martes, 21 de mayo de 2013

El Narcisismo… Freud y Lacan


El Narcisismo… Freud y Lacan


 Néstor Martínez Castro 
Descargar en PDF  


Néstor Martínez Castro es Psicólogo de la Universidad de Ciencias de la Información UCINF, estudiante del Magíster en Teoría y Clínica Psicoanalítica de la Universidad Diego Portales. Correo electrónico: etumcee@gmail.com
Recibido: 12 de Febrero de 2011
Aceptado con Recomendaciones: 13 de Mayo de 2011
Aprobado: 
23 de Julio de 2011

Referencia Recomendada: Martínez-Castro, N. (2012). El narcisismo… Freud y Lacan. Revista de Psicología GEPU, 3 (1), 79 - 89.  
Resumen: En el presente texto se pretende formular una visión integradora a partir de la conceptualización metapsicológica que es el Narcisismo Primario propuesta por Freud, a la luz de los aportes de Lacan, intentando clarificar sus contribuciones y divergencias respecto de este tema. Es importante señalar de entrada, que si bien Lacan no habló de narcisismo primario, consideramos posible una lectura a la luz de este concepto haciendo cruces y diálogos entre ambos autores, con la finalidad de enriquecer el entendimiento de este periodo. Se parte de un esbozo al recorrido freudiano que haga posible visualizar cómo se manifiesta este concepto en la obra de Freud, hasta llegar al punto crucial en “Introducción del Narcisismo” de 1914, y resaltar luego la importancia de este momento en la constitución subjetiva, tomando principalmente la Teorización lacaniana del Estadio del espejo como formador subjetivo. 

Palabras Claves: Narcisismo Primario, Estadio del Espejo, Subjetividad, Psicoanálisis. 


Esbozo del Concepto

La noción de narcisismo o Narzissmus como la denominó Freud, aparece por vez primera en la segunda edición de sus “Tres ensayos de teoría sexual” (1909) en una nota al pie de página y es tomada por éste a partir de los trabajos de Ellis y Nacke. Lo siguieron algunos desarrollos en su libro sobre Leonardo da Vinci (1910) y el caso Schreber (1911), sin embargo, no es hasta “Introducción del narcisismo” (1914), cuando las ideas y reflexiones freudianas sobre este concepto llegarán a ocupar su verdadero sitial en la teorización acerca del desarrollo sexual y las relaciones que el yo establece con objetos externos.

Digamos que hasta entonces el narcisismo era considerado una perversión toda vez que refería a aquella “conducta por la cual un individuo da a su cuerpo propio un trato parecido al que daría al cuerpo de un objeto sexual; vale decir, lo mira con complacencia sexual, lo acaricia, lo mima, hasta que gracias a estos manejos alcanza la satisfacción plena” (Freud: 1914, 71)

Así entonces, el narcisismo en un primer momento es considerado una perversión, en tanto el cuerpo propio se convierte en posibilidad de satisfacción erótica, tomado este como objeto sexual. Esta idea le permite a Freud pensar en el estatuto de la elección de objeto en la homosexualidad, que en sus “Tres ensayos” forma parte de las perversiones y que en la 26º conferencia sobre Libido y Narcisismo, corresponde a una elección narcisista de objeto. Es decir, existiría un objeto donde se ama aquello similar al yo propio (Freud, 1916-17).

Sin embargo, los análisis van mostrándole que es posible ampliar esta concepción, ya que rasgos aislados de lo que entendía hasta ese momento (1914) por narcisismo, se encuentran en personas con diversas características y perturbaciones, y no tan solo en perversos.

Freud entonces, se sirve de diversas fuentes tales como la esquizofrenia, la psicología infantil, los estudios sobre la vida mental de los primitivos, los hipocondríacos y el enamoramiento, para ampliar y modificar su concepción sobre el narcisismo. Y de esta manera, el narcisismo ya no es “un comportamiento específico sino un modo a través del cual la energía sexual se vuelca principalmente sobre el yo, restando posibilidad de investir objetos” (Fliman: 2008, 69).

Deja de ser un fenómeno privativo de las perversiones, para insertarse como parte del “desarrollo sexual regular del hombre” (Freud: 1914, 71). Así es como Freud avanza en su concepción de narcisismo y que lo lleva a plantear la distinción y existencia de dos tipos de narcisismo, uno primario y otro secundario.

Narcisismo Primario y Secundario

Podemos decir que respecto del narcisismo primario es posible destacar dos puntos. El primero corresponde a la relación del infans con quien le prodiga cuidados y la satisfacción de sus necesidades; la segunda, referida a la catexia del propio cuerpo. De esta manera hallamos que el Narcisismo primario en Freud dice relación con el estado de indiferenciación propia de los primeros tiempos de la vida, que ubica a la cría humana en una situación de dependencia absoluta respecto del otro materno, principalmente por el estado prematuro de sus órganos, requiriendo del auxilio de otro para satisfacer sus necesidades, y en lo relativo al segundo punto, consignamos que se desprende del autoerotismo.

Al respecto Freud dirá que “el autoerotismo era la práctica sexual del estadio narcisista de colocación de la libido” (Freud: 1916-17, 379), en este momento vemos el estadio del espejo lacaniano, pues lo característico en esta fase para Lacan es una estructura narcisística que se pone en juego. No solo porque la libido se dirige al propio cuerpo, sino también porque para él la posibilidad de muerte por insuficiencia vital esta presente y además por “la Imago del doble” (Lacan: 1938, 56), que en definitiva no contiene al otro.

