viernes, 21 de junio de 2013

El Deseo del Sueño y su Triple Regresión



El Deseo del Sueño y su Triple Regresión


 Rigoberto Brito López & Iván Alexis Alcaide Troncoso 

  
Palabras Claves: Deseos, Regresión, Sexualidad, Sueño







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Rigoberto Brito López es Psicólogo Clínico y Psicoanalista, Master of Arts por la Universidad de Copenhague. Hipnoterapéuta clínico y  Director del Instituto de Psicoterapia y Psicoanálisis del Aconcagua. Correo electrónico: mozartrigo@gmail.com 

Iván Alexis Alcaide Troncoso es Diplomado en Teoría y Clínica Psicoanalítica del Instituto de Psicoanálisis - IPAN -. Postítulo para acreditación clínica en psicoterapia psicoanalítica (en proceso) y Docente de la Universidad del Aconcagua de cátedras asociadas al área clínico psicoanalítica. Psicólogo CESFAM Valle de Los Libertadores Putaendo. Autor de publicaciones acerca del psicoanálisis en GEPU. Correo electrónico: lovage_16@hotmail.com / lovage16patton@mail.com

Recibido: 26 de Enero de 2011
Aprobado: 23 de Junio de 2011

Referencia Recomendada: Brito-López, R., & Alcaide-Troncoso, I. A. (2012). El deseo del sueño y su triple regresión. Revista de Psicología GEPU, 3 (1), 90 - 100.      
Resumen: Este articulo comienza y está basado en el texto interpretación de los sueños de Sigmund Freud de 1900, pero más que en la interpretación de los sueños, concepto que lógicamente está asociado a la técnica psicoanalítica, este artículo aparece como un desnudamiento teórico del edificio del sueño, en este contexto para acceder al fenómeno onírico este articulo está en una enorme deuda con el libro “Los Prolegomenos del Psicoanálisis” de Brito y Toledo 2006, siendo este un resonancia del mismo y de las clases de diplomado de 2007 con el primero de los autores. En otro ámbito, la tendencia de estas palabras apuntan a enfatizar la concatenación de los elementos que tiene un sueño, en las partículas que lo forman y deforman, en como la sexualidad aparece como algo disfrazado y ominosos en nuestra psique y como esta ominosidad representa al sujeto en su intimidad y en su posición con respecto a su deseo. Comenzaremos analizando el sueño como un arte poético involuntario, atravesando con la espada de las palabras ideas asociadas a los deseos que intervienen en la formación del sueño, sean estos deseos o más bien necesidades del registro imaginario en tanto yoicos (deseo de dormir) así como también los deseos asociados al inconsciente y su lógica (deseos del soñante). Resaltando características asociadas al infantilismo y la sexualidad del que desbordan nuestra alma. Desde esta perspectiva y apropósito del soñar, recorreremos terrenos asociados a nociones como la regresión en el aparato psíquico, concepto psicoanalítico que se introduce en el mundo y la vida onírica desde los comienzos del estudio del sueño, describiremos a grandes rasgos los tipos de regresión y sus cualidades particulares que se avizoran en ese extraño y disparatado mundo del soñar. La finalidad última de este esfuerzo teórico es pensar el sueño como un acto digno de sentido (intimo en la esfera del análisis) así como también presentar al sueño como la vía regia o correcta para entender la antorcha que ilumina los senderos del psicoanálisis, vale decir el inconsciente.  
“Un saber que de empero el soñante nada sabe”
- Freud

Como sabemos acerca del sueño y sus deseos, Freud en un principio teorizó y pensó que el deseo que se esconde tras de cada sueño es un deseo del yo, y éste, se asocia con el deseo de seguir durmiendo, por tanto es un deseo que corresponde al sistema consciencia y busca la conservación (propio de las pulsiones yoicas de la primera teoría pulsional). En este periodo Freud avizora un nuevo deseo que pondría en marcha al sueño y que en definitiva sería base y condición del sueño.  Es aquí cuando se inserta la sexualidad infantil y el deseo inconsciente en la configuración de ese arte poético involuntario, como llama Goethe al soñar.

Para comenzar, cabe destacar que el sueño corresponde un acto narcisista que no tiene que ver con los objetos del mundo (en tanto externo), puesto que se cierran las puertas de la motilidad, vale decir, todos los umbrales sensoriales son cerrados hacia el mundo exterior, o rebajados, y el portón de la motilidad queda inhibido.  Lo que sucede es que en la formación del sueño se integran montos de excitación exógena y endógena, apuntando hacia el aparato psíquico. Mayoritariamente los montos de excitación son endógenos, pero puede ser que exista un monto de excitación que provenga del exterior. Por Ej., un sujeto duerme plácidamente y por la mañana suena el despertador.  Lo que hace el sujeto es armar un sueño en el cual ya está en el lugar al que tiene que asistir, y así logra cumplir el deseo de seguir durmiendo, deseo del yo, y este deseo yoico se cumple de una forma alucinatoria, trasladándose en el sueño al lugar que debería presentarse. Freud lo dice, en Interpretación de los Sueños: el soñar sustituye la acción;  y más aún,  al ser este un cumplimiento de deseo de manera alucinatoria, lo que ambiciona decir es que el deseo de seguir durmiendo se cumple invistiendo una huella mnémica que se hace percepción, Freud nos dice respecto a esto que el sueño es la única instancia en que la psicosis no es dañina.  He acá la asociación del estado de psicosis y el cumplimiento de deseo alucinatorio que conlleva cada sueño.

Veremos según el ejemplo formulado por Brito-López, en sus clases de 2007-2008: de cómo una necesidad logra poner en movimiento al sueño. Tomaremos el clásico ejemplo de la sed, esto se complicará más adelante cuando introduzcamos los montos de excitación endógena, vale decir, la sexualidad, pero por ahora comenzaremos con el ejemplo de la sed y explicaremos el modelo del sueño que Freud postula en Interpretación de los Sueños.

Cuando uno tiene sed, por tanto, cuando existe una excitación somática, lo que sucede es que entra una necesidad (sed) que llega hasta el polo perceptivo, éste envía esa sensación al polo de la motilidad y se genera una acción motriz que complacerá esta necesidad y culmina la sensación de sed. El aparato mental funciona como el modelo del arco reflejo, donde existe un estimulo-percepción y una respuesta-motriz, lo que análogamente hace es percibir la sed y beber agua como respuesta a dicha necesidad.  Por tanto, este sería el proceso  de descarga en la vigilia:





Como se ve en el dibujo, el aparato psíquico tiene un polo perceptivo (P), en el cual recaen los estímulos, y termina en inervaciones, que corresponde al polo de la motricidad (M), el cual genera la descarga motriz para eliminar dicho estímulo. En el ejemplo anterior la sed se sitúa en (P) y es enviada a (M) para su satisfacción, convocando a Freud (1900):

Toda nuestra actividad psíquica parte de estímulos (internos o externos) y termina en inervaciones. Por eso asignamos al aparato psíquico un extremo sensorial y un extremo motor.  En el extremo sensorial se encuentra un sistema que recibe la percepciones y en el extremo motor, otro que abre las esclusas de la motilidad (Pág. 530-531).

Por tanto, el proceso dentro del aparato psíquico transcurre desde el polo de la percepción hacia los actos de la motilidad; en consecuencia el modelo para Freud sigue siendo el del arco reflejo. Pero ¿qué pasa en el estado de dormir cuando se implanta dicha necesidad?, la que es enviada desde el polo perceptivo hacia el polo de la motilidad, entendiendo que en el estado de dormir las puertas hacia la motilidad están cerradas, por tanto, sin capacidad de actuar frente al mundo exterior para satisfacer lo que la percepción envió. Y en este ejemplo, ¿cómo se satisface la sed si se está durmiendo? y ¿cuáles son los caminos que toma el proceso psíquico? que antes marchaba desde la percepción hacia la motilidad que en este momento está clausurada.


Si en el estado de dormir la excitación, que entra al polo perceptivo, se envía hacia el polo motriz y este polo tiene cerrada las puertas hacia la motilidad  puesto que se está durmiendo, éste proceso psíquico y su excitación concomitante chocan con la motricidad y toman un camino de reflujo, de rebote, una vía contraria a la de la vigilia, pues en aquella el camino es progresivo desde (P) hacia (M); en el dormir la excitación se devuelve, toma un camino regresivo, vale decir, un sueño alucinatorio:



La excitación toma un camino de reflujo. En lugar de  propagarse hacia el extremo motor del aparato, lo hace hacia el extremo sensorial, y por último alcanza el sistema de las percepciones... Estamos autorizados a decir que el sueño tiene carácter regrediente (Freud, 1900)










En el diagrama la necesidad de beber agua, que se inserta desde el polo percepción, es enviada hacia el extremo motor, en el cual este proceso psíquico no puede llevarse acabo por la clausura del mundo exterior; entonces el proceso retorna hacia la percepción y activa e inviste una huella mnémica, que se implanta sensorialmente (un sueño), con lo cual se construye una alucinación que cumple el deseo de beber agua, y por tanto, el deseo de seguir durmiendo, por lo menos por un tiempo más, hasta que ésta necesidad no se configure como peligrosa para el yo, puesto que si se configura como amenazante para sobrevivir, el yo envía una señal de alarma que pone fin al sueño. En definitiva “llamamos <> al hecho de que en el sueño la representación vuelve a mudarse en la imagen sensorial de la que alguna vez partió” (Freud, 1900).  

