir en cómo percibimos el mundo. Estas afirmaciones, no en vano, se basan en apoyos empíricos contrastados por algunos experimentos. Así, se llevó a cabo un experimento donde se administraron pares de colores, que tenían diferentes etiquetas lingüísticas, a participantes de un experimento con el fin de discriminar las diferencias que presentaban. Lo sucedido fue, en palabras de González (2008), que cuando los participantes se les dijeron que los distintos colores tenían el mismo nombre, curiosamente les costaba más diferenciarlos siendo, este hecho, un apoyo para la hipótesis relativista. Así se puede demostrar que las denominaciones de los objetos de nuestro entorno intervienen en la forma que procesamos la información y la organización de nuestra realidad. Esta revisión de la cognición influenciada por el lenguaje utilizado también se realizó en otro estudio, cuyo objetivo fue ver como diferentes culturas denominaban los colores según el ambiente físico que los rodeaba y así, según González (2008) se encontraron límites diferentes entre categorías cromáticas para un idioma de Papúa Nueva Guinea y para el inglés. Cabe señalar que los estudios mencionados están siendo revisados y a partir del análisis de los datos, con otros métodos alternativos de análisis estadísticos, se defiende que las diferencias expresadas no son muy acusadas, dando apoyo a la teoría antagónica relativista, el universalismo lingüístico. 

El construccionismo social como promotor del estudio de la cultura. 

Alejándonos ahora del relativismo lingüístico, también podemos atender a otras teorías psicológicas que intentan abordar en la medida en que el lenguaje afecta a nuestra experiencia psicológica. Una de ellas, la cual no tiene por objetivo poner el foco principal en la psicología del lenguaje sino que surge de la necesidad de la importancia de tener en cuenta la cultura como foco de estudio psicológico, es el construccionismo social. Esta teoría se centra, según nos explica López (2013), en que nuestra realidad cotidiana es socialmente construida mediante la objetivización de patrones sociales que son construidos y negociados en el seno de nuestras prácticas sociales diarias a partir de las operaciones lingüísticas cotidianas que se dan en cada comunidad social. En otras palabras, según Pérez (2005), esta concepción construccionista se basa en una epistemología relativista, una concepción de las personas como agentes activos, y una interpretación de la construcción del conocimiento como un proceso social y situado en un contexto cultural e histórico. 

Según lo comentado en el párrafo anterior, según esta perspectiva teórica, se entiende que la experiencia psicológica de la persona se crea a partir del lenguaje, el cual se da en las relaciones sociales y estas son influenciadas directamente por los patrones culturales de la comunidad. Como ya se puede intuir, esta perspectiva promueve un acercamiento a las tradiciones exógenas, es decir, considera que las conductas del individuo vienen mediadas por la interacción con nuestro ambiente social y los procesamientos que hacemos de estos individualmente. De este modo, esta tradición se aleja sustancialmente de aquellas perspectivas endógenas que asumían un modelo en que la persona ya se desenvolvía en el ambiente con unos esquemas de conocimientos prefijados. 

Cabe destacar, des de esta perspectiva del construccionismo social, la importancia que cada cultura otorga a las relaciones sociales y los parámetros normativos que se producen en estas. En este sentido, teniendo en cuenta como la construcción de la realidad se produce desde el lenguaje en las interacciones sociales, las formas de relaciones sociales y la información que se transmite en esta, es esencial. De este modo podemos entender como personas en zonas geográficas cercanas y con un mismo lenguaje, pueden desarrollar interpretaciones de la realidad totalmente distintos simplemente por los procesos comunicativos por los cuales han estado sometidos. Así todo el universo de posibilidades se produce en el seno de la comunicación interpersonal y, a su vez, todas estas posibilidades de interpretación de la realidad experimentada se pueden ver modificadas simplemente por el mismo método, la interacción social. Es necesario atender, tal y como ya se podrá haber deducido, a que bajo la lógica que transmite esta perspectiva teórica, la persona no es simple espectadora de la realidad, sino que esta tiene la capacidad de modificarla a través de una herramienta universal, la comunicación. Así no solo se adquiere una interpretación de la realidad posible, sino que esta puede ser modificada en sucesivos escenarios comunicativos. En otras palabras, Pérez (2005) nos dice que bajo el construccionismo social el individuo no es un agente receptor sino una entidad que media en la selección, la evaluación y la interpretación de la información, dotando de significado a su experiencia. 