Estos dos últimos puntos son aportes lacanianos a la comprensión del narcisismo y agregará un aspecto fundamental a esta fase característica del aislamiento afectivo, fundante de la subjetividad, en tanto identificación con una imagen de la cual no puede distinguirse. Y es que “la unidad que introduce en las tendencias contribuirá a la formación del yo. Sin embargo, antes que el yo afirme su identidad, se confunde con esta imagen que lo forma, pero que lo aliena de modo primordial” (Lacan: 1938, 56), esta parece ser entonces la característica central de esta fase según Lacan… formación, alienación, unidad corporal y afectiva, ausencia de relación con el otro.

Cabe mencionar que desde el “Proyecto” (1895) Freud plantea la existencia de un tiempo primero, mítico, de felicidad absoluta. Satisfacción primordial que marcará a las posteriores, momento de “Goce” (para emplear un concepto importado de la filosofía del derecho hegeliano, por Lacan) autoerótico en el lazo indiferenciado con la madre, que deberá ser interdicto. Y donde el yo (en formación) quedará investido con los atributos de completud y al cual constantemente se tenderá a regresar. Se realizarán intentos por recuperar el trono de “his majesty the baby”. Siempre y cuando, haya otro que lo reconozca como tal, es decir, le otorgue ese lugar simbólico.

Digamos con Lacan, que en este tiempo el otro ubica al niño en posición de objeto. Situado simbólicamente como Falo Materno, este intentará identificarse con el deseo de su madre, pretendiendo colmar el vacío de esta. Es decir, deseo de deseo. Este es el primer momento del Edipo según Lacan, donde la relación madre - hijo esta muy cercana a la fusión y además donde el deseo del niño esta “totalmente sujeto al deseo de la madre” (Dor: 1985, 93), el niño esta completamente alienado en la dialéctica fálica, “ser o no ser el Falo”.

Este punto es central, es un aporte de Lacan a la comprensión del complejo de Edipo, donde en sus inicios existiría esta identificación con aquel objeto que supone colma el deseo materno.

Para Freud sin embargo, en la medida en que la madre es capaz de satisfacer las necesidades del niño (en este periodo la proximidad entre ambos, supondrá una inmediatez en dicha satisfacción), aparecerá como el primer objeto amoroso, dirá que el infans “elige sus objetos sexuales tomándolos de sus vivencias de satisfacción” (Freud: 1914, 84), la cual denominará de tipo anaclítico o por apuntalamiento, variante de la elección de objeto narcisista. Cabe mencionar que en este punto existen diferencias con lo planteado por Lacan, quien asevera que toda elección amorosa es narcisista, aún las denominadas anaclíticas.

Braunstein dirá, en relación con esta lectura lacaniana de las elecciones de objeto por apuntalamiento que “no es sino una variación de la elección narcisística en tanto que la predilección amorosa, la madre nutricia y el padre protector, no son sino los sustentos necesarios para ese yo del narcisismo” (Braunstein: 2006, 35).

Con respecto del narcisismo secundario en Freud, diremos que corresponde a un posicionamiento libidinal posterior, aparece como el resultado del repliegue de la libido sobre el yo, a consecuencia de la desinvestidura de objetos exteriores, para Lacan el Narcisismo secundario será aquel por el cual, aún tomando un objeto exterior como objeto amoroso, en el otro, se encuentra y se ama a si mismo.

Es así como de esta distinción entre narcisismo primario y secundario, Freud plantea la posibilidad de pensar la existencia de una “originaria investidura libidinal del yo” (Freud: 1914, 73), de la cual se desprenderá luego una parte de el y se convertirá en libido objetal y un resto quedará como libido yoica, las cuales tendrían entre si una relación inversamente proporcional, ya que el efectuar una mayor inversión libidinal sobre los objetos, traería por consecuencia un empobrecimiento en la libido yoica y viceversa.

Cuestión posible desde la perspectiva de Freud por el hecho de que las pulsiones de autoconservación son también de naturaleza libidinosa, es decir, pulsiones sexuales que han tomado al yo como objeto sexual (Freud: 1923). Este punto es desestimado por Lacan, quien ve la supuesta bipartición libidinal como consecuencia del efecto enajenante del atravesamiento por el estadio del espejo, haciendo posible entonces, la relación mencionada más arriba, entre narcisismo y pulsiones de muerte.

Siguiendo a Freud en esta época, diremos que en un comienzo ambas “energías psíquicas” (Freud: 1914) están unidas y no es posible distinguirlas, sin embargo, en la medida en que se van efectuando investiduras de objeto, se hace posible hablar de libido yoica o autoconservativa y de libido objetal o sexual, hipótesis que se conservará de ahí en Freud, hasta la formulación de un Más allá del principio del placer, momento en que abandonará esta dualidad pulsional, por el planteamiento que mantendrá de ahí en más, sobre pulsiones de vida y de muerte.

Salida del Narcisismo

Pero aparecen algunas preguntas, Freud plantea la existencia de dos tipos de libido, en parte como respuesta a Jung y también porque le resulta importante para graficar y entender el narcisismo, sin embargo ¿Cómo se efectúa dicha diferenciación?, ¿Qué hace posible que una libido se dirija a objetos y otra libido se dirija al yo?, si en este momento el yo se encuentra en formación ¿Cuál es el papel del narcisismo en su formación?

Dejamos en claro de antemano que las posturas de Freud y Lacan son diferentes, el primero se encuentra descubriendo a la vez que teoriza el narcisismo, por su parte Lacan no Habla de narcisismo primario y la investidura libidinal hacia los objetos es explicada de otra manera. Acá intentaremos dar cuenta de estas diferencias.

