lunes, 10 de julio de 2023

Consideraciones frente a los retos de la intervención desde trabajo social

   Consideraciones frente a los retos de la intervención desde trabajo social

Natalia Ramírez Moncada





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Universidad del Valle / Colombia


Referencia Recomendada:  Ramírez-Moncada, N. (2020). Consideraciones frente a los retos de la intervención desde trabajo social. Revista de Psicología GEPU, 11 (1), 148-157.

Resumen: Este artículo se construye pensando en los que fueron considerados retos para la intervención del Trabajo Social desde el proceso de formación y la experiencia de práctica profesional en el campo problemático de la salud. Se realiza a partir de establecer argumentos desde la experiencia y el sustento teórico de los mismos, desde la búsqueda bibliográfica sobre los temas aquí expuestos, contrastando teoría y praxis alrededor de aspectos como la ética, el ser sujetos éticos, la construcción del objeto de intervención a partir del análisis riguroso del campo y la población que en el converge, y como estos dos hacen parte de un espacio macrosocial constituido por la sociedad, donde se interviene desde los núcleos microsociales para generar impacto y bienestar. Todo esto desde una praxis profesional en constante reflexión, siendo conscientes del impacto que mis interacciones pensadas pueden tener en el otro/a.

Palabras clave: Sujeto ético, campo problemático, sociedad, campo problemático en salud.

Abstract: This article is based on those that were considered challenges for the intervention of Social Work from the training process and the experience of professional practice in the problematic field of health. It is based on the establishment of arguments from the experience and the theoretical support of the same, from the bibliographic search on the themes presented here, contrasting theory and praxis around aspects such as ethics, being ethical subjects, construction of the object of intervention from the rigorous analysis of the field and the population that converge in it, and as these two are part of a macrosocial space constituted by society, where it is intervened from the micro-social to generate impact and well-being. All this from a professional praxis in constant reflection, being aware of the impact my intended interactions can have on the other.

Keywords: Ethical subject, problematic field, society, problematic health field.

Recibido: 14 de Mayo de 2019 / Aprobado: 25 de Marzo de 2020 

Natalia Ramírez Moncada. Candidata a grado del programa Trabajo Social de la Escuela de Trabajo Social y Desarrollo Humano. Universidad del Valle, Cali. Integrante del Grupo Estudiantil y Profesional GEPU, Universidad del Valle. Integrante del grupo de investigación Estudios de Familia y Sociedad, de la Escuela de Trabajo Social y Desarrollo Humano. Correo electrónico: natalia.moncada@correounivalle.edu.co


Introducción

¿Por qué retos en la intervención social? 

No es un misterio que desde el inicio de la consolidación de la profesión/disciplina del Trabajo Social se han dado discusiones inherentes al quehacer de la misma y de su razón de ser en el ámbito académico, investigativo y de ejercicio profesional o de intervención, sin desconocer con esto que el ejercicio investigativo y de intervención pueden ser complementarios dependiendo de los intereses, enfoques y metodologías pensadas para el ejercicio de delimitación del objeto de intervención y los sujetos con quienes se construye el mismo, en el desarrollo del rol profesional.

Pero hay que tener en cuenta que no se interviene en abstracto, quien construye un proceso de intervención es un profesional con un bagaje y una fundamentación académica específica, construida a partir de necesidades sentidas en un período de tiempo determinado; fundamentación conjugada con la experticia adquirida a partir del desempeño en el rol de trabajador/a social en las diferentes etapas de su ciclo vital, contextos sociales, históricos y políticos, configurando distintos campos problemáticos que son interpretados a partir de intereses propios, institucionales, que parten del contexto o de la intencionalidad de la intervención y la demanda o las necesidades sentidas de los sujetos de intervención, estos mediados por quien interviene,ubicado entre las demandas externas y aquellos principios éticos que dirigen su accionar.