Cuando Freud habla del deseo en el sueño, nos dice que es un deseo inocente, por tanto no sexual, pero cuando esta regresión se produce, el polo (P) crea el sueño para seguir durmiendo, pero lo extraño es que cuando uno cumple en el sueño su deseo, de tomar agua por ejemplo, resulta que en este sueño de comodidad, como lo denomina Freud, uno esta vestido de una manera rara, y además está en un lugar que parece muchos lugares a la vez, además quien me da el vaso de agua es alguien que no conozco, etc. Es decir, pasan cosas extrañísimas, como veremos con la introducción de la sexualidad en el sueño más adelante.
Para proseguir en esta indagación metapsicológica del sueño, Freud nos dice que este camino de rebote de la excitación, desde la percepción a la motilidad y vuelta a la percepción, es lo que toma el nombre de regresión, pero ésta la explica Freud en términos formales o funcionales, en términos temporales y tópicos, en consecuencia podemos afirmar entendiendo al autor que existe una triple regresión dentro de la vida anímica.

Para iniciar este desanudamiento de la regresión, comenzaremos morando la regresión tópica que existe en el aparato mental, vale decir, los sectores que metafóricamente y cómo una función netamente especulativa Freud postula que existen en el aparato mental. En consideración a la idea anterior, podemos entender que la actividad del soñar por poseer características particulares tiene que desarrollarse en distintos sectores (topos) de lo que pasa en la vida de vigilia.  Por esto Freud cita a Fechner “el escenario de los sueños es otro que el de la vida de las representaciones de la vigilia” (Freud, 1900).  

Con ésta tesis Freud demarca la introducción de una localidad psíquica, por lo que ahora hablaremos de sectores del aparato mental, vale decir, de un sector consciente, uno inconsciente y otro preconsciente, como sabemos, cuando se realiza la regresión tópica, el proceso de pensamiento pasa por los diferentes sistemas psíquicos, vale decir, la energía intra-psíquica recorre diferentes lugares dentro del aparato anímico. Para aclarar esta idea recurriremos al siguiente esquema:

Dentro de este croquis podemos plantearnos, con respecto a la regresión tópica, la existencia de tres sistemas, el preconsciente (Pcc), que está más cerca de la consciencia y por tanto los pensamientos de este sistema pueden tornarse conscientes en cualquier momento y en general eso es lo que buscan.  Además es el sistema que tiene la llave hacia la motilidad voluntaria, esto quiere decir que es el (Pcc) quien voluntariamente decide dormirse, por tanto, es en el preconsciente donde el proceso psíquico del sueño produce su rebote hacia un sistema que se encuentra tras él y que está cercano a la percepción, este es el sistema inconsciente (Icc). Este sistema no tiene acceso a la consciencia que se encuentra en (M), en el dibujo, de forma directa, sino que sólo por el preconsciente (Pcc) puede llegar a ella. Entonces, si entendemos este gráfico desde los sistemas mencionados, el proceso de regresión pasa por distintos sistemas psíquicos, donde el (Icc) es el primer sistema de este aparato y por tanto el más arcaico, al cual se puede acceder mediante el soñar. En consecuencia, un deseo (Pcc), puede homologar anhelos que estén en el recorrido regrediente, que se encuentran en el sistema (Icc). Esa es la regresión tópica, la regresión de lugares en el aparato mental. En definitiva, los deseos preconscientes pueden ser disfraces de otros más arcaicos inconscientes, estos disfraces son los restos diurnos o recuerdos del preconsciente que sirven en la regresión para la articulación deformada de deseos inconcientes en el sueño, he ahí la absurdidad de los sueños y la incomprensión de lo que soñamos por la conciencia, por tanto, el soñante nada sabe en su conciencia de las profundidades de su propia alma que dan impulso al sueño.

En párrafos anteriores mencionamos que el sistema (Icc) es un modo de funcionamiento arcaico, que por tanto tiene escenas y experiencias pasadas, y la regresión tópica finalmente activa estas huellas, con lo cual se puede vislumbrar que también existe una regresión temporal, que tiene que ver con vueltas a formaciones psíquicas más antiguas, de la niñez.  Por eso Freud dice que el recuerdo infantil ha sido reprimido o se ha mantenido inconsciente, y las más de las veces es un recuerdo infantil, pero por su estado inconsciente arrastra con él pensamientos que se conectan hacia la regresión.  El sueño “es un sustituto de la escena infantil, es decir, inconsciente, alterado por transferencia a lo reciente, por tanto preconsciente, y como la escena infantil no puede imponer su renovación, debe conformarse con regresar como sueño” (Freud, 1900). 

Esto es de suma importancia y Freud lo justifica en sus estudios sobre la histeria, puesto que en aquella patología las escenas infantiles, cuando se logran devenir conscientes, son percibidas y vistas como alucinaciones por los pacientes y sólo al comunicarlas se borra esa característica. Por tanto, las escenas infantiles son representaciones sensoriales pueriles, que al ser verbalizadas dejan de producir ese efecto alucinatorio tan típico de la histeria,  que también se presenta en el sueño y en la regresión  temporal. El mundo onírico es un renacer  de nuestra existencia en la infancia, del espíritu ya descollada “el deseo consiente sólo deviene excitador de un sueño si logra despertar otro deseo paralelo, inconsciente, mediante el cual se refuerza” (Freud, 1900). 

Por un lado se entiende que el deseo ocasionador y que presta fuerza para la instauración de un sueño es el deseo inconsciente-infantil, y que el deseo consiente y, por tanto, deseo del adulto (resto del día) sólo logra su articulación en el sueño mediante su asociación particular al deseo inconsciente que le presta potencia para la formación del sueño. En resumen y tomando la palabra de Freud (1900) “el deseo que se figura en el sueño tiene que ser un deseo infantil” (Pág. 546). 

Por tanto arcaico y en definitiva perteneciente al sistema inconsciente. Con esto se puede  decir que  cuando soñamos todos nos comportamos en lo psíquico como niños, vale decir, somos en el presente lo que alguna vez fuimos en el pasado,  que en el sueño nunca dejaremos de ser, así, la compañía de la niñez abre el camino a la eternidad de la infancia. En otras palabras la infancia es el corazón íntimo de nuestros deseos.

Por ejemplo, y para seguir con la regresión temporal, en un Congreso hecho en Chile en el año 1999, que fue comandado por Otto Kernberg ejemplo (Tomado de clases de diplomado con el señor Rigoberto Brito, 2007), un terapeuta holandés relató el sueño de un paciente, que lo llevaba a recordar cosas que él mismo no podría haber vivenciado, pero que sí su madre. O sea, eran recuerdos que se habían trasmitido desde la madre hacia él. Esto es muy interesante desde la perspectiva de uno del los psicoanalistas posteriores a Freud, llamado Bion, quien postula que en las primeras etapas de la vida del niño, la madre piensa por él; entonces, si la madre piensa por su cachorro, es muy probable que ese niño posea recuerdos que tienen que ver con pensamientos de la madre y no con sus pensamientos de niño. Por aquello, la madre genera el aparato para que el niño logre conceptuar pensamientos. Entonces, este sueño podría llegar a una regresión temporal tal que sea el pensamiento de la madre el que se haga presente en el sueño, claro que con las deformaciones y reconstrucciones del sujeto en el trabajo del sueño.

Por último, explicaremos la regresión formal, que también toma el nombre de  regresión  funcional, esta regresión tienen la finalidad de hace retornar al sujeto a funcionar como lo hacia en etapas primarias de su pensamiento. Esto está muy claro, puesto que un sueño es más comprensible mientras más elementos lingüísticos tiene, y menos comprensible mientras más elementos de imágenes sensoriales posee. En consecuencia, la regresión formal significa partir desde la lógica formal que nosotros utilizamos en lo cotidiano, es decir, desde el lenguaje aristotélico, hacia la representaciones cosa, donde finalmente llegamos al estado de simetría que plantea Matte Blanco, donde todo es igual a todo, donde una cosa es igual a otra y  no existe diferenciación entre los elementos psíquicos, donde Lacan menciona que la palabra se descompone en la instancia de la letra en el inconsciente. Por Ej., un sujeto, mediante el recuerdo de un nombre o una palabra, constituye un sueño por la letra y por ella arma ese sueño, vale decir, construye la figuración de un sueño por la instancia de la letra que se descompone en el inconsciente. En consecuencia, la palabra se descompone en su componente de cosa, allí aparece eso que es tan famoso en novelas y obras literarias que se llama descomposición del lenguaje. La cosificación del lenguaje, que es un mecanismo literario, que se homologa al lenguaje esquizofrénico, por ejemplo (Tomado de clases de diplomado con el señor Rigoberto Brito, 2007), un esquizofrénico expresa “tengo las venas llenas de palabras”, porque para el paciente las palabras son cosas que están metidas en el cuerpo, y que de alguna manera necesita que salgan. Por aquello, vale decir por la cosificación del lenguaje que trasforma las palabras en cosas, Freud (1915) nos plantea:

En la esquizofrenia, se observa, sobre todo en sus estadios iniciales, tan instructivos, una serie de  alteraciones del lenguaje … las frases sufren una peculiar desorganización sintáctica que las vuelve incomprensibles para nosotros, de suerte que juzgamos disparatadas  las profecías de los enfermos (Pág. 193).