Diálogos entre Freud y Lacan

Freud dirá que uno pasa del narcisismo al amor objetal por una necesidad, para no enfermar, ya que el hecho de depositar libido sobre objetos externos ocurre “cuando la investidura del yo con libido ha sobrepasado cierta medida” (Freud: 1914, 83) y entonces para no provocar una estasis libidinal en el yo, la cual tendría efectos patógenos, se realiza la separación y distribución de libido hacia objetos que están fuera.

Esta concepción freudiana llama la atención, primero al presentar al yo como un receptáculo, como un lugar donde la libido en su carácter cuantificable, vendría a llenar y rebasar un cierto límite, un umbral.

Con la misma idea de umbral, pero explicada de manera distinta a partir de la identificación primordial con la gestalt exterior del otro en el estadio del espejo, Lacan dirá que “la imagen especular parece ser el umbral del mundo visible (…) [y hará posible] establecer una relación del organismo con su realidad” (Lacan; 1988). Es decir, que la identificación alienante con la imagen venida desde el otro, hace posible el paso al reconocimiento del otro. Esto es, en el momento que me identifico y hago mía la imagen del otro, se hace posible comenzar a distinguir al otro.
 
Sin embargo, Freud planteará un concepto fundamental en los avatares del narcisismo primario. El Complejo de Castración. Pero no avanza en esa dirección, es mas, lo deja dando votes, en suspenso. Será Lacan quien con posterioridad se refiera a la relación Narcisismo – Castración, y afirmará entre otras cosas que no tiene nada de complejo. Explicará esto como efecto del ingreso al lenguaje, al Simbólico, momento en el cual se hará posible el devenir subjetivo, en correspondencia con el Nombre del Padre. Y si anteriormente dijimos que el infans se encuentra alienado en la dialéctica del Falo, entre ser o no ser el Falo, esta referencia a otro lugar donde se dirigirá el deseo materno, instalará la dialéctica del tener.

De esta manera y siguiendo a Lacan, diremos que es el Otro en tanto lugar donde se sitúa la cadena significante, lo que dará las posibilidades para que el sujeto sea y se haga presente, el grito de malestar se transforma en demanda, y el infans deberá hacerse un lugar para habitar en la red de significantes, gracias al reconocimiento y atribución de una subjetividad otra, el sujeto es entonces “efecto del significante” (Lacan: 1964, 215), el cual al producirse en el campo del Otro hace posible su significación.

A esto nos referimos entonces cuando decimos “reconocimiento y atribución de subjetividad”. Este movimiento deberá ser realizado por el Otro Materno y atribuir una otredad en ese grito, un saber en ese llanto, en ese silencio del infante, en sus movimientos y cambios de temperatura, por poner algunos ejemplos. Todos estos signos, deben ser leídos y significados por el Otro, y solo así es como las necesidades de la cría humana, en un proceso de significación por el adulto se van satisfaciendo, se va libidinizando el cuerpo en lo que denominamos el autoerotismo, es decir,  se va narcisizando.

Y es justamente de ese paraíso desde el que se cae. Caída dolorosa y necesaria producto de la castración. Digamos que la castración en Lacan no escomo en Freud una amenaza, es “salvadora, la amenaza verdadera, la terrible, es que la castración llegue a faltar” (Braunstein: 2006, 47), lo peligroso es quedar atrapado en el Goce, en la relación simbiótica con la madre. Esta es justamente la lectura que Lacan hace de la fobia de Juanito. La castración lacaniana  indica justamente la pérdida de este paraíso Falico del narcisismo primario, que se supone en la asociación indiferenciada, gozosa con el otro Materno.

Es entonces, que el efecto salvador de la castración hará posible, perdida mediante (objeto a), la emergencia de un sujeto deseante, el cual a través de la palabra podrá simbolizar la perdida del Goce o herida Narcisista dejada por la Castración, toda vez que el deseo de la madre se dirija a un elemento tercero, el Padre. Cuestión posible en modalidad aforística, siguiendo el enunciado de Braunstein cuando señala que “en el principio era el goce pero de ese goce no se sabe sino a partir de que se lo ha perdido” (Braunstein: 2006, 41) cuando se ingresa al lenguaje.

No es la idea, extenderse mucho mas respecto de la Función Paterna o el Nombre del Padre, aquel que “le da su peso a la ley” (Lacan: 1957-58, 158), sino solamente subrayar su importancia en la constitución subjetiva, a partir justamente del corte (Ley) que ejerce en el goce de la díada madre-hijo, cuestión que hará posible la sexuación en tanto remite al Edipo, como triangulación deseante referente a un cuarto elemento, al que Padre-Madre-Hijo dirigirán su deseo… el Falo.

Implicancias
“El desarrollo del yo consiste en un distanciamiento respecto del narcisismo
primario y engendra una intensa aspiración a recobrarlo”

 - Freud (1914, 96)

Tomando esta cita, diremos que en el narcisismo primario se juega algo decisivo en la constitución subjetiva de cada uno de nosotros, para Freud este distanciamiento es efectuado por acción del desplazamiento libidinal desde el narcisismo al ideal del yo. Es decir, que si el Yo ideal corresponde al “amor de si mismo de que en la infancia goza el yo real” (Graiño 2007, 12), por efecto de la castración se abandonará estas primeras satisfacciones narcisistas y se intentará recuperarlas por el desplazamiento hacia el Ideal del Yo.