En este orden de ideas quien decide y asume el Trabajo Social como proyecto de vida se enfrenta a diferentes cuestiones atravesadas por todas las opciones antes mencionadas, sin tener, como consideración personal, la opción de permitir que una vaya en detrimento de la otra, si estamos hablando que son sujetos éticos (Barroco, 2003) quienes intervienen desde la profesión. Los planteamientos de este artículo se basarán en la experiencia de la autora sobre su proceso de práctica en el campo problemático de la salud a partir del triángulo Sujeto - Campo problemático - Sociedad donde ubica los retos que tiene el/la trabajador/a social para intervenir.

No obstante, estos retos han entrado a discutirse y concretarse en movimientos sociales, académicos y profesionales. Sin embargo, es desde sí mismos que se inicia la construcción, discusión y permanencia de un proyecto ético profesional que permita hacerles frente.

El sujeto ético

De acuerdo con Barroco (2003) el sujeto ético es quién en el ejercicio mismo de la intervención se plantea todos los dilemas mencionados anteriormente, quien ante “la adhesión consciente a la norma que supone la autonomía frente a las opciones morales; (...) es capaz de deliberar frente a lo históricamente posible, de forma responsable y libre” (pp. 234).  

Antes de avanzar más en este apartado, considero pertinente aclarar que, según los planteamientos de la misma autora, la ética en general y como parte de un proyecto profesional lleva a retomar toda capacidad de acción teleológica (proyectar finalidades a las acciones). Para actuar de esta manera es necesario tener en cuenta dos categorías fundamentales de la praxis, la libertad y la consciencia. 

La ética se da a partir de la reflexión teórica de la vida práctica en la convivencia social que constituye a la moral, siendo esta “el conjunto de costumbres y hábitos culturales [...] transformados en deberes y normas de conducta” (Barroco, 2003: 227). Esta reflexión teórica brinda elementos de orientación en la práctica, constituyendo la base de una crítica que propenda a la transformación de la moral dominante. Cabe resaltar que “la moral es histórica, siendo relativa a las condiciones socioeconómicas y culturales en cada momento histórico” (Barroco, 2003: 228).

Para hablar aquí de la ética como trabajadoras sociales, es necesario retomar que según la FITS y la AIETS  (2004), el Trabajo Social:

“promueve el cambio social, la resolución de problemas en las relaciones humanas y el fortalecimiento y la liberación de las personas para incrementar el bienestar. Mediante la utilización de teorías sobre comportamiento humano y los sistemas sociales, el trabajo social interviene en los puntos en los que las personas interactúan con su entorno. Los principios de Derechos Humanos y Justicia Social son fundamentales para el Trabajo Social” (p. 2).      

 Alrededor de esto sería básico generar en todo proceso formativo y autoformativo la necesidad de no sólo preguntarse cuál es la relación de la ética con el Trabajo Social si no cuál es la relación del ejercicio profesional con la propuesta de un proyecto ético-político comprometido con el/la otro/a. Desde la interacción en espacios microsociales, desde la praxis profesional, desde la definición de campo problemático, desde la construcción del objeto y la relación que se construye con los sujetos de intervención cómo se asume el profesional, como se negocia éticamente los principios del Trabajo Social, en la contribución a generar condiciones de bienestar que apunten a un cambio social, hasta dónde se puede o quiere llegar.   

Se trata de equilibrar el valor de la fundamentación teórica con la fundamentación práctica y el ser social, teniendo en cuenta que la ética es un constructo que se ha generado en la sociedad y expresa el deseo de convergencia y espacio común para las diversas libertades y matices que surgen en una interacción de diferencias (Mardones, 2014). Así, la función social de la ética es trata de mantener “la capacidad de protesta y utopía, en una sociedad donde (…)  imperan las razones funcionales e instrumentales y decrecen las preguntas sobre los fines y los significados últimos de la existencia humana personal y social” (Mardones, 2014: 168).

Siguiendo los planteamientos del autor, la racionalidad actual aparta el accionar de la ética en la medida que se entra en el orden de lo funcional al sistema o lo institucional a partir del empobrecimiento de valores solidarios, comunitarios y la sobrevaloración de la racionalidad estratégica y funcional se ha instalado en el ámbito de la cultura, o el mundo de la vida, donde se dan los encuentros interpersonales y la intersubjetividad va fraguando el sentido de la vida personal y colectiva. 