Para finalizar nos proporciona una explicación y semejanza del síntoma psicótico y el proceso de formación del sueño cuando dice que “en la esquizofrenia las palabras son sometidas al mismo proceso que desde los pensamientos oníricos crean las imágenes del sueño” (Freud, 1915).

Vale decir, son arrastradas hacia el funcionamiento inconsciente, o más particularmente hacia el proceso primario de la lógica inconsciente. Más aún, rescatando la idea de la instancia de la letra en el inconsciente, según Lacan, Freud (1915) agrega que “el proceso puede avanzar hasta el punto que una sola palabra, idónea para ello por múltiples referencias, tome sobre sí la subrogación de una cadena íntegra de pensamientos” (Pág. 196).

Con esto podemos entender que mediante el proceso primario  propio de la lógica del inconsciente la significación  puede ser múltiple e indiferenciada, cosa que atrapa y engaña a la conciencia. Como quien dice, el lenguaje del sueño y el de la esquizofrenia están cifrados y el arte de la terapia es descifrar y develar los edificios anudados del proceso primario que llevan una especie de guión incoherente a la conciencia. Escuchar lo primario en lo secundario, ese es el arte del analista, es ahí donde se introduce la dimensión del pensar el análisis desde el psicoanálisis y no desde una psicología general.

Finalmente y para finalizar, Freud distingue tres regresiones: una tópica, que consta en los sistemas antes mencionados Icc, Pcc y Cc, por los cuales se desliza la actividad psíquica y el deseo que el inconsciente articula para la producción del sueño, al ser inconsciente el deseo es más antiguo, más infantil y, por tanto, situado más atrás en el aparato mental en su concordancia con la tópica psíquica. La otra, regresión temporal, tiene que ver con retrocesos a formaciones psíquicas aún más arcaicas en el tiempo. Y por último, está la regresión formal, que se expresa cuando modos de expresión primitivos reemplazan a los habituales. A propósito de todo lo anterior Freud (1915) escribe:

Los tres tipos de regresión son uno solo y en la mayoría de los casos coinciden, pues lo más antiguo en el tiempo es lo más primitivo en el sentido formal y lo más próximo al extremo perceptivo dentro de la tópica psíquica (Pág. 541-542).

Para  terminar el apartado de la regresión y el sueño, Freud en 1925 postula que en la interpretación de los sueños no se trata de encontrar verdades ocultas en el inconsciente, sino que lo que se re-encuentra en el inconsciente es la modalidad de pensamiento que nos conduce a pensar como pensamos. Por tanto, el camino de curación en la interpretación de los sueños es aprender a pensar de otra manera, entendiendo cómo pensamos cuando estamos dormidos. “Freud da una clave para la clínica psicoanalítica, postulando que los detractores del psicoanálisis han tomado la vía opuesta, es decir, pretenden que el análisis va a descubrir verdades en el inconsciente” (Brito, 2006).  Y el análisis no descubre ninguna verdad, dice Freud, sino lo que se descifra en la terapia es la forma en que se articula la vida de un sujeto, y es esa manera es la que puede ser patogénica. A la sazón, la Interpretación de los Sueños disuelve ésa forma de articular o resignificar la vida, pero no descubre verdades mas allá de las que un sujeto en un plano consciente pueda revelar. Por esto Lacan dio un paso más allá, al postular que el inconsciente no es receptáculo de cosas traumáticas que quedaron fijadas en él, sino que el inconsciente es una forma de articulación de la experiencia que provoca problemas a la conciencia,  por tanto, es ahí cuando habla el inconsciente, vale decir para escuchar al inconsciente hay que escuchar a veces la literalidad, escuchar lo latente en lo manifiesto, lo primario en lo secundario, encontrar en la conciencia y en las palabras las marcas y los índices del inconsciente. Que tiende a hacerse reconocer. 

Referencias 

Brito-López, R. (2007). Clases diplomado psicoanálisis. Chile: Santiago.
Brito-López, R. & H. Toledo (2006). Los Prolegómenos del Psicoanálisis. UPV: Chile.
Freud, S. (1900). Interpretación de los sueños, la regresión. Tomo IV. Buenos Aires: Amorrortu.  

Freud, S. (1915). Trabajos sobre metapsicología, lo inconsciente, el discernimiento de lo inconsciente. Buenos Aires: Amorrortu.  





martes, 21 de mayo de 2013

El Narcisismo… Freud y Lacan


El Narcisismo… Freud y Lacan


 Néstor Martínez Castro 
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Néstor Martínez Castro es Psicólogo de la Universidad de Ciencias de la Información UCINF, estudiante del Magíster en Teoría y Clínica Psicoanalítica de la Universidad Diego Portales. Correo electrónico: etumcee@gmail.com
Recibido: 12 de Febrero de 2011
Aceptado con Recomendaciones: 13 de Mayo de 2011
Aprobado: 
23 de Julio de 2011

Referencia Recomendada: Martínez-Castro, N. (2012). El narcisismo… Freud y Lacan. Revista de Psicología GEPU, 3 (1), 79 - 89.  
Resumen: En el presente texto se pretende formular una visión integradora a partir de la conceptualización metapsicológica que es el Narcisismo Primario propuesta por Freud, a la luz de los aportes de Lacan, intentando clarificar sus contribuciones y divergencias respecto de este tema. Es importante señalar de entrada, que si bien Lacan no habló de narcisismo primario, consideramos posible una lectura a la luz de este concepto haciendo cruces y diálogos entre ambos autores, con la finalidad de enriquecer el entendimiento de este periodo. Se parte de un esbozo al recorrido freudiano que haga posible visualizar cómo se manifiesta este concepto en la obra de Freud, hasta llegar al punto crucial en “Introducción del Narcisismo” de 1914, y resaltar luego la importancia de este momento en la constitución subjetiva, tomando principalmente la Teorización lacaniana del Estadio del espejo como formador subjetivo. 

Palabras Claves: Narcisismo Primario, Estadio del Espejo, Subjetividad, Psicoanálisis. 


Esbozo del Concepto

La noción de narcisismo o Narzissmus como la denominó Freud, aparece por vez primera en la segunda edición de sus “Tres ensayos de teoría sexual” (1909) en una nota al pie de página y es tomada por éste a partir de los trabajos de Ellis y Nacke. Lo siguieron algunos desarrollos en su libro sobre Leonardo da Vinci (1910) y el caso Schreber (1911), sin embargo, no es hasta “Introducción del narcisismo” (1914), cuando las ideas y reflexiones freudianas sobre este concepto llegarán a ocupar su verdadero sitial en la teorización acerca del desarrollo sexual y las relaciones que el yo establece con objetos externos.

Digamos que hasta entonces el narcisismo era considerado una perversión toda vez que refería a aquella “conducta por la cual un individuo da a su cuerpo propio un trato parecido al que daría al cuerpo de un objeto sexual; vale decir, lo mira con complacencia sexual, lo acaricia, lo mima, hasta que gracias a estos manejos alcanza la satisfacción plena” (Freud: 1914, 71)

Así entonces, el narcisismo en un primer momento es considerado una perversión, en tanto el cuerpo propio se convierte en posibilidad de satisfacción erótica, tomado este como objeto sexual. Esta idea le permite a Freud pensar en el estatuto de la elección de objeto en la homosexualidad, que en sus “Tres ensayos” forma parte de las perversiones y que en la 26º conferencia sobre Libido y Narcisismo, corresponde a una elección narcisista de objeto. Es decir, existiría un objeto donde se ama aquello similar al yo propio (Freud, 1916-17).

Sin embargo, los análisis van mostrándole que es posible ampliar esta concepción, ya que rasgos aislados de lo que entendía hasta ese momento (1914) por narcisismo, se encuentran en personas con diversas características y perturbaciones, y no tan solo en perversos.

Freud entonces, se sirve de diversas fuentes tales como la esquizofrenia, la psicología infantil, los estudios sobre la vida mental de los primitivos, los hipocondríacos y el enamoramiento, para ampliar y modificar su concepción sobre el narcisismo. Y de esta manera, el narcisismo ya no es “un comportamiento específico sino un modo a través del cual la energía sexual se vuelca principalmente sobre el yo, restando posibilidad de investir objetos” (Fliman: 2008, 69).

Deja de ser un fenómeno privativo de las perversiones, para insertarse como parte del “desarrollo sexual regular del hombre” (Freud: 1914, 71). Así es como Freud avanza en su concepción de narcisismo y que lo lleva a plantear la distinción y existencia de dos tipos de narcisismo, uno primario y otro secundario.

Narcisismo Primario y Secundario

Podemos decir que respecto del narcisismo primario es posible destacar dos puntos. El primero corresponde a la relación del infans con quien le prodiga cuidados y la satisfacción de sus necesidades; la segunda, referida a la catexia del propio cuerpo. De esta manera hallamos que el Narcisismo primario en Freud dice relación con el estado de indiferenciación propia de los primeros tiempos de la vida, que ubica a la cría humana en una situación de dependencia absoluta respecto del otro materno, principalmente por el estado prematuro de sus órganos, requiriendo del auxilio de otro para satisfacer sus necesidades, y en lo relativo al segundo punto, consignamos que se desprende del autoerotismo.

Al respecto Freud dirá que “el autoerotismo era la práctica sexual del estadio narcisista de colocación de la libido” (Freud: 1916-17, 379), en este momento vemos el estadio del espejo lacaniano, pues lo característico en esta fase para Lacan es una estructura narcisística que se pone en juego. No solo porque la libido se dirige al propio cuerpo, sino también porque para él la posibilidad de muerte por insuficiencia vital esta presente y además por “la Imago del doble” (Lacan: 1938, 56), que en definitiva no contiene al otro.