Siguiendo a Lacan, el efecto salvador de la Castración se encuentra entonces en que nos libra del Goce. Este Ideal del Yo cumple además, en el plano simbólico, la función de regular la estructura imaginaria, las identificaciones y los conflictos presentes en sus relaciones con sus semejantes (Chemama: 1996).

Distingamos algunas de las implicancias que se desprenden de este momento crucial de ingreso al orden Simbólico:

En Freud, del narcisismo resignado como parte del ingreso a la cultura, deviene el Ideal del Yo, “instancia psíquica que elige entre los valores morales y éticos requeridos por el Superyo aquellos que constituyen un ideal al que el sujeto aspira” (Chemama: 1996, 209) y con el que se medirá y hará posible la represión de algunos contenidos que entren en conflicto con dicho ideal.

Esto, con todo lo que implica en cuanto relaciones sociales, con la autoridad y con la ley. Como el sujeto se ve obligado a dejar parte de su narcisismo, se crea este ideal, desplazamiento narcisistico compuesto de las perfecciones de lo resignado, para mantener, para no abandonar definitivamente su narcisismo.

De este mismo ideal, el cual dificulta la satisfacción libidinal catalogando algunas mociones como inconciliables, se desprende otra cuestión significativa, y es que, “donde no se ha desarrollado un ideal así, la aspiración sexual correspondiente ingresa inmodificada en la personalidad como perversión” (Freud: 1914, 97), es decir, que el polimorfismo perverso propuesto por Freud, es modificado por este ideal y donde no actúa, se manifiesta en el sujeto, sea como rasgo o como personalidad perversa.

También se juega en parte la elección de objeto, que como dijimos según Freud puede ser del tipo por apuntalamiento, es decir, idealizando el objeto en el enamoramiento o al modo narcisista, amando al otro como a uno mismo, como uno fue, como quería ser o como alguna vez fue y perdió.

Otra implicancia de esta teorización es la posibilidad de ser un sujeto deseante, en tanto deseado en primer tiempo, será posible pasar de la carne al cuerpo, ya que ser libidinizado por otro, ser esperado y deseado, genera un espacio simbólico donde habitar en tanto sujeto de deseo, para lo cual la perdida es absolutamente necesaria.

Desde el narcisismo resignado en este tiempo primordial, aparece la posibilidad de amar a un hijo, es decir, que el amor de los padres por sus hijos resulta en cuanto que a través de ellos, sus hijos, los padres satisfacen su propio narcisismo resignado alguna vez. Tal como dirá Freud “el conmovedor amor parental, tan infantil en el fondo, no es otra cosa que el narcisismo redivivo de los padres, que en su transmudación al amor de objeto revela inequívoca su prístina naturaleza” (Freud: 1914, 88)

Es decir, que para prodigar cuidados a un hijo, es necesario haber atravesado antes por la castración, ya que de este modo, podrá el hijo ser narcisizado, cuidado y deseado, en tanto representante simbólico (Falo), capaz de llenar el agujero de la propia falta.

A Modo de Conclusión


El narcisismo primario en cuanto construcción metapsicológica de Freud, “es la conformación esperada y normal de una investidura libidinal original desde la que se ceden investiduras a los objetos” (Fliman: 2008, 70) y que se hace posible con la presencia materna o para ser mas específicos, con la presencia del deseo materno que habilita la libidinización en tanto esta es parte de la Función Materna.

Es de este modo, que con el ingreso al orden simbólico se hace necesario e impostergable el atravesamiento por la castración, dejando como resultado una perdida fundamental que sugerirá el camino de acceso al Edipo, la subjetivación y sexuación de un sujeto deseante.

El desarrollo del narcisismo, hizo posible la comprensión de fenómenos tales como la psicosis, las depresiones, el amor, entre otros y hace posible un entendimiento y abordaje clínico, resaltando así su importancia.

Los postulados del Estadio del espejo permiten una identificación fundante que hace posible entre otras cosas la “permanencia mental del yo” (Lacan: 1988, 88) así como “establecer una relación del organismo con su realidad” (Lacan: 1988, 89), que organiza la relación con el cuerpo al asumir la imagen especular gracias a la presencia del otro, el que con su mirada, sus cuidados, su dedicación, hará posible la emergencia de un cuerpo libidinizado y organizado, cuestiones que en los trastornos psicóticos se observan sus implicancias en fantasías y alucinaciones del cuerpo fragmentado (Lacan 1948).

Además, esta imagen fundante es la base del yo, es decir, imagen que permitirá el reconocimiento de un yo como distinto del resto. Base de la existencia, ya que permitirá integrar en un todo, los pedazos desperdigados, propios de la prematurez de cómo se nace.

Referencias 



Braunstein N, El Goce, un concepto Lacaniano, 2006, Siglo Veintiuno Ed.

Chemama R, Diccionario del psicoanálisis, 1996. Amorrortu Ed.

Dor J, Introducción a la lectura de Lacan, el inconciente estructurado como lenguaje, 1985. Ed. Gedisa.

Freud S, Introducción del Narcisismo, 1914. Ob. Completas Amorrortu Ed. Vol. 14

Freud S,  La teoría de la libido y el narcisismo 1916-17. Ob. Completas Amorrortu Ed. Vol. 16

Freud S, Teoría de la libido, 1923. Ob. Completas Amorrortu Ed. Vol. 18

Fliman V, Presencia materna, narcisismo y reconocimiento primordial. Diálogos entre Lacan y Winnicott. 2008, en Objetos caídos, Ed. Universidad Diego Portales.