Los trabajadores y trabajadoras sociales no somos sujetos externos interviniendo en un contexto, pasamos a ser parte del sistema de intervención donde nuestra visión del mundo también forma parte de este, no es en vano que la ética profesional se constituye de una esfera teórica (basada en los presupuestos ontológicos del trabajador social para concebir su visión de hombre y sociedad a partir de esferas filosóficas y teórico metodológicas), la moral práctica (como el comportamiento práctico individual del profesional en congruencia con el conjunto de acciones colectivas dirigidas teleológicamente a la construcción de determinados proyectos), y la esfera normativa (que se expresa en los códigos de ética como un código moral de normas, derechos, deberes y sanciones) (Barroco, 2003).

Campo problemático

Este apartado estará basado en la experiencia personal del proceso de práctica llevado a cabo por la autora del mismo en el campo problemático denominado en semestres previos como Salud, enfermedad y familia. 

Hablar de campo problemático en la intervención social hace referencia a la conceptualización que se realiza después de analizar la tensión que surge de categorías teóricas y empíricas (Cazzaniga, s.f.). Delimita el objeto de intervención y define líneas de abordaje, y “exige mediaciones en vínculo con las nuevas condiciones de reproducción material, social y simbólica por las que atraviesan los sujetos sociales en su vida cotidiana...” (Cazzaniga, s.f.: 3, citando a Rozas, 1997), siendo transversal la perspectiva ética de intervención que tenga el profesional sobre este vínculo. Complementando la concepción de campo problemático se tiene que es 

La explicitación argumentada de los nexos más significativos de la ‘cuestión social hoy’ con relación a la peculiaridad que adquiere la relación problematizada entre sujeto y necesidad" (Parra, 1999, 7; citando a Rozas, 1998:59).

Y el objeto en la medida en que se explicita el campo es,

El objeto de intervención se construye desde la reproducción cotidiana de la vida social de los sujetos, explicitada a partir de múltiples necesidades que se expresan como demandas y carencias y que de esta forma llegan a las instituciones para ser canalizadas o no" (Parra, 1999, 7; citando a Rozas 1998:60).

Desde la experiencia de práctica en el campo de intervención en salud y alrededor de estas definiciones se puede decir que en una institución de salud convergen en la cotidianidad sujetos con afecciones biopsicosociales que con el paso del tiempo y la intervención desde Trabajo Social apuntan a realizar abordajes integrales desde el diagnóstico multidisciplinar. Sin embargo, no hay que perder de vista que la institucionalidad viene demarcada por dinámicas inmediatistas de demanda y respuesta.

Aquí juega un papel importante la disposición al aprendizaje constante, a la autoformación y actualización de información del profesional; y a la construcción y deconstrucción de las metodologías de intervención en una lectura constante y rigurosa del contexto, a nivel individual y grupal desde el área que constituye el equipo de intervención psicosocial. 

Teniendo en cuenta esto, la intervención del Trabajo Social en salud debe ser interdisciplinar, superando la multidisciplinariedad de los grupos de trabajo, pues un diagnóstico integral depende de la disposición y capacidad de la evaluación de las diversas dimensiones que se afectan en un diagnóstico crónico en los sujetos, y a la disposición de intervención desde diversas disciplinas para la comprensión misma del tratamiento y la condición de salud, no sólo de los profesionales a cargo, sino del paciente mismo y su familia. Y es el rol del trabajo social en una institución un nicho importante para la apertura de áreas de intervención, la construcción de procesos que generen impacto y el fortalecimiento del rol de las trabajadoras y trabajadores sociales en los diferentes contextos institucionales. Sin embargo, no se puede olvidar que las mismas tienen unas demandas inmediatas que resolver, pero la calidad de la intervención y experticia del Trabajo Social no puede ir en detrimento por la inmediatez. El tiempo es un recurso que debe ser altamente valorado en los procesos de intervención. 