Esta concepción construccionista social también ha estado presente en los parámetros de la psicología clínica, hecho importante si atendemos como casi todos los modelos psicopatológicos han intentado obviar la cultura en la explicación etiológica. Del mismo modo, este suceso también se ha producido sobre la explicación del trastorno, ya que la mayoría de teorías centradas en la psicología clínica han intentado abordar las problemáticas obviando, de nuevo, el peso que la cultura y la comunicación interpersonal puede tener en la patología. En este sentido, se han creado modelos donde se realiza una observación sesgada de lo patológico, en tanto que se delimitan las variables que pueden estar influyendo en el problema, y así facilitando su aparente resolución con el fin de acercarse a una visión positivista. De todos modos, la perspectiva construccionista social también ha intentado entrar en el abordaje de la psicología clínica. En este sentido, esta promueve que la psicopatología tiene la necesidad de ser abordada des la herramienta que utilizamos para construir nuestra realidad, el lenguaje, permitiendo cambiar las experiencias psicológicas. Des del punto de vista construccionista, en palabras de Molinari (2011), la visión tradicional de la relación terapéutica queda así impugnada; la metáfora de pelar la cebolla, de bucear en profundidades del inconsciente para hallar la verdad oculta, o de modelar la conducta de un hombre pasivo, cede lugar a la metáfora conversacional, en la que el sentido de la narración del paciente es reconstruido en baso a sus propias pautas, y la verdad surge del diálogo, en un proceso circular hermenéutico.  

En relación a esta perspectiva, también tenemos que tener en cuenta que sí bien es verdad que las experiencias psicológicas son dependientes del lenguaje influido por la cultura, estas experiencias podrán variar en función del parámetro socio-histórico en que se encuentre la cultura. Como bien sabemos, la cultura no es estática, sino que esta evoluciona en la misma medida que lo hace la propia sociedad. De este modo, siempre tendremos que tener en cuenta la dimensión socio-histórica que forma la cultura para entender esta última. 

La construcción socio-histórica de la cultura y sus repercusiones. 

Ahora alejándonos de la perspectiva construccionista ya debatía, atenderemos a esta concepción socio-histórica del propio concepto de cultura y lo que conlleva este. En otras palabras, intentaremos ver como las formas simbólicas producidas por la cultura, están influenciadas por el espacio socio-histórico que atendemos. Una idea de esta problemática nos la explica Thompson (1991) argumentando que la inserción de las formas simbólicas en los contextos sociales también implican que, además de ser expresiones dirigidas a un sujeto, o sujetos, estas formas son por lo regular recibidas e interpretadas por individuos que se sitúan también en contextos socio históricos específicos y que están en posesión de diversos tipos de recursos. En este sentido, se entiende que, de nuevo, el lenguaje y sus procesos comunicativos tienen un importante papel en la creación de la experiencia psicológica, en el sentido que este promueve la transmisión de las formas simbólicas constituidas culturalmente en un espacio temporal determinado. Así muchos de los simbolismos que se crean en nuestra cultura pueden ser transmitidas a partir de expresiones lingüísticas y así aceptarlas y entenderlas, entendiendo que la persona tiene un papel fundamental en la incorporación de estas en sus esquemas mentales. Tal y como nos dice Thompson (1991), que argumenta que si las características de los contextos sociales son constitutivas de la producción de las formas simbólicas, también lo son de las maneras en que éstas se reciben y se comprenden. De este modo entendemos que, al igual que sucede con la cultura, sus productos, las diferentes formas simbólicas, tampoco son estáticas en el sentido que estas se reelaboran y se reaprenden en los sucesivo intercambios comunicativos. Estos cambios sistemáticos en la manera de entender los productos de nuestra cultura es lo que, a su vez, nos permite evolucionar. 