Graiño C, Teoría, Clínica y Práctica en Psicoanálisis. 2008, Ed. Letra Viva.

Lacan J, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, 1964. El Seminario, Paidos Ed.

Lacan J, Las formaciones del inconciente, 1957-58. El Seminario, Paidos Ed.

Lacan J, La Familia, 2003 (1938) Ed. Argonauta.

Lacan J, Escritos 1La agresividad en psicoanálisis, 1988 (1948). Paidos Ed.

Lacan J, Escritos 1El estadio del espejo como formador de la función del yo, 1988 (1949). Paidos Ed.


miércoles, 8 de mayo de 2013

Contribuciones Psicoanalíticas en la Valoración del Daño Psicológico en Víctimas de Violencia


Contribuciones Psicoanalíticas en la Valoración del Daño Psicológico en Víctimas de Violencia


 Diego Armando Heredia Quintana

Descargar en PDF



Diego Armando Heredia Quintana es Psicólogo de la Universidad de Antioquia en los énfasis Clínico y Jurídico, Docente de Cátedra de la Regionalización y Perito del Departamento de Psicología de la UdeA. Especialista en Valoración del Daño en la Salud Mental de la Universidad CES. Correo electrónico: diego.psicologoudea@hotmail.com / Cel: 3117527831
Recibido: 26 de Marzo de 2011
Aprobado: 18 de Octubre de 2011

Referencia Recomendada: Heredia-Quintana, D. A. (2012). Contribuciones psicoanalíticas en la valoración del daño psicológico en víctimas de violencia. Revista de Psicología GEPU, 3 (1), 64 - 78.    
Resumen: La valoración del daño psicológico en víctimas de violencia es un proceso complejo que requiere no solo la identificación de síntomas, sino la comprensión de los mismos; si bien, para los juristas el daño psicológico sólo puede considerarse bajo entidades diagnósticas patológicas, algunos autores de teorías de la psique conciben que cualquier tipo de afecto que se puede categorizar como “negativo” —el cual es resultante de un evento traumático— puede considerarse como daño psicológico. En estos procesos de valoración, el psicoanálisis viene a situarse como una teoría que aporta un conocimiento claro sobre los aspectos inconscientes que influyen en la generación del síntoma por eventos traumáticos, alejándose de toda concepción pragmática, y permitiendo entender todo aquello que se sitúa más allá de la consciencia.

Palabras Claves: Psicoanálisis, Daño Psicológico, Trauma, Real, Inconsciente.

Abstract: The assessment of psychological damage in victims of violence is a complex process that requires not only identification of symptoms, but the understanding of them, although, for lawyers only psychological harm can be regarded as pathological diagnostic entities, some authors of theories conceive of the psyche than any kind of affection that can be categorized as "negative", which is the result of a traumatic event can be regarded as psychological harm. In these processes of assessment, psychoanalysis is to position itself as a theory that provides a clear understanding of the unconscious aspects that influence the generation of symptoms by traumatic events, away from any pragmatic approach, allowing understanding everything that lies beyond consciousness.

Key Words: Psychoanalysis, Psychological Damage, Trauma, Real, Unconscious.


La violencia afecta a las todos los seres humanos, independientemente de la cultura, clase social, etnia, educación, género u orientación sexual.

Cuando se habla de víctimas de violencia, es común escuchar las voces que exigen reparación; pero, si tradicionalmente se ha considerado más el resarcimiento económico por los daños patrimoniales, el discurso jurídico también reconoce la posibilidad de reparar los daños psicológicos y los denomina extrapatrimoniales.

Por daño se puede entender en un sentido muy amplio cualquier detrimento, dolor, sufrimiento o mengua que pueda sufrir algo o alguien; sin embargo, desde esta perspectiva cualquier transgresión o conflicto genera daño y entonces se hace preciso definir qué se entiende por daño psicológico en el contexto judicial.

Si bien el Derecho no concibe el término daño psicológico como una categoría autónoma dentro de sus códigos, no desconoce su existencia, por tal razón en los procesos civiles, penales o jurídicos, se contempla la alteración a las condiciones de existencia. El sufrimiento padecido por la víctima, según Gil Botero (2010), genera la modificación del curso de su existencia, de sus ocupaciones, hábitos y proyectos, alterándose el devenir cotidiano, modificando grave, sustancial y anormal del proyecto de vida, en otras palabras, según la interpretación que los juristas hacen del daño psicológico, se podría decir que es un daño moral agravado, obteniendo o generándose así un orden patológico del sufrimiento.

De igual manera, dicho autor manifiesta el carácter insuficiente de este concepto de alteración a las condiciones de existencia para abarcar todo lo relacionado con lo psíquico. En esta misma vía, la Dra. Ruth Stella Correa, magistrada del Consejo de Estado, coteja el concepto de daño a la salud, entendiéndolo tanto físico como psíquico, para referirse a las consecuencias de los eventos, pero sin apartarse del carácter patológico que debe tener lo psicológico para considerarse eventualmente como daño. 

Por otro lado, de acuerdo con Echeburúa y colaboradores (2002) el daño psicológico se puede entender como la consecuencia de un suceso negativo que desborda la capacidad del sujeto para afrontar los nuevos sucesos, sin importar si su resultante es o no de orden psicopatológico según los manuales diagnósticos; de acuerdo con este autor, dicha consecuencia por lo general es el producto de la percepción de una situación de vulnerabilidad hacia la vida o integridad tanto propia como ajena.