Como ganancia tenemos a Rozas (2008) y su perspectiva teórico-metodológica de la intervención profesional, y nuestro compromiso político para la transformación de la sociedad a una incluyente. Como ejercicio riguroso de intervención la autora propone una intervención a partir de la inserción, el diagnóstico y la planificación desde una lógica de evaluación y reflexión constante, desde el análisis y reconocimiento del contexto, su realidad, la diversidad de actores, dinámicas e interrelaciones. Se trata de comprender la diversidad de concepciones de ese contexto de los sujetos mismos y la validación de sus demandas a través de un contraste exhaustivo con teorías y argumentos que sustenten el quehacer profesional y su intervención desde la objetivación de determinado problema que adquiere validez desde el interior mismo de esa realidad problematizada. 

Si nuestra formación se instaura en ésta lógica de intervención tenemos un paso adelante en la lógica de transformación social que propone Rauber (2010) , y que es el problema como situación concreta a la que se le busca solución, u objeto de intervención desde la lógica de Rozas (2008). Ambas concuerdan en el aspecto microsocial, la cotidianidad de las relaciones y los sujetos, espacio de intervención profesional para Trabajo Social, espacio de gestación y transformación de lógicas y formas de relacionarse para la construcción colectiva y superación de la fragmentación desde el sistema. Además, para el poder popular se trata de definir el problema central como eje articulador de la integración de las luchas sociales, para el proceso de intervención profesional el objeto de intervención constituye este problema y busca generar el impacto necesario para la transformación social. Ambas autoras parten de la experiencia como proceso inicial de toma de conciencia, de reconocimiento del problema, de la vivencia con otro de mi perspectiva y la de los demás, equiparándose así a la inserción para la intervención profesional y lo vivencial para la formación del poder popular, de regresar sobre el mismo y replantearse constantemente nuevas formas de transformar la visión del mundo.   

No obstante, ambas autoras reconocen que no es un proceso lineal, que es de constante reflexión y construcción y que la participación activa como proceso de toma de conciencia por parte de los sujetos involucrados es necesario para la consecución de objetivos, metas y proyectos desde un proceso democrático e incluyente. Sin embargo, y aunque para ambas propuestas hay limitantes, en necesario reflexionar de manera inmediata sobre aquellos a los que se enfrenta el sujeto en el ejercicio profesional y que demoran en trascender a la lógica abarcativa del poder popular, es la limitación temporal de la intervención, adscrita a instituciones o políticas de intervención que nacen del ámbito macroestructural y que es transversal al sistema capitalista.

Entonces, entre las intenciones de ambas autoras de una intervención desde la lógica para la transformación social, ¿estamos dispuestos a reforzar nuestra convicción política de un ejercicio profesional para superar lógicas hegemónicas de marginación y dominación? Se trata desde el interior del sistema construir poder popular, de intervenir la realidad para tomar conciencia del problema y ser y hacer partícipes a todos aquellos que somos parte de la misma.

La sociedad 

Para la definición de un objeto de intervención dentro de un campo problemático es necesario tener en cuenta que la intervención no se da desde lo intangible, y se da en contextos micro y macro puntuales. Para dar cuenta de lo que pasa actualmente con la sociedad a nivel macro y su análisis se retoman los planteamientos de Montaño (2009), para quien el Servicio Social se ha ido constituyendo a partir de las consecuencias de la racionalidad fragmentada y hegemónica de las clases que detentan el poder material e ideológico y por tanto logran imponer una cultura que es aceptada por todos aquellos que no pertenecen a la mismas, y a la que no tienen acceso para modificar sin realizar un proceso de conocimiento de la totalidad del sistema, si no desarrollan la conciencia que la clase dominante sí tiene. Es el positivismo aquella racionalidad aceptada.