Estos dos últimos puntos son aportes lacanianos a la comprensión del narcisismo y agregará un aspecto fundamental a esta fase característica del aislamiento afectivo, fundante de la subjetividad, en tanto identificación con una imagen de la cual no puede distinguirse. Y es que “la unidad que introduce en las tendencias contribuirá a la formación del yo. Sin embargo, antes que el yo afirme su identidad, se confunde con esta imagen que lo forma, pero que lo aliena de modo primordial” (Lacan: 1938, 56), esta parece ser entonces la característica central de esta fase según Lacan… formación, alienación, unidad corporal y afectiva, ausencia de relación con el otro.

Cabe mencionar que desde el “Proyecto” (1895) Freud plantea la existencia de un tiempo primero, mítico, de felicidad absoluta. Satisfacción primordial que marcará a las posteriores, momento de “Goce” (para emplear un concepto importado de la filosofía del derecho hegeliano, por Lacan) autoerótico en el lazo indiferenciado con la madre, que deberá ser interdicto. Y donde el yo (en formación) quedará investido con los atributos de completud y al cual constantemente se tenderá a regresar. Se realizarán intentos por recuperar el trono de “his majesty the baby”. Siempre y cuando, haya otro que lo reconozca como tal, es decir, le otorgue ese lugar simbólico.

Digamos con Lacan, que en este tiempo el otro ubica al niño en posición de objeto. Situado simbólicamente como Falo Materno, este intentará identificarse con el deseo de su madre, pretendiendo colmar el vacío de esta. Es decir, deseo de deseo. Este es el primer momento del Edipo según Lacan, donde la relación madre - hijo esta muy cercana a la fusión y además donde el deseo del niño esta “totalmente sujeto al deseo de la madre” (Dor: 1985, 93), el niño esta completamente alienado en la dialéctica fálica, “ser o no ser el Falo”.

Este punto es central, es un aporte de Lacan a la comprensión del complejo de Edipo, donde en sus inicios existiría esta identificación con aquel objeto que supone colma el deseo materno.

Para Freud sin embargo, en la medida en que la madre es capaz de satisfacer las necesidades del niño (en este periodo la proximidad entre ambos, supondrá una inmediatez en dicha satisfacción), aparecerá como el primer objeto amoroso, dirá que el infans “elige sus objetos sexuales tomándolos de sus vivencias de satisfacción” (Freud: 1914, 84), la cual denominará de tipo anaclítico o por apuntalamiento, variante de la elección de objeto narcisista. Cabe mencionar que en este punto existen diferencias con lo planteado por Lacan, quien asevera que toda elección amorosa es narcisista, aún las denominadas anaclíticas.

Braunstein dirá, en relación con esta lectura lacaniana de las elecciones de objeto por apuntalamiento que “no es sino una variación de la elección narcisística en tanto que la predilección amorosa, la madre nutricia y el padre protector, no son sino los sustentos necesarios para ese yo del narcisismo” (Braunstein: 2006, 35).

Con respecto del narcisismo secundario en Freud, diremos que corresponde a un posicionamiento libidinal posterior, aparece como el resultado del repliegue de la libido sobre el yo, a consecuencia de la desinvestidura de objetos exteriores, para Lacan el Narcisismo secundario será aquel por el cual, aún tomando un objeto exterior como objeto amoroso, en el otro, se encuentra y se ama a si mismo.

Es así como de esta distinción entre narcisismo primario y secundario, Freud plantea la posibilidad de pensar la existencia de una “originaria investidura libidinal del yo” (Freud: 1914, 73), de la cual se desprenderá luego una parte de el y se convertirá en libido objetal y un resto quedará como libido yoica, las cuales tendrían entre si una relación inversamente proporcional, ya que el efectuar una mayor inversión libidinal sobre los objetos, traería por consecuencia un empobrecimiento en la libido yoica y viceversa.

Cuestión posible desde la perspectiva de Freud por el hecho de que las pulsiones de autoconservación son también de naturaleza libidinosa, es decir, pulsiones sexuales que han tomado al yo como objeto sexual (Freud: 1923). Este punto es desestimado por Lacan, quien ve la supuesta bipartición libidinal como consecuencia del efecto enajenante del atravesamiento por el estadio del espejo, haciendo posible entonces, la relación mencionada más arriba, entre narcisismo y pulsiones de muerte.

Siguiendo a Freud en esta época, diremos que en un comienzo ambas “energías psíquicas” (Freud: 1914) están unidas y no es posible distinguirlas, sin embargo, en la medida en que se van efectuando investiduras de objeto, se hace posible hablar de libido yoica o autoconservativa y de libido objetal o sexual, hipótesis que se conservará de ahí en Freud, hasta la formulación de un Más allá del principio del placer, momento en que abandonará esta dualidad pulsional, por el planteamiento que mantendrá de ahí en más, sobre pulsiones de vida y de muerte.

Salida del Narcisismo

Pero aparecen algunas preguntas, Freud plantea la existencia de dos tipos de libido, en parte como respuesta a Jung y también porque le resulta importante para graficar y entender el narcisismo, sin embargo ¿Cómo se efectúa dicha diferenciación?, ¿Qué hace posible que una libido se dirija a objetos y otra libido se dirija al yo?, si en este momento el yo se encuentra en formación ¿Cuál es el papel del narcisismo en su formación?

Dejamos en claro de antemano que las posturas de Freud y Lacan son diferentes, el primero se encuentra descubriendo a la vez que teoriza el narcisismo, por su parte Lacan no Habla de narcisismo primario y la investidura libidinal hacia los objetos es explicada de otra manera. Acá intentaremos dar cuenta de estas diferencias.

Diálogos entre Freud y Lacan

Freud dirá que uno pasa del narcisismo al amor objetal por una necesidad, para no enfermar, ya que el hecho de depositar libido sobre objetos externos ocurre “cuando la investidura del yo con libido ha sobrepasado cierta medida” (Freud: 1914, 83) y entonces para no provocar una estasis libidinal en el yo, la cual tendría efectos patógenos, se realiza la separación y distribución de libido hacia objetos que están fuera.

Esta concepción freudiana llama la atención, primero al presentar al yo como un receptáculo, como un lugar donde la libido en su carácter cuantificable, vendría a llenar y rebasar un cierto límite, un umbral.

Con la misma idea de umbral, pero explicada de manera distinta a partir de la identificación primordial con la gestalt exterior del otro en el estadio del espejo, Lacan dirá que “la imagen especular parece ser el umbral del mundo visible (…) [y hará posible] establecer una relación del organismo con su realidad” (Lacan; 1988). Es decir, que la identificación alienante con la imagen venida desde el otro, hace posible el paso al reconocimiento del otro. Esto es, en el momento que me identifico y hago mía la imagen del otro, se hace posible comenzar a distinguir al otro.
 
Sin embargo, Freud planteará un concepto fundamental en los avatares del narcisismo primario. El Complejo de Castración. Pero no avanza en esa dirección, es mas, lo deja dando votes, en suspenso. Será Lacan quien con posterioridad se refiera a la relación Narcisismo – Castración, y afirmará entre otras cosas que no tiene nada de complejo. Explicará esto como efecto del ingreso al lenguaje, al Simbólico, momento en el cual se hará posible el devenir subjetivo, en correspondencia con el Nombre del Padre. Y si anteriormente dijimos que el infans se encuentra alienado en la dialéctica del Falo, entre ser o no ser el Falo, esta referencia a otro lugar donde se dirigirá el deseo materno, instalará la dialéctica del tener.

De esta manera y siguiendo a Lacan, diremos que es el Otro en tanto lugar donde se sitúa la cadena significante, lo que dará las posibilidades para que el sujeto sea y se haga presente, el grito de malestar se transforma en demanda, y el infans deberá hacerse un lugar para habitar en la red de significantes, gracias al reconocimiento y atribución de una subjetividad otra, el sujeto es entonces “efecto del significante” (Lacan: 1964, 215), el cual al producirse en el campo del Otro hace posible su significación.

A esto nos referimos entonces cuando decimos “reconocimiento y atribución de subjetividad”. Este movimiento deberá ser realizado por el Otro Materno y atribuir una otredad en ese grito, un saber en ese llanto, en ese silencio del infante, en sus movimientos y cambios de temperatura, por poner algunos ejemplos. Todos estos signos, deben ser leídos y significados por el Otro, y solo así es como las necesidades de la cría humana, en un proceso de significación por el adulto se van satisfaciendo, se va libidinizando el cuerpo en lo que denominamos el autoerotismo, es decir,  se va narcisizando.

Y es justamente de ese paraíso desde el que se cae. Caída dolorosa y necesaria producto de la castración. Digamos que la castración en Lacan no escomo en Freud una amenaza, es “salvadora, la amenaza verdadera, la terrible, es que la castración llegue a faltar” (Braunstein: 2006, 47), lo peligroso es quedar atrapado en el Goce, en la relación simbiótica con la madre. Esta es justamente la lectura que Lacan hace de la fobia de Juanito. La castración lacaniana  indica justamente la pérdida de este paraíso Falico del narcisismo primario, que se supone en la asociación indiferenciada, gozosa con el otro Materno.