Aquellos que defienden la causa de las víctimas, plantean que los eventos violentos generan trauma o daño psicológico, aseveración a la cual los juristas responden con cautela en la medida en que no todo hecho de carácter lesivo genera alteraciones en el psiquismo de las personas; por tal razón exigen los peritajes psicológicos, que permitan establecer el daño y, en ocasiones, la vulnerabilidad del sujeto a sufrir el mismo, es decir, definir lo que estructuralmente hace que un sujeto se muestre frágil ante cierto tipo de estímulos.

Los aportes que la psicología puede brindar a este asunto son múltiples, dependiendo de las diferentes orientaciones o corrientes teóricas, tales como la humanista, la cognitiva, la dinámica o el mismo psicoanálisis, siendo este último el eje teórico del presente escrito. Por tal razón, y dadas las diferencias conceptuales que en su momento pueden llegar a presentar la psicología y el psicoanálisis, es necesaria   una breve definición de lo que este último concibe o considera desde sus preceptos teóricos en relación con el daño psicológico.

Si bien existen diferencias teóricas entre psicología y psicoanálisis, desde este último, se podría realizar una aproximación a lo que se entiende por daño psicológico trayendo a colación lo que Freud denomina como trauma psíquico en sus conferencias de Introducción al Psicoanálisis, entre 1915 y 1916: aspectos perturbadores de la vida psíquica de las personas que han quedado “[…] fijadas a un determinado fragmento de su pasado, siéndoles imposible desligarse de él y mostrándose, por tanto, ajenas al presente y al porvenir” (Freud, 1915, p. 287). Por su parte, desde la perspectiva lacaniaca se denomina al encuentro con el acto violento como un encuentro con lo Real, término utilizado por Lacan en su Seminario XXIV, entre 1976-1977, para referirse a aquello que desborda toda significación del sujeto o, en otras palabras, y para entender el trauma, se considera como el tropiezo con aquello que es imprevisto, sorprendente, carente de significación. Es decir, el encuentro con lo Real se refiere a “cuando el azar y los avatares de la existencia de un sujeto producen una ruptura del equilibrio, algo de lo que está oculto bajo la realidad psíquica emerge en forma desencadenada y devela algún aspecto de goce desconocido” (Aristizábal & Palacio, 2003, p. 242).

Desde el psicoanálisis freudiano se parte de que las experiencias traumáticas en gran medida traen consigo una carga afectiva de eventos pasados y de que su elaboración implica comprender la incidencia de tales eventos en las experiencias traumáticas más recientes. Aquí, no se trata de desconocer las dolorosas situaciones por las que atraviesa un sujeto víctima de la violencia, al contrario, se trata de establecer la relación entre el producto de dichas experiencias y las construcciones simbólicas que hacen los sujetos en el proceso de estructuración de su psiquismo. Por tal razón, “se reconoce a un sujeto con temores y carencias, pero también con posibilidades, capacidades e iniciativas psíquicas para realizar valoraciones de los hechos o riesgos a los que se enfrenta” (Aristizábal & Palacio, 2003, p. 242). Así, “las respuestas frente a los diversos hechos de violencia dependen de los recursos psicológicos del afectado, de las características y severidad del hecho traumático y de su historia personal y social” (Aristizábal & Palacio, 2003, p. 243).

De acuerdo a lo planteado en párrafos anteriores, en este trabajo de revisión teórica se aborda el concepto de daño en la salud mental de la víctima de violencia como el resultado de un hecho, o de un conjunto de hechos que en su momento pueden llegar a generar una sintomatología común; es decir, el daño se produce por una serie de eventos que desbordan al sujeto, con consecuencias o sintomatología que dadas las circunstancias pueden ser similares, pero que atribuyen una significación diferente para cada sujeto; entonces, el propósito es identificar los aspectos psíquicos ligados con las experiencias violentas que se sujetan al trauma y abordar dichas consecuencias o síntomas como objeto de posibles valoraciones en los dictámenes periciales; para esto, es necesario entender cómo se genera dicho trauma, y a su vez, es menester comprender qué hace que el sujeto se ligue a ciertos eventos.

La relevancia de dicha temática obedece al propósito de aportar otra visión en el abordaje de una situación de orden diagnóstico, en la que el sujeto es citado bajo su propia historia o realidad psíquica, y no sobre el dato estadístico de otras experiencias. De esta manera, se considera que el aporte que el psicoanálisis puede brindar a la valoración del daño obedece, en primera instancia, a la individualización del síntoma de cada sujeto, aún cuando éste sea causado por el mismo evento perturbador, y seguidamente, entender por qué se produce dicho síntoma en ese sujeto particular, y en esa medida comprender además la real magnitud del daño. De acuerdo con lo planteado, se considera pertinente formular las siguientes cuestiones que servirán como guía en el desarrollo de este artículo: ¿Por qué se produce el daño psicológico en la víctima de violencia? ¿Cuál es su aporte en la valoración del daño psicológico?