En relación en como el espacio socio-histórico cultural puede intervenir o modificar las formas simbólicas, cabe destacar como la era que vivimos actualmente ha modificado las formas de transmisión de las mismas. Así, las nuevos posibilidades tecnológicas de la cuales disponemos, y las posibilidades de comunicación que nos ofrecen, han modificado la transmisión de estas formas simbólicas, haciendo innecesario la interacción social a la que atendíamos y su lenguaje utilizado. En palabras de Thompson (1991), el surgimiento y el desarrollo de la comunicación de masas pueden considerarse como una transformación fundamental y continua de las maneras en que se producen y circulan las formas simbólicas en las sociedades modernas. Esta transformación comunicativa permite un intercambio acelerado de dichas formas simbólicas, en comparación con una trasmisión basada en operaciones lingüísticas, permitiendo una modificación más rápida de las mismas debido a la gran cantidad de personas que las emite y recibe en espacios temporales relativamente breves. 

Como se ha visto a lo largo de la exposición realizada, la cultura es dependiente de factores producidos por la comunidad a la que acoge. Al mismo tiempo esta determina el lenguaje y con este se produce las experiencia psicológica y la interpretación de la realidad. También se hace patente que la cultura no es estática, sino que es cambiante en el tiempo, y que hay tantas como conjuntos de comunidades diferenciadas existen. De este modo, podemos entender que diferentes comunidades tengan diferentes culturas, y esta determine el lenguaje que se produce en ella, y sus habitantes tengan unas concepciones divergentes al de otras sociedades sometidas a parámetros distintos. 

A continuación, con el objetivo de hacer explicitas las relaciones argumentadas en el último párrafo, intentaremos ejemplificar situaciones donde ciertas culturas han diferido de forma acusada de nuestros patrones normativos culturales, así de su lengua y de la construcción de su realidad y su experiencia psicológica. Uno de los ejemplos más espectaculares en cuanto hablamos de lenguaje es en el caso de la tribu Pirahá, una tribu localizada en una zona amazónica del interior de Brasil. El lenguaje de esta tribu presenta múltiples peculiaridades si la comparamos con la mayoría de lenguas que existen actualmente. Una de estas peculiaridades, tal y como comenta Bower (2005) es que en un giro particularmente sorprendente, el idioma Pirahá, a diferencia de cualquier otra lengua grabada, no emplea números u otros términos de cantidad, le faltan palabras que traduzcan estos significados. Así, esta tribu solo tiene dos conceptos cuantitativos, traducibles como poco o mucho. Este hecho, aunque no produce la imposibilidad de la noción de cantidad en términos relativos, no permite que sus habitantes tengan un conocimiento determinado de las magnitudes de tales cantidades. Este fenómeno, hipotetizando sobre la situación, se podría explicar, de entre otros factores, por un aislamiento de la tribu que no ha permitido realizar intercambios comerciales con otras comunidades ni entre los componentes de la misma. Así, culturalmente, el concepto de contar no ha sido necesario, debido a la inexistencia de los intercambios comerciales expresados, para el desarrollo de la comunidad y esto ha llevado a que no se produzcan expresiones lingüísticas que transmitan cantidades definidas. A su vez, esta falta de un concepto numérico también ha producido que la interpretación de la realidad de los componentes de la comunidad difiera en relación a otras personas, ya que los primeros no serán capaces de pensar en cuantidades delimitadas y, por consiguiente, el valor que se puede atribuir en función de estas. Del mismo modo, esta tribu, tampoco posee la noción de colores ya que, tal y como argumenta Everett (2007) los colores son un producto del lenguaje bajo la influencia de la cultura. Así podemos suponer que esta comunidad nunca ha tenido una necesidad explicita por atender a los colores que les rodean, o estos no han tenido un repercusión importante en sus hechos culturales, y, de este modo, no se ha producido un desarrollo de los mismos en el lenguaje y no hay una conciencia de la segmentación de las diferentes tonalidades a partir de categorías lingüísticas.