Es entonces, que el efecto salvador de la castración hará posible, perdida mediante (objeto a), la emergencia de un sujeto deseante, el cual a través de la palabra podrá simbolizar la perdida del Goce o herida Narcisista dejada por la Castración, toda vez que el deseo de la madre se dirija a un elemento tercero, el Padre. Cuestión posible en modalidad aforística, siguiendo el enunciado de Braunstein cuando señala que “en el principio era el goce pero de ese goce no se sabe sino a partir de que se lo ha perdido” (Braunstein: 2006, 41) cuando se ingresa al lenguaje.

No es la idea, extenderse mucho mas respecto de la Función Paterna o el Nombre del Padre, aquel que “le da su peso a la ley” (Lacan: 1957-58, 158), sino solamente subrayar su importancia en la constitución subjetiva, a partir justamente del corte (Ley) que ejerce en el goce de la díada madre-hijo, cuestión que hará posible la sexuación en tanto remite al Edipo, como triangulación deseante referente a un cuarto elemento, al que Padre-Madre-Hijo dirigirán su deseo… el Falo.

Implicancias
“El desarrollo del yo consiste en un distanciamiento respecto del narcisismo
primario y engendra una intensa aspiración a recobrarlo”

 - Freud (1914, 96)

Tomando esta cita, diremos que en el narcisismo primario se juega algo decisivo en la constitución subjetiva de cada uno de nosotros, para Freud este distanciamiento es efectuado por acción del desplazamiento libidinal desde el narcisismo al ideal del yo. Es decir, que si el Yo ideal corresponde al “amor de si mismo de que en la infancia goza el yo real” (Graiño 2007, 12), por efecto de la castración se abandonará estas primeras satisfacciones narcisistas y se intentará recuperarlas por el desplazamiento hacia el Ideal del Yo.

Siguiendo a Lacan, el efecto salvador de la Castración se encuentra entonces en que nos libra del Goce. Este Ideal del Yo cumple además, en el plano simbólico, la función de regular la estructura imaginaria, las identificaciones y los conflictos presentes en sus relaciones con sus semejantes (Chemama: 1996).

Distingamos algunas de las implicancias que se desprenden de este momento crucial de ingreso al orden Simbólico:

En Freud, del narcisismo resignado como parte del ingreso a la cultura, deviene el Ideal del Yo, “instancia psíquica que elige entre los valores morales y éticos requeridos por el Superyo aquellos que constituyen un ideal al que el sujeto aspira” (Chemama: 1996, 209) y con el que se medirá y hará posible la represión de algunos contenidos que entren en conflicto con dicho ideal.

Esto, con todo lo que implica en cuanto relaciones sociales, con la autoridad y con la ley. Como el sujeto se ve obligado a dejar parte de su narcisismo, se crea este ideal, desplazamiento narcisistico compuesto de las perfecciones de lo resignado, para mantener, para no abandonar definitivamente su narcisismo.

De este mismo ideal, el cual dificulta la satisfacción libidinal catalogando algunas mociones como inconciliables, se desprende otra cuestión significativa, y es que, “donde no se ha desarrollado un ideal así, la aspiración sexual correspondiente ingresa inmodificada en la personalidad como perversión” (Freud: 1914, 97), es decir, que el polimorfismo perverso propuesto por Freud, es modificado por este ideal y donde no actúa, se manifiesta en el sujeto, sea como rasgo o como personalidad perversa.

También se juega en parte la elección de objeto, que como dijimos según Freud puede ser del tipo por apuntalamiento, es decir, idealizando el objeto en el enamoramiento o al modo narcisista, amando al otro como a uno mismo, como uno fue, como quería ser o como alguna vez fue y perdió.

Otra implicancia de esta teorización es la posibilidad de ser un sujeto deseante, en tanto deseado en primer tiempo, será posible pasar de la carne al cuerpo, ya que ser libidinizado por otro, ser esperado y deseado, genera un espacio simbólico donde habitar en tanto sujeto de deseo, para lo cual la perdida es absolutamente necesaria.

Desde el narcisismo resignado en este tiempo primordial, aparece la posibilidad de amar a un hijo, es decir, que el amor de los padres por sus hijos resulta en cuanto que a través de ellos, sus hijos, los padres satisfacen su propio narcisismo resignado alguna vez. Tal como dirá Freud “el conmovedor amor parental, tan infantil en el fondo, no es otra cosa que el narcisismo redivivo de los padres, que en su transmudación al amor de objeto revela inequívoca su prístina naturaleza” (Freud: 1914, 88)

Es decir, que para prodigar cuidados a un hijo, es necesario haber atravesado antes por la castración, ya que de este modo, podrá el hijo ser narcisizado, cuidado y deseado, en tanto representante simbólico (Falo), capaz de llenar el agujero de la propia falta.

A Modo de Conclusión


El narcisismo primario en cuanto construcción metapsicológica de Freud, “es la conformación esperada y normal de una investidura libidinal original desde la que se ceden investiduras a los objetos” (Fliman: 2008, 70) y que se hace posible con la presencia materna o para ser mas específicos, con la presencia del deseo materno que habilita la libidinización en tanto esta es parte de la Función Materna.

Es de este modo, que con el ingreso al orden simbólico se hace necesario e impostergable el atravesamiento por la castración, dejando como resultado una perdida fundamental que sugerirá el camino de acceso al Edipo, la subjetivación y sexuación de un sujeto deseante.

El desarrollo del narcisismo, hizo posible la comprensión de fenómenos tales como la psicosis, las depresiones, el amor, entre otros y hace posible un entendimiento y abordaje clínico, resaltando así su importancia.

Los postulados del Estadio del espejo permiten una identificación fundante que hace posible entre otras cosas la “permanencia mental del yo” (Lacan: 1988, 88) así como “establecer una relación del organismo con su realidad” (Lacan: 1988, 89), que organiza la relación con el cuerpo al asumir la imagen especular gracias a la presencia del otro, el que con su mirada, sus cuidados, su dedicación, hará posible la emergencia de un cuerpo libidinizado y organizado, cuestiones que en los trastornos psicóticos se observan sus implicancias en fantasías y alucinaciones del cuerpo fragmentado (Lacan 1948).

Además, esta imagen fundante es la base del yo, es decir, imagen que permitirá el reconocimiento de un yo como distinto del resto. Base de la existencia, ya que permitirá integrar en un todo, los pedazos desperdigados, propios de la prematurez de cómo se nace.

Referencias 



Braunstein N, El Goce, un concepto Lacaniano, 2006, Siglo Veintiuno Ed.

Chemama R, Diccionario del psicoanálisis, 1996. Amorrortu Ed.

Dor J, Introducción a la lectura de Lacan, el inconciente estructurado como lenguaje, 1985. Ed. Gedisa.

Freud S, Introducción del Narcisismo, 1914. Ob. Completas Amorrortu Ed. Vol. 14

Freud S,  La teoría de la libido y el narcisismo 1916-17. Ob. Completas Amorrortu Ed. Vol. 16

Freud S, Teoría de la libido, 1923. Ob. Completas Amorrortu Ed. Vol. 18

Fliman V, Presencia materna, narcisismo y reconocimiento primordial. Diálogos entre Lacan y Winnicott. 2008, en Objetos caídos, Ed. Universidad Diego Portales.

Graiño C, Teoría, Clínica y Práctica en Psicoanálisis. 2008, Ed. Letra Viva.

Lacan J, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, 1964. El Seminario, Paidos Ed.

Lacan J, Las formaciones del inconciente, 1957-58. El Seminario, Paidos Ed.

Lacan J, La Familia, 2003 (1938) Ed. Argonauta.

Lacan J, Escritos 1La agresividad en psicoanálisis, 1988 (1948). Paidos Ed.

Lacan J, Escritos 1El estadio del espejo como formador de la función del yo, 1988 (1949). Paidos Ed.


miércoles, 8 de mayo de 2013

Contribuciones Psicoanalíticas en la Valoración del Daño Psicológico en Víctimas de Violencia


Contribuciones Psicoanalíticas en la Valoración del Daño Psicológico en Víctimas de Violencia


 Diego Armando Heredia Quintana

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Diego Armando Heredia Quintana es Psicólogo de la Universidad de Antioquia en los énfasis Clínico y Jurídico, Docente de Cátedra de la Regionalización y Perito del Departamento de Psicología de la UdeA. Especialista en Valoración del Daño en la Salud Mental de la Universidad CES. Correo electrónico: diego.psicologoudea@hotmail.com / Cel: 3117527831
Recibido: 26 de Marzo de 2011
Aprobado: 18 de Octubre de 2011

Referencia Recomendada: Heredia-Quintana, D. A. (2012). Contribuciones psicoanalíticas en la valoración del daño psicológico en víctimas de violencia. Revista de Psicología GEPU, 3 (1), 64 - 78.    
Resumen: La valoración del daño psicológico en víctimas de violencia es un proceso complejo que requiere no solo la identificación de síntomas, sino la comprensión de los mismos; si bien, para los juristas el daño psicológico sólo puede considerarse bajo entidades diagnósticas patológicas, algunos autores de teorías de la psique conciben que cualquier tipo de afecto que se puede categorizar como “negativo” —el cual es resultante de un evento traumático— puede considerarse como daño psicológico. En estos procesos de valoración, el psicoanálisis viene a situarse como una teoría que aporta un conocimiento claro sobre los aspectos inconscientes que influyen en la generación del síntoma por eventos traumáticos, alejándose de toda concepción pragmática, y permitiendo entender todo aquello que se sitúa más allá de la consciencia.