Consideraciones del Derecho, la Psicología y el Psicoanálisis acerca del Daño Psicológico 

El daño o perjuicio efectivamente sufrido por una persona es concebido por el derecho como la lesión de un bien jurídico que puede ser tanto material como inmaterial. El daño psicológico, de acuerdo con Gil Botero (2010), hace parte de aquellos que se denominan inmateriales, y está incluido dentro del tipo penal descrito como Lesiones Personales. Dicho tipo se encuentra descrito en el artículo 111 del Código Penal colombiano del año 2000, y se refiere al daño en el cuerpo o en la salud, considerando, según el autor anteriormente nombrado,  dentro del concepto de salud todo lo relacionado al psiquismo y entendiendo el daño psicológico como todo aquello que quebrante el funcionamiento psíquico de una persona; de igual manera, el código anteriormente nombrado, en el artículo 115 también establece penas para el que cause dicha perturbación psíquica a raíz del daño, ya sea porque la consecuencia haya sido transitoria o permanente. Al igual que en todo tipo de responsabilidad que el derecho ofrece, el daño psicológico, concepto construido en base a la teoría de esta disciplina científica, debe demostrar en los diferentes campos del derecho: “a) La existencia de la conformación de un orden patológico; b) La existencia de un tercero responsable; y c) La existencia de un nexo causal entre el hecho generado y el daño producido” (Mora, S.F).

Se puede afirmar que daño psíquico es todo aquel deterioro de las funciones psíquicas, producido generalmente de forma súbita e imprevista, cuando puede reclamarse jurídicamente una responsabilidad, porque en la causación del mismo ha intervenido una conducta intencional o imprudente, o bien cuando existen mecanismos legales (seguros de accidentes) o de protección social frente a los infortunios.

De acuerdo a lo que se expresa en el párrafo anterior, y según el texto El Daño Psíquico de Reich, los juristas consideran que el daño psicológico parte de la conformación de una patología, por lo cual es requisito básico para la Justicia ser categorizado el síntoma como daño; éste no es como en el daño moral, el cual no alcanza a conformar patología alguna, ni conforma o coexiste con un orden patológico, sino que es descrito en términos de lesión sentimental o afección del sentimiento.

En la psicología el daño psicológico es necesario considerarlo con los siguientes rasgos: “a) alteración emocional; b) disminución de las aptitudes psíquicas; y c) perturbación profunda del equilibrio emocional que provoque una descompensación de su integración con su medio” (Mora, S.F). Entonces, “Se puede afirmar que daño psíquico es todo aquel deterioro de las funciones psíquicas, producido generalmente de forma súbita e imprevista” (Gisbert y Villanueva, 2009), las cuales se instauran y perduran durante un lapso determinado o indeterminado. El doctor Rolando Martin Reich resume esta última idea, en su texto Daño Psicológico, manifestando que el daño psíquico comprende toda aquella alteración mental que sea permanente o pasajera.

Por otro lado, el psicoanálisis describe el trauma como “[...] el encuentro, que no ha podido ser evitado” (Martínez, Pérez &  Gómez, 2005, p. 93) y que es insoportable para el sujeto. Este concepto de insoportable, se denomina bajo el término de real y es definido como “[…] lo imposible, lo imposible de simbolizar, lo imposible de enfrentar para un sujeto” (Martínez, Pérez & Gómez, 2005, p. 93), es decir, el trauma es la modificación del aparato psíquico como consecuencia de una vivencia que desborda toda posibilidad de elaboración verbal o simbólica produciendo una modificación o alteración en la estructura psíquica que se expresa a través de síntomas tales como inhibiciones, depresiones y bloqueos entre otros.

Estos dos últimos conceptos, los brindados por la psicología y el psicoanálisis, obedecen a alteraciones psíquicas clínicamente observables con respecto al estado de salud previo al acontecimiento traumatizante, aunque en el psicoanálisis se considera que no todas las respuestas a las situaciones perturbadoras pueden llegar a estar dentro de las entidades que ofrecen los manuales diagnósticos. Así, el trauma o el daño psicológico en víctimas de violencia puede ser considerado como el síntoma o la sintomatología resultante de un encuentro con una situación innombrable, la cual desborda y desestructura al sujeto y le pone en frente de los vacíos discursivos o de elaboración, dejándolo en una situación de vulnerabilidad psíquica debido a la falta de mecanismos defensivos del psiquismo que permitan el abordaje de una situación perturbadora.

De esta manera, y puesto en términos del psicoanálisis, dicha perturbación en cuanto a síntoma e intensidad del mismo, según Laplanche y Pontalis (1997), obedece a que el aflujo de excitaciones es excesivo en relación a la tolerancia del aparato psíquico, tanto si se trata de un único acontecimiento muy violento (emoción intensa) como de una acumulación de excitaciones, cada una de las cuales, tomada aisladamente, sería tolerable; falla ante todo el principio de constancia, al ser incapaz el aparato de descargar la excitación. En esta medida, el carácter sintomático de lo traumático estaría íntimamente referenciado por la historia del sujeto; y en tanto es producto de la historia del sujeto, es repetitivo y recurrente, no puede ser dejado de lado; podría decirse en términos lacanianos que dicho producto, lo sintomático, es de carácter estructural, es lo propio, lo que cada sujeto hace para darle una significación al suceso ominoso, en tanto dicha reacción está comprometida con la estructuración psíquica de cada sujeto. Este carácter sintomático del trauma es lo que se podría concebir en psicología como daño psicológico; ahora bien, para efectos de relación de conceptos y entendimiento del abordaje que aquí se plantea, ambos conceptos guardan estrecha relación, en la medida en que lo traumático, lo ominoso, para un sujeto es precursor de lo sintomático, entendiendo esto último como el estado ocasionado por la acción de un estímulo intenso, debido a que rompe la barrera de protección del mismo por la imposibilidad de nombrar ese estímulo, de tal modo que dicho evento sobrepasa la capacidad de elaboración desbordando todo tipo defensas del psiquismo, y terminado en últimas, ofreciéndole un quehacer, o un significado, a dicho evento por medio del síntoma.