Se evita entonces ese acceso al conocimiento de la realidad a través de la fragmentación e “independización” de las esferas que atraviesan la vida cotidiana de los sujetos, como la económica, la política y la social, llevando al pensamiento de que nunca una afecta a la otra ni influye en su manera de funcionar. Otra forma es la lógica de que se conoce sin actuar, o el mero acto puede prescindir del conocimiento, como dos esferas que también funcionan la una sin la otra; lo que permite que se comparta conocimiento sin pretender transformar la realidad, en abstracto, y se interviene en la misma sin permitirse deconstruir o fundamentar el conocimiento desde la praxis. Así las ciencias sociales radican su conocimiento en esferas (política y económica) fragmentadas, bajo la racionalidad hegemónica. 

El Servicio Social se constituye en ésta lógica, donde la intervención se realiza en situaciones particularizadas e inmediatas, inmersa en una relación circular de la construcción de políticas segmentadas que definen la intervención, y las intervenciones que no trascienden a la transformación social pues no se piensan más allá de un orden social inmediato, en una esfera específica, sin buscar afectar las demás. Así mismo, el conocimiento que se pretenda construir estará atravesado por “perspectivas puntuales y objetos parcializados”. Con la reconceptualización la lógica continúa estando bajo la mirada de una praxis para lo cotidiano, y la teoría al conocimiento operativo.

Para llegar a esa ruptura con la lógica positivista, se debe tener en cuenta que no es imperativo que en una intervención se tenga que generar conocimiento teórico nuevo, pues para elaborar un diagnóstico se hace posible recurrir al conocimiento previo construido en la profesión o a un conocimiento que no sea de índole teórica; así mismo hay que mencionar que el conocimiento tiene diferentes fuentes y maneras de manifestarse, no todo el conocimiento es teórico ni debe estar en función del mismo, y no siempre el conocimiento científico o un análisis dialógico de la realidad va a poder coincidir con el margen de intervención de la profesión. 

La ruptura en la racionalidad posmoderna se complementa con la comprensión de realizar intervenciones basadas en el objeto de intervención como un actor integral, que se moviliza en esferas interconectadas, y no a partir de conocimientos previos construidos sólo por la profesión, o que la infraestructura de la institución retiene la intervención en su interior y no puede llegar a la comunidad a partir de un saber construido con el/la otro/a en la misma. Se debe dejar de lado el imperativo de la relación práctica-teoría, evitando subordinar una a la otra y creando una relación conflictiva, pues sería una relación pragmática que dificultaría la comprensión de la realidad histórica y social. Así mismo, esto influye en el desempeño profesional, pues no toda intervención está ligada a la producción o aplicación del conocimiento en la misma, o las metodologías establecidas no están exentas de adaptaciones al conocimiento situacional, buscando trascender en la medida de su intervención a articulaciones con la totalidad. 

Para ello, y siendo muy puntual con lo que dice el autor, se debe tener en cuenta que el horizonte de análisis no se agota en el horizonte de intervención; que la intervención aunque se manifiesta en situaciones de corto alcance, la profesión no debe perder su intencionalidad de construir procesos en horizontes de largo plazo, y vincular todo ello con una perspectiva de totalidad, que mire críticamente todo el aparato estatal y su función en la reproducción de la dinámica social, politizando cada espacio de intervención reconociendo cada contradicción en la misma, la diversidad de intereses dependiendo de donde provengan (institución – sujeto); la articulación de la realidad micro con la perspectiva macro que la condiciona, y finalmente tener en cuenta los intereses y perspectivas en la intervención del profesional y el posicionamiento que esto implica frente a las demandas de la institución donde se ubica y los sujetos y actores con quiénes realiza procesos de intervención, orientados a la transformación a largo plazo y la consolidación y cumplimiento de todos los derechos a los que tenemos acceso, pero que quedan en detrimento de intereses dominantes.