Palabras Claves: Psicoanálisis, Daño Psicológico, Trauma, Real, Inconsciente.

Abstract: The assessment of psychological damage in victims of violence is a complex process that requires not only identification of symptoms, but the understanding of them, although, for lawyers only psychological harm can be regarded as pathological diagnostic entities, some authors of theories conceive of the psyche than any kind of affection that can be categorized as "negative", which is the result of a traumatic event can be regarded as psychological harm. In these processes of assessment, psychoanalysis is to position itself as a theory that provides a clear understanding of the unconscious aspects that influence the generation of symptoms by traumatic events, away from any pragmatic approach, allowing understanding everything that lies beyond consciousness.

Key Words: Psychoanalysis, Psychological Damage, Trauma, Real, Unconscious.


La violencia afecta a las todos los seres humanos, independientemente de la cultura, clase social, etnia, educación, género u orientación sexual.

Cuando se habla de víctimas de violencia, es común escuchar las voces que exigen reparación; pero, si tradicionalmente se ha considerado más el resarcimiento económico por los daños patrimoniales, el discurso jurídico también reconoce la posibilidad de reparar los daños psicológicos y los denomina extrapatrimoniales.

Por daño se puede entender en un sentido muy amplio cualquier detrimento, dolor, sufrimiento o mengua que pueda sufrir algo o alguien; sin embargo, desde esta perspectiva cualquier transgresión o conflicto genera daño y entonces se hace preciso definir qué se entiende por daño psicológico en el contexto judicial.

Si bien el Derecho no concibe el término daño psicológico como una categoría autónoma dentro de sus códigos, no desconoce su existencia, por tal razón en los procesos civiles, penales o jurídicos, se contempla la alteración a las condiciones de existencia. El sufrimiento padecido por la víctima, según Gil Botero (2010), genera la modificación del curso de su existencia, de sus ocupaciones, hábitos y proyectos, alterándose el devenir cotidiano, modificando grave, sustancial y anormal del proyecto de vida, en otras palabras, según la interpretación que los juristas hacen del daño psicológico, se podría decir que es un daño moral agravado, obteniendo o generándose así un orden patológico del sufrimiento.

De igual manera, dicho autor manifiesta el carácter insuficiente de este concepto de alteración a las condiciones de existencia para abarcar todo lo relacionado con lo psíquico. En esta misma vía, la Dra. Ruth Stella Correa, magistrada del Consejo de Estado, coteja el concepto de daño a la salud, entendiéndolo tanto físico como psíquico, para referirse a las consecuencias de los eventos, pero sin apartarse del carácter patológico que debe tener lo psicológico para considerarse eventualmente como daño. 

Por otro lado, de acuerdo con Echeburúa y colaboradores (2002) el daño psicológico se puede entender como la consecuencia de un suceso negativo que desborda la capacidad del sujeto para afrontar los nuevos sucesos, sin importar si su resultante es o no de orden psicopatológico según los manuales diagnósticos; de acuerdo con este autor, dicha consecuencia por lo general es el producto de la percepción de una situación de vulnerabilidad hacia la vida o integridad tanto propia como ajena.

Aquellos que defienden la causa de las víctimas, plantean que los eventos violentos generan trauma o daño psicológico, aseveración a la cual los juristas responden con cautela en la medida en que no todo hecho de carácter lesivo genera alteraciones en el psiquismo de las personas; por tal razón exigen los peritajes psicológicos, que permitan establecer el daño y, en ocasiones, la vulnerabilidad del sujeto a sufrir el mismo, es decir, definir lo que estructuralmente hace que un sujeto se muestre frágil ante cierto tipo de estímulos.

Los aportes que la psicología puede brindar a este asunto son múltiples, dependiendo de las diferentes orientaciones o corrientes teóricas, tales como la humanista, la cognitiva, la dinámica o el mismo psicoanálisis, siendo este último el eje teórico del presente escrito. Por tal razón, y dadas las diferencias conceptuales que en su momento pueden llegar a presentar la psicología y el psicoanálisis, es necesaria   una breve definición de lo que este último concibe o considera desde sus preceptos teóricos en relación con el daño psicológico.

Si bien existen diferencias teóricas entre psicología y psicoanálisis, desde este último, se podría realizar una aproximación a lo que se entiende por daño psicológico trayendo a colación lo que Freud denomina como trauma psíquico en sus conferencias de Introducción al Psicoanálisis, entre 1915 y 1916: aspectos perturbadores de la vida psíquica de las personas que han quedado “[…] fijadas a un determinado fragmento de su pasado, siéndoles imposible desligarse de él y mostrándose, por tanto, ajenas al presente y al porvenir” (Freud, 1915, p. 287). Por su parte, desde la perspectiva lacaniaca se denomina al encuentro con el acto violento como un encuentro con lo Real, término utilizado por Lacan en su Seminario XXIV, entre 1976-1977, para referirse a aquello que desborda toda significación del sujeto o, en otras palabras, y para entender el trauma, se considera como el tropiezo con aquello que es imprevisto, sorprendente, carente de significación. Es decir, el encuentro con lo Real se refiere a “cuando el azar y los avatares de la existencia de un sujeto producen una ruptura del equilibrio, algo de lo que está oculto bajo la realidad psíquica emerge en forma desencadenada y devela algún aspecto de goce desconocido” (Aristizábal & Palacio, 2003, p. 242).

Desde el psicoanálisis freudiano se parte de que las experiencias traumáticas en gran medida traen consigo una carga afectiva de eventos pasados y de que su elaboración implica comprender la incidencia de tales eventos en las experiencias traumáticas más recientes. Aquí, no se trata de desconocer las dolorosas situaciones por las que atraviesa un sujeto víctima de la violencia, al contrario, se trata de establecer la relación entre el producto de dichas experiencias y las construcciones simbólicas que hacen los sujetos en el proceso de estructuración de su psiquismo. Por tal razón, “se reconoce a un sujeto con temores y carencias, pero también con posibilidades, capacidades e iniciativas psíquicas para realizar valoraciones de los hechos o riesgos a los que se enfrenta” (Aristizábal & Palacio, 2003, p. 242). Así, “las respuestas frente a los diversos hechos de violencia dependen de los recursos psicológicos del afectado, de las características y severidad del hecho traumático y de su historia personal y social” (Aristizábal & Palacio, 2003, p. 243).

De acuerdo a lo planteado en párrafos anteriores, en este trabajo de revisión teórica se aborda el concepto de daño en la salud mental de la víctima de violencia como el resultado de un hecho, o de un conjunto de hechos que en su momento pueden llegar a generar una sintomatología común; es decir, el daño se produce por una serie de eventos que desbordan al sujeto, con consecuencias o sintomatología que dadas las circunstancias pueden ser similares, pero que atribuyen una significación diferente para cada sujeto; entonces, el propósito es identificar los aspectos psíquicos ligados con las experiencias violentas que se sujetan al trauma y abordar dichas consecuencias o síntomas como objeto de posibles valoraciones en los dictámenes periciales; para esto, es necesario entender cómo se genera dicho trauma, y a su vez, es menester comprender qué hace que el sujeto se ligue a ciertos eventos.

La relevancia de dicha temática obedece al propósito de aportar otra visión en el abordaje de una situación de orden diagnóstico, en la que el sujeto es citado bajo su propia historia o realidad psíquica, y no sobre el dato estadístico de otras experiencias. De esta manera, se considera que el aporte que el psicoanálisis puede brindar a la valoración del daño obedece, en primera instancia, a la individualización del síntoma de cada sujeto, aún cuando éste sea causado por el mismo evento perturbador, y seguidamente, entender por qué se produce dicho síntoma en ese sujeto particular, y en esa medida comprender además la real magnitud del daño. De acuerdo con lo planteado, se considera pertinente formular las siguientes cuestiones que servirán como guía en el desarrollo de este artículo: ¿Por qué se produce el daño psicológico en la víctima de violencia? ¿Cuál es su aporte en la valoración del daño psicológico?


Consideraciones del Derecho, la Psicología y el Psicoanálisis acerca del Daño Psicológico 

El daño o perjuicio efectivamente sufrido por una persona es concebido por el derecho como la lesión de un bien jurídico que puede ser tanto material como inmaterial. El daño psicológico, de acuerdo con Gil Botero (2010), hace parte de aquellos que se denominan inmateriales, y está incluido dentro del tipo penal descrito como Lesiones Personales. Dicho tipo se encuentra descrito en el artículo 111 del Código Penal colombiano del año 2000, y se refiere al daño en el cuerpo o en la salud, considerando, según el autor anteriormente nombrado,  dentro del concepto de salud todo lo relacionado al psiquismo y entendiendo el daño psicológico como todo aquello que quebrante el funcionamiento psíquico de una persona; de igual manera, el código anteriormente nombrado, en el artículo 115 también establece penas para el que cause dicha perturbación psíquica a raíz del daño, ya sea porque la consecuencia haya sido transitoria o permanente. Al igual que en todo tipo de responsabilidad que el derecho ofrece, el daño psicológico, concepto construido en base a la teoría de esta disciplina científica, debe demostrar en los diferentes campos del derecho: “a) La existencia de la conformación de un orden patológico; b) La existencia de un tercero responsable; y c) La existencia de un nexo causal entre el hecho generado y el daño producido” (Mora, S.F).