Otra curiosidad es que la tribu Pirahá tampoco dispone de pasado en su idioma. El motivo de este hecho, según Rojas (2011), sería la cultura que, según el lingüista, condiciona a los hablantes de esta lengua a no necesitar de pasado. Esto es debido a que las creencias de la comunidad llevan a no dar importancia excesiva a los antepasados ni a las propias historias personales y esto provoca que los tiempos verbales pasados no sean necesarios en su lengua y, del mismo modo, limita la integración socio-histórica de la persona. En esta línea, y tal y como explica Rojas (2011), los Pirahá tienen ausencia de mitos de creación y ficción, la ausencia de cualquier memoria individual o colectiva de más de dos generaciones en el pasado y la ausencia de dibujo u otro arte. Como bien apuntábamos, este hecho cultural, no tener formas verbales del pasado, transmitido a parámetros lingüísticos, limita la experiencia psicológica en la misma medida que la persona no puede integrar el conglomerado de hechos relevantes anteriores así como sus semejantes que ahora ya no están presentes. Esto produce una reducción de la consciencia del recorrido histórico de la comunidad, imposibilitando el reconocimiento de la historia de la misma y limitando así su evolución. Del mismo modo, esta comunidad tampoco presenta estructuras recursivas. Según Rojas (2011), serían verdaderamente factores culturales los que restringen al pirahá a no necesitar una recursividad, debido a aquella cosmovisión de inmediatez de referente de los Pirahá. Así, de nuevo, las creencias culturales interfieren en el lenguaje y, por consiguiente, con las experiencias psicológicas de las personas. Una de las últimas peculiaridades que presentaremos acerca del lenguaje de esta comunidad será en relación a la falta de términos de parentesco que presenta la lengua. Según informa Everett (2007), el conjunto de términos de parentesco Pirahá omite las palabras para las relaciones que exceda de la esperanza de vida de un Pirahá, aproximadamente unos 40 años. De este modo, no hay muchas términos de parentesco más que los de, por ejemplo, padre y madre o hermano y hermana, ya que debido a la esperanza de vida de la comunidad, relativamente corta, no existe la necesidad de atender a conceptos varios como los de abuelo, abuelo o tatarabuelo. Eso refleja y refuerza lo argumentado anteriormente, la falta de una perspectiva socio-histórica personal, familiar y social.

Al igual que el caso anterior, podemos encontrar multitud de comunidades, que debido a su influencia cultural, disponen de lenguajes peculiares los cuales repercuten en la visión de la realidad de sus hablantes. En este sentido, otro ejemplo, sería el caso de la tribu de los Agtas, una pequeña tribu localizada en el norte de Filipinas. Esta tribu, a pesar de no tener complejidades tan sorprendentes como la presentada anteriormente, dispone, tal y como nos cuenta Harris (1989), de treinta y un verbos distintos que significan “pescar”, cada uno de los cuales se refiere a una forma particular de pesca, pero carecen de una simple palabra genérica que signifique “pescar”. Esto es un claro reflejo de como la cultura construye al lenguaje, ya que este último expresará las necesidades culturales específicas, teniendo en cuenta que la pesca es la principal fuente de ingresos de esta comunidad. De este modo, esta tendrá un conocimiento mucho más profundo de la pesca per la influencia de su lenguaje, modificando su experiencia psicológica de la realidad. Un último ejemplo en la misma línea que lo expuesto hasta ahora, sería que, en palabras de Harris (1989), los hablantes de lenguas de las sociedades ágrafas necesitan conocer las características distintivas de las plantas. Por término medio, identifican entre 500 y 1.000 especies vegetales distintas por su nombre, en tanto que los hablantes corrientes de lenguas de las sociedades urbanas industriales conocen sólo el nombre de 50 a 100 especies. Esto demuestra que, en este tipo de sociedades, se ha tenido mucho más en cuenta, seguramente por el medio físico donde residen, la vegetación que les rodea, dándole importancia des de un punto de vista cultural. Por consiguiente, este hecho, ha producido la necesidad de incorporar estas categorías en el lenguaje, afectando al nivel de conocimiento medio que se tiene del entorno, en comparación con otra sociedad, debido a que este es importante para su supervivencia. 