Conclusiones
 
La praxis ética sigue siendo la vía tradicional de reflexión democrática más viable para la construcción de un proyecto profesional propio, basada en la libertad y la autonomía ante un contexto ya determinado. Sin embargo, este contexto siempre será cambiante en el trasegar histórico de una sociedad y es aquí donde entra en juego la praxis ética como manera de proceder ante mis actos, la idea es que no sea algo que se toque a manera de discusión académica o gremial, sino que se convierta en un accionar constante, en una vigilancia propia y del otro sobre el ejercicio del rol profesional. 
 
Se trata de una reflexión retrospectiva y principalmente de aprendizaje significativo, donde se consolida qué se desea y que no en el ejercicio profesional propio, que abarca una parte importante de nuestras vidas al escoger Trabajo Social como proyecto formativo y profesional. Y es el campo problemático de la Salud, enfermedad y familia, un amplio campo de aprendizaje y oportunidad de construcción desde la profesión; oportunidad para dar vida a la potencialidad y creatividad del acompañamiento y desarrollo académico, las ganas de crecer como profesionales, comprender y acercarse acertadamente a las problemáticas que afectan las poblaciones que nos invitan a pensarnos otra sociedad; eso sí, desde los espacios microsociales, que son las células que conforman este gran entramado social, y desde donde podemos impactar realmente a un otro/a.
 
Es acertado que en la metodología de intervención del Trabajo Social se tengan en cuenta todos los niveles de abordaje de una problemática, teniendo en cuenta que un espacio microsocial y su dinámica siempre va a estar configurado por fuerzas en pugna mayores a este, y que determinan la intencionalidad de la intervención. 
 
Pensar en transformación desde la intervención en Trabajo Social es pensar como un sujeto ético ejerce su ejercicio y praxis en un campo problemático específico mediado por las tendencias sociales y la moral dominante del accionar de cada individuo. Alguien dijo “no se hace intervención sin igualmente ser intervenido”, qué tanto de lo que estamos analizando, estudiando y construyendo con y hacia un otro nos está dando realmente la visión necesaria de nosotros mismos, o estamos permitiendo darnos a la tarea de comprender esto y ser lo suficientemente claros para vivenciarlo y así mismo actuar consecuentemente. 

Referencias
 
Barroco, M. (2003). Los fundamentos socio - históricos de la ética. En: Servicio Social Crítico. Hacia la construcción del nuevo proyecto ético-político profesional. Cortez Editora.
 
Cazzaniga, S. (s.f.). El abordaje desde la singularidad. 
 
Domingo, A. (2007). Horizontes éticos del Trabajo Social, Análisis de prácticas profesionales en Política Social. Un pronombre peligroso. En: Aguayo, C., López, T. y Quiroz, T. (2007). Ética y Trabajo Social en las voces de sus actores: un estudio desde la práctica profesional. Colegio de Asistentes Sociales, Santiago de Chile. 
 
FITS y AIETS (2004). Principios éticos del trabajador social. La Ética en el Trabajo Social, Declaración de principios. Versión en español, Consejo General de Colegios Oficiales de Diplomados en Trabajo Social, España.         
 
Mardones, J. (2014). Democracia y ética civil. Revista La Praxis Filosófica, vol 2. Universidad del Valle, Santiago de Cali. 
 
Montaño, C. (2009). La relación teoría-práctica en el Servicio Social: desafíos para la superación de la fragmentación positivista y post-moderna. Ponencia presentada en el XIX Seminario Latinoamericano de Escuelas de Trabajo Social. Universidad Católica Santiago de Guayaquil. Ecuador.
 
Parra, G. (1999). El objeto y el Trabajo Social. Algunas aproximaciones a la problemática del objeto en el Trabajo Social. Desde el fondo, Cuadernillo No. 15. Paraná. FTS - UNER.      
 
Rauber, I. (2010). “Dos pasos adelante, uno atrás. Lógicas de superación de la civilización por el capital. Capítulo IV: el poder popular se construye desde abajo”.  Bogotá: Ediciones desde abajo.
 
Rozas, M. (2008). “Una perspectiva teórica metodológica de la intervención en Trabajo Social. Capítulo IV: El proceso metodológico en la intervención profesional”. Argentina: Espacio Editorial. 
 

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