Se puede afirmar que daño psíquico es todo aquel deterioro de las funciones psíquicas, producido generalmente de forma súbita e imprevista, cuando puede reclamarse jurídicamente una responsabilidad, porque en la causación del mismo ha intervenido una conducta intencional o imprudente, o bien cuando existen mecanismos legales (seguros de accidentes) o de protección social frente a los infortunios.

De acuerdo a lo que se expresa en el párrafo anterior, y según el texto El Daño Psíquico de Reich, los juristas consideran que el daño psicológico parte de la conformación de una patología, por lo cual es requisito básico para la Justicia ser categorizado el síntoma como daño; éste no es como en el daño moral, el cual no alcanza a conformar patología alguna, ni conforma o coexiste con un orden patológico, sino que es descrito en términos de lesión sentimental o afección del sentimiento.

En la psicología el daño psicológico es necesario considerarlo con los siguientes rasgos: “a) alteración emocional; b) disminución de las aptitudes psíquicas; y c) perturbación profunda del equilibrio emocional que provoque una descompensación de su integración con su medio” (Mora, S.F). Entonces, “Se puede afirmar que daño psíquico es todo aquel deterioro de las funciones psíquicas, producido generalmente de forma súbita e imprevista” (Gisbert y Villanueva, 2009), las cuales se instauran y perduran durante un lapso determinado o indeterminado. El doctor Rolando Martin Reich resume esta última idea, en su texto Daño Psicológico, manifestando que el daño psíquico comprende toda aquella alteración mental que sea permanente o pasajera.

Por otro lado, el psicoanálisis describe el trauma como “[...] el encuentro, que no ha podido ser evitado” (Martínez, Pérez &  Gómez, 2005, p. 93) y que es insoportable para el sujeto. Este concepto de insoportable, se denomina bajo el término de real y es definido como “[…] lo imposible, lo imposible de simbolizar, lo imposible de enfrentar para un sujeto” (Martínez, Pérez & Gómez, 2005, p. 93), es decir, el trauma es la modificación del aparato psíquico como consecuencia de una vivencia que desborda toda posibilidad de elaboración verbal o simbólica produciendo una modificación o alteración en la estructura psíquica que se expresa a través de síntomas tales como inhibiciones, depresiones y bloqueos entre otros.

Estos dos últimos conceptos, los brindados por la psicología y el psicoanálisis, obedecen a alteraciones psíquicas clínicamente observables con respecto al estado de salud previo al acontecimiento traumatizante, aunque en el psicoanálisis se considera que no todas las respuestas a las situaciones perturbadoras pueden llegar a estar dentro de las entidades que ofrecen los manuales diagnósticos. Así, el trauma o el daño psicológico en víctimas de violencia puede ser considerado como el síntoma o la sintomatología resultante de un encuentro con una situación innombrable, la cual desborda y desestructura al sujeto y le pone en frente de los vacíos discursivos o de elaboración, dejándolo en una situación de vulnerabilidad psíquica debido a la falta de mecanismos defensivos del psiquismo que permitan el abordaje de una situación perturbadora.

De esta manera, y puesto en términos del psicoanálisis, dicha perturbación en cuanto a síntoma e intensidad del mismo, según Laplanche y Pontalis (1997), obedece a que el aflujo de excitaciones es excesivo en relación a la tolerancia del aparato psíquico, tanto si se trata de un único acontecimiento muy violento (emoción intensa) como de una acumulación de excitaciones, cada una de las cuales, tomada aisladamente, sería tolerable; falla ante todo el principio de constancia, al ser incapaz el aparato de descargar la excitación. En esta medida, el carácter sintomático de lo traumático estaría íntimamente referenciado por la historia del sujeto; y en tanto es producto de la historia del sujeto, es repetitivo y recurrente, no puede ser dejado de lado; podría decirse en términos lacanianos que dicho producto, lo sintomático, es de carácter estructural, es lo propio, lo que cada sujeto hace para darle una significación al suceso ominoso, en tanto dicha reacción está comprometida con la estructuración psíquica de cada sujeto. Este carácter sintomático del trauma es lo que se podría concebir en psicología como daño psicológico; ahora bien, para efectos de relación de conceptos y entendimiento del abordaje que aquí se plantea, ambos conceptos guardan estrecha relación, en la medida en que lo traumático, lo ominoso, para un sujeto es precursor de lo sintomático, entendiendo esto último como el estado ocasionado por la acción de un estímulo intenso, debido a que rompe la barrera de protección del mismo por la imposibilidad de nombrar ese estímulo, de tal modo que dicho evento sobrepasa la capacidad de elaboración desbordando todo tipo defensas del psiquismo, y terminado en últimas, ofreciéndole un quehacer, o un significado, a dicho evento por medio del síntoma.

Estructuración del Trauma

El trauma, como se ha planteado ya, es resultante de un evento de carácter ominoso para el sujeto que lo padece. Él trae consigo una sintomatología de la cual el sujeto sabe y logra dar cuenta de ella, pero no alcanza a explicarse por qué se da. Al trauma por eventos violentos se asocia en su punto inicial lo que el psicoanálisis nombra como real, registro del nudo borromeo propuesto por Lacan en su seminario XXVI entre 1976 y 1977, el cual es comprendido según dicho autor por ciertos elementos como “la sexualidad (siempre fragmentada), la paternidad y la muerte” (Martínez, Pérez & Gómez, 2005, p. 94). Aquí nos ocuparemos entonces del elemento muerte para efectos de entender lo que se pone en juego con las víctimas de violencia.

Por ejemplo, dada la magnitud y las características con las que los grupos armados en Colombia realizan su toma a poblaciones y ejecutan sus acciones de secuestro y tortura, se podría plantear que lo traumático nace en la medida en que el sujeto se enfrenta a la muerte propia, es decir, lo desbordante es el funesto encuentro con la cara de la muerte.

Freud plantea en su trabajo llamado Lo Ominoso (1919) que la propia muerte es algo inimaginable, por tal razón el más cercano encuentro con ella es tan trascendente, y esto se debe a que “[…] nadie cree en su propia muerte, o lo que es lo mismo, que en lo inconsciente todos nosotros estamos convencidos de nuestra inmortalidad” (Freud, 1915, citado por Martínez, Pérez & Gómez. 2005, p. 105). De esta manera, cuando el psiquismo se ve sobrepasado en su orden discursivo, lo no nombrado se transforma en síntoma. De esta manera:

Los hechos traumáticos, que para Freud no logran una abreacción por medio de la descarga motriz o por el proceso de elaboración consciente, para Lacan no hacen nexo con un significante y por consiguiente quedan suspendidos en un sinsentido que los obliga a volver y ejercer su efecto (Martínez, Pérez & Gómez, 2005, p. 94).

Entendido ese volver, en sueños, puestas en acto o cualquier tipo de sintomatología como resultante del evento y formación según la estructura psíquica de cada sujeto. Este movimiento constante, es efecto de la repetición psíquica que intenta restaurar  el vacío discursivo pero en la medida en que no hay elemento desde el orden simbólico para reparar, se intenta restablecer por la vía del síntoma; así, entonces “La función de la repetición es por lo tanto recomponer el trauma” (Martínez, Pérez & Gómez, 2005, p. 94) o en otras palabras, la condición que se desencadena es empujada por experiencias de muerte, pues al no ligarles a una significación, son tramitadas desde lo real por medio del síntoma, esto debido a que el contenido en gran medida puede reprimirse, y por ello se olvida, pero la angustia o afecto en general no logra ser dejado de lado. Por esta razón, “es necesario para el Yo crear el síntoma, puesto que permite que la angustia y el material que se le enlaza, queden recubiertos” (Martínez, Pérez & Gómez. 2005, p. 173).

Entonces entenderemos que lo traumático es un hecho que ha sido expulsado del dominio de lo simbólico, por lo tanto, es del corte de lo imposible a ser simbolizado, lo imposible a ser dicho que trastorna a un sujeto, desbaratando su realidad imaginaria y presentándose crudamente desde lo real.

Los traumas por violencia se presentan en términos de realidad externa, es decir, que la muerte o el destrozo corporal como lo real del trauma tienen su contexto en la realidad fáctica; no obstante, esta característica no los hace ni más ni menos traumáticos, pues lo traumático lo hace el encuentro con lo real. Dicho encuentro puede darse en la realidad psíquica interna, fantaseada o en la realidad fáctica, externa u objetiva según Repetto (1997). Esta realidad se impone desde adentro o desde afuera (Martínez, Pérez & Gómez, 2005, p. 113).

Así, la formación del trauma se da en la medida en que Lo Real porta un significante que opera precisamente porque no tiene sentido y por tanto intenta ser llenado con otras significaciones que quieren sustituir la falta que deja.

Lo real también es lo que la intervención de lo simbólico expulsa o rechaza de la realidad (Chemama, 1996). Desde el rechazo mismo, lo real retorna a la realidad, vuelve a ella, y despierta a un sujeto ubicándolo en un estado diferente al ordinario. Lo real aviva en los sujetos una sensación de encuentro con algo conocido e íntimo (reprimido o forcluído) y a la vez desconocido, es decir, algo siniestro; si bien, “Lo siniestro es característico de la experiencia psicótica, especialmente de los fenómenos elementales, precursores de la crisis” (Chemama, 1996), cualquier sujeto siente lo desestructurante que puede llegar a ser un hecho de carácter violento cuando lo enfrentan con su propia muerte; sin embargo, el efecto que tiene este encuentro con lo real es relativo, ya que el trauma está íntimamente vinculado con la historia del sujeto, con su organización y estructura subjetiva. Un trauma entra a remover la organización del sujeto y lo hace a través del punto más débil en su estructura. En el punto de falla de la estructura psíquica viene a encajarse el trauma, provocando el colapso o la ruptura de dicha estructura. En últimas, es la estructura y sus puntos de falla los que determinan cómo reaccionará un sujeto ante un acontecimiento traumático (Martínez, Pérez & Gómez, 2005, p. 98).