Conclusión.

A lo largo de esta exposición se ha podido observar las influencias producidas entre las tres principales variables de estudio, psicología, lenguaje y cultura, a través de la observación de algunas de la teorías que intentan abordar la temática estudiada y ejemplificando las afirmaciones propuestas. Estas influencias, por lo menos, se pueden considerar trascendentales en la construcción de estos tres factores. De esta forma se ha podido considerar como, una variable obviada sistemáticamente, la cultura, interfiere en la creación del lenguaje y la psicología del individuo que utiliza el mismo. En este sentido, se reclama la atención de la cultura en los estudios o revisiones que intentan delimitar la experiencia psicológica y el lenguaje. Del mismo modo, se intenta promover que el estudio de lo cultural se considere des del mayor número de perspectivas psicológicas posibles, observándose que este influye de una manera directa en el comportamiento humano a un nivel individual y social. 

Para finalizar la exposición realizada, se propone la adopción de esta perspectiva de lo cultura en el estudio de cómo esta variable modifica o produce el lenguaje no verbal, no en su sentido más biológico e innato, sino en las diferentes expresiones diferenciadas entre sociedades, parámetros esenciales en la comunicación interpersonal.

Referencias. 

Rojas, L. (2011). La ausencia de recursividad en pirahã como reto para las teorías chomskianas acerca del lenguaje: evidencias y contraevidencias. Sorda y Sonor,. 1, 45-74. 

 

Bower, B. (2005). The Piraha Challenge An Amazonian tribe takes grammar to a strange place. Science News, 168(24), 376-377.

 

Fernandez Casas, M. (2003). El relativismo lingüístico en la obra de Edward Sapir. Una revisión de tópicos infundados. Teorema: Revista Internacional de Filosofía, XXII(3), 115-129.

 

Delgado, F. (2001). Lenguaje y cultura. Revista de estudios de ciencias sociales y humanidades de Córdoba, 5, 11-15.

 

Everett, D. L. (2007). Cultural constraints on grammar in Pirahã: A reply to Nevins, Pesetsky, and Rodrigues (2007). Disponible en: http://www.rednoise.org/e-writing/uploads/

 

García, J,.(2000). Paisajes de la psicología cultural. Anuario de psicología/The UB Journal of psychology, 31(4), 9-25.

 

González, A. (2008). Percepción del color y lenguaje: Sobre la vuelta del relativismo. Ciencia Cognitiva: Revista Electrónica de Divulgación, 2(2), 62-64.

 

Harris, M. (1989). ¿Lenguas primitivas?. En Harris, M. Nuestra especie (pp. 81-83). Madrid: Alianza Editorial.

 

López, P. (2013). Realidades, Construcciones y Dilemas: Una revisión filosófica al construccionismo social. Cinta de moebio, (46), 9-25.

 

Molinari, J. (2011). Psicología clínica en la posmodernidad: perspectivas desde el construccionismo social. Psykhe, 12(1).

 

Pérez, R. (2005). Elementos básicos para un constructivismo social. Avances en psicología latinoamericana, 23(1), 43-61.

 

Reynoso, C. (2015). Lenguaje y pensamiento: Tácticas y estrategias del relativismo linguístico. Disponible en: 

https://books.google.es/books?hl=es&lr=&id=Y0KUCgAAQBAJ&oi

 

Thompson, J. (1991). Ideología y cultura moderna. En Thompson, J. La comunicación masiva y la cultura moderna. Contribución a una teoría crítica de la ideología (pp. 183-240). Revista Versión. Estudios de comunicación y política, (1), 1-40.

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