El Psicoanálisis y sus Aportes a la Valoración del Daño

Para entender qué es lo que psicoanálisis puede aportar a la valoración del daño en salud mental, es menester indicar en primera instancia a qué apunta el concepto de valoración. La vigésima segunda edición del diccionario de la Real Academia Española se refiere al verbo valorar como el “Reconocer, estimar o apreciar el valor o mérito de alguien o algo”, de igual manera, el término valor apunta a lo siguiente: “Alcance de la significación o importancia de una cosa, acción, palabra o frase. […] Fuerza, actividad, eficacia o virtud de las cosas para producir sus efectos” (Diccionario de la RAE). En esta medida, en las víctimas de violencia, el concepto de valoración apunta específicamente a establecer la importancia de un hecho, y de igual manera, explicar la relevancia o la fuerza con la que el hecho actúa sobre algo, en este caso específico, sobre alguien, aspecto imprescindible e importante para sustentar el porqué de las conclusiones en los informes o dictámenes periciales. De esta manera, el psicoanálisis nos permite establecer la importancia de lo que afecta al sujeto, en términos de dar cuenta de la importancia de un hecho para un sujeto, es decir, nos permite sustentar el porqué del nexo entre el hecho y el daño, para así, en el caso del daño psíquico, lograr comprender el porqué en un sujeto especifico se produce una expresión sintomática particular, considerando todo aquello que no deviene desde la consciencia.

En este punto, hay que aclarar y entender lo siguiente:

El psicoanálisis tiene infinidad de aplicaciones, sin embargo, es importante hacer una clara distinción entre lo que es psicoanálisis como método y técnica terapéutica, de lo que es psicoanálisis como modelo teórico de referencia. Es esta segunda vertiente, el psicoanálisis como modelo teórico, la que constituye el sustento que fundamenta la práctica del psicoanálisis (Zimbrón, 2009).

De esta manera, el psicoanálisis como modelo teórico, nos permite sustentar, como se ha dicho anteriormente, el porqué del nexo entre el hecho y el daño, para así, en el caso del daño psíquico, lograr comprender el porqué del síntoma.

Las víctimas de violencia pueden identificarse en grupos muy particulares, ya sean por masacres, robos, incursiones militares, etc., pero depende en gran medida de cada sujeto la subjetivación de la experiencia; por ejemplo, están las víctimas de la violencia por grupos armados, específicamente quienes han perdido familiares en las tomas armadas, quienes se enfrentan ante la posibilidad de morir, e incluso quienes se ven obligados a abandonar sus tierras; en estos últimos, el psicoanalista Mario Elkin Ramírez (2009), hace referencia a un movimiento psíquico en dichos sujetos, en el cual el destierro desencadena una pérdida de la identidad como sujeto, donde todo aquello que lo define o lo caracteriza se pierde, o lo deja a la deriva. De igual manera, en los periodos de crisis que se generan tras los hechos violentos, se advierte aspectos propios de la vida psíquica del sujeto que se ve afectado, de manera que el sujeto se observa a sí mismo, como lo manifiesta Zimbrón (2009), con un sentimiento de indefensión, donde sus recursos psíquicos parecen no ser suficientes. De igual manera, dicho autor manifiesta el efecto regresivo del trauma, en el cual el sujeto sufre de desorganización generalizada del Yo, generando la rigidización de sus funciones por el impacto del evento, angustia temporal de muerte o desintegración, escisión y negación como mecanismos de defensa predominantes, y dificultad para simbolizar la experiencia vivida.

Si bien es claro, según Gómez Botero (2004), el psicoanálisis puede brindar desde la experiencia clínica toda una serie de sintomatologías encontradas en el trascurso de su clínica, considera igualmente  que dicha orientación teórica puede brindar una explicación que se aleja de todo aspecto lógico, pragmático y objetivo en que se puede ver envuelta la conceptualización de dichos eventos donde los sujetos se ven expuestos a situaciones traumáticas. Entonces, lo que se busca desde el psicoanálisis es comprender por qué ese hecho en particular genera un síntoma específico en un sujeto determinado; en esta medida podríamos plantear desde la teoría psicoanalítica que no solo se debe establecer una correlación dicotómica entre hecho y daño, sino ampliarla para relacionar el hecho, el sujeto y el daño, ya que lo que sobreviene o se forma a manera de síntoma depende él y de nadie más. Este concepto de sujeto se entiende mas allá de aquel personaje que es objeto de valoración, ya que nos habla de alguien que está sujetado a su historia y a la creación discursiva que se ha hecho de la misma, y en esa medida solo él podrá dar cuenta de aquello que pierde o que no logra ser significado con el hecho traumático; por tal razón, es así, según Gómez (2004), que la práctica psicoanalítica busca situar la posición del sujeto antes, durante y después de la situación traumática, ya que el encuentro con lo real no es cualquiera, sino que este es el propio y único para cada sujeto, es aquel que desborda toda su capacidad de significación; así, con la significación del asunto en cuestión o evento traumático, se cumple con el objetivo básico de valorar, en la medida que se logra a través del discurso del sujeto otorgarle, comprendiendo el sentido mismo y propio de quien padece el síntoma en referencia al sujeto y al hecho traumático.

En la medida en que la teoría psicoanálisis tome posición dentro de los procesos de reconocimiento de víctimas, puede ayudar a discriminar cómo algunos aspectos pueden convertirse en eventos relevantes o no para un sujeto y en consecuencia llegar o no a generar algún tipo de sintomatología específica, aspectos que bajo la óptica pragmática se podrían categorizar como traumáticos, debido a que se establecen de acuerdo a lo que se logra producir de forma conscientemente. El psicoanálisis logra aquí entonces, realizar más que aportes metodológicos, efectuar aportes de tipo teórico de acuerdo con lo planteado por Freud en 1922, ya que sus estudios de carácter clínico le han permitido entender qué pasa con un sujeto cuando se enfrenta a aquellos sucesos que se pueden nombrar como ominosos, y a través de valorar cada caso comprender cómo lo Real se compromete en cada sujeto. De igual manera, en los casos de las investigaciones realizadas por Muñiz, Lodoño, Correa, Patiño & Restrepo en 2004, por Aristizábal y Palacio, con algunas comunidades especificas que han sufrido un tipo de violencia particular, entienden que el asunto de valorar a estos sujetos se consigue a través de la significación o sentido con que se representa el hecho vivido; de igual manera, en otros tipos de violencia tales aspectos no pueden dejarse de lado, en tanto son dichos elementos subjetivos, como el síntoma, los sueños, los actos, etc., elementos que nos permiten llegar a lo más puro de los contenidos del psiquismo.

Conclusión

El psicoanálisis viene entonces a aportar nociones desde la conceptualización de su clínica para entender qué es lo que rompe la armonía en la consciencia, y describiendo cómo la rompe; por ejemplo vedando el acceso a la misma de algunas representaciones imaginarias o impidiendo nombrar algo que amenaza con suscitar de nuevo un afecto doloroso, es el caso de la madre que pierde a su hijo en manos de la policía, sustentando así de manera consciente sus síntomas como efecto del dolor por la pérdida, pero observando además que a nivel inconsciente, con la muerte de dicho sujeto se pierde el referente más significativo de bienestar, seguridad y protección; en un momento dado, su hijo se tornó como aquel sujeto, que posterior a la ruptura de la relación de pareja de la mujer, podía ejercer esa función masculina en el hogar, a pesar de ser el hijo, estaba en el lugar de función paterna, referente de respeto y bienestar, características que la mujer por sí sola no ha llegado a proporcionarse totalmente durante su vida; a eso apunta su queja “era mi único hijo varón”, es decir, el único que estaba en capacidad de brindar bienestar, seguridad y respeto. Es así que el psicoanálisis permite conocer cómo un evento, como el ejemplificado, se liga con toda la historia y construcción psíquica de un sujeto pasando desde los contenidos conscientes hasta los inconscientes, comprendiendo así la reacción o la expresión sintomática ante aquello no nombrado e innombrable. En esta medida, la teoría psicoanalítica viene a satisfacer la necesidad de obtener explicaciones acerca del porqué de las conductas que devienen posterior a un evento traumático, suceso donde el sujeto reclama reparación a su condición de víctima. Así se entiende que:

El daño causado por esos tipos de violencia no puede examinarse por la magnitud real de los hechos violentos sino por la significación que para cada sujeto ha tenido esto que le ha correspondido vivir; la significación que confiera a su experiencia es lo que determina el grado de afectación del hecho violento (Aristizábal & Palacio, 2003. P. 250).

El psicoanálisis más que interesarse en la preocupación por el resultado, le permite al jurista entender qué hace que un sujeto en condición y posición de víctima, de sujeto traumatizado, genere una reacción sintomática ante el evento aflictivo, comprendiendo que “El sujeto no está implicado subjetivamente en el trauma, la implicación subjetiva está presente en el sentido dado al trauma por la manera propia como el sujeto lo elabora” (Muñiz, Lodoño, Correa, Patiño & Restrepo, 2005).


Referencias

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