Estructuración del Trauma

El trauma, como se ha planteado ya, es resultante de un evento de carácter ominoso para el sujeto que lo padece. Él trae consigo una sintomatología de la cual el sujeto sabe y logra dar cuenta de ella, pero no alcanza a explicarse por qué se da. Al trauma por eventos violentos se asocia en su punto inicial lo que el psicoanálisis nombra como real, registro del nudo borromeo propuesto por Lacan en su seminario XXVI entre 1976 y 1977, el cual es comprendido según dicho autor por ciertos elementos como “la sexualidad (siempre fragmentada), la paternidad y la muerte” (Martínez, Pérez & Gómez, 2005, p. 94). Aquí nos ocuparemos entonces del elemento muerte para efectos de entender lo que se pone en juego con las víctimas de violencia.

Por ejemplo, dada la magnitud y las características con las que los grupos armados en Colombia realizan su toma a poblaciones y ejecutan sus acciones de secuestro y tortura, se podría plantear que lo traumático nace en la medida en que el sujeto se enfrenta a la muerte propia, es decir, lo desbordante es el funesto encuentro con la cara de la muerte.

Freud plantea en su trabajo llamado Lo Ominoso (1919) que la propia muerte es algo inimaginable, por tal razón el más cercano encuentro con ella es tan trascendente, y esto se debe a que “[…] nadie cree en su propia muerte, o lo que es lo mismo, que en lo inconsciente todos nosotros estamos convencidos de nuestra inmortalidad” (Freud, 1915, citado por Martínez, Pérez & Gómez. 2005, p. 105). De esta manera, cuando el psiquismo se ve sobrepasado en su orden discursivo, lo no nombrado se transforma en síntoma. De esta manera:

Los hechos traumáticos, que para Freud no logran una abreacción por medio de la descarga motriz o por el proceso de elaboración consciente, para Lacan no hacen nexo con un significante y por consiguiente quedan suspendidos en un sinsentido que los obliga a volver y ejercer su efecto (Martínez, Pérez & Gómez, 2005, p. 94).

Entendido ese volver, en sueños, puestas en acto o cualquier tipo de sintomatología como resultante del evento y formación según la estructura psíquica de cada sujeto. Este movimiento constante, es efecto de la repetición psíquica que intenta restaurar  el vacío discursivo pero en la medida en que no hay elemento desde el orden simbólico para reparar, se intenta restablecer por la vía del síntoma; así, entonces “La función de la repetición es por lo tanto recomponer el trauma” (Martínez, Pérez & Gómez, 2005, p. 94) o en otras palabras, la condición que se desencadena es empujada por experiencias de muerte, pues al no ligarles a una significación, son tramitadas desde lo real por medio del síntoma, esto debido a que el contenido en gran medida puede reprimirse, y por ello se olvida, pero la angustia o afecto en general no logra ser dejado de lado. Por esta razón, “es necesario para el Yo crear el síntoma, puesto que permite que la angustia y el material que se le enlaza, queden recubiertos” (Martínez, Pérez & Gómez. 2005, p. 173).

Entonces entenderemos que lo traumático es un hecho que ha sido expulsado del dominio de lo simbólico, por lo tanto, es del corte de lo imposible a ser simbolizado, lo imposible a ser dicho que trastorna a un sujeto, desbaratando su realidad imaginaria y presentándose crudamente desde lo real.

Los traumas por violencia se presentan en términos de realidad externa, es decir, que la muerte o el destrozo corporal como lo real del trauma tienen su contexto en la realidad fáctica; no obstante, esta característica no los hace ni más ni menos traumáticos, pues lo traumático lo hace el encuentro con lo real. Dicho encuentro puede darse en la realidad psíquica interna, fantaseada o en la realidad fáctica, externa u objetiva según Repetto (1997). Esta realidad se impone desde adentro o desde afuera (Martínez, Pérez & Gómez, 2005, p. 113).

Así, la formación del trauma se da en la medida en que Lo Real porta un significante que opera precisamente porque no tiene sentido y por tanto intenta ser llenado con otras significaciones que quieren sustituir la falta que deja.

Lo real también es lo que la intervención de lo simbólico expulsa o rechaza de la realidad (Chemama, 1996). Desde el rechazo mismo, lo real retorna a la realidad, vuelve a ella, y despierta a un sujeto ubicándolo en un estado diferente al ordinario. Lo real aviva en los sujetos una sensación de encuentro con algo conocido e íntimo (reprimido o forcluído) y a la vez desconocido, es decir, algo siniestro; si bien, “Lo siniestro es característico de la experiencia psicótica, especialmente de los fenómenos elementales, precursores de la crisis” (Chemama, 1996), cualquier sujeto siente lo desestructurante que puede llegar a ser un hecho de carácter violento cuando lo enfrentan con su propia muerte; sin embargo, el efecto que tiene este encuentro con lo real es relativo, ya que el trauma está íntimamente vinculado con la historia del sujeto, con su organización y estructura subjetiva. Un trauma entra a remover la organización del sujeto y lo hace a través del punto más débil en su estructura. En el punto de falla de la estructura psíquica viene a encajarse el trauma, provocando el colapso o la ruptura de dicha estructura. En últimas, es la estructura y sus puntos de falla los que determinan cómo reaccionará un sujeto ante un acontecimiento traumático (Martínez, Pérez & Gómez, 2005, p. 98).

El Psicoanálisis y sus Aportes a la Valoración del Daño

Para entender qué es lo que psicoanálisis puede aportar a la valoración del daño en salud mental, es menester indicar en primera instancia a qué apunta el concepto de valoración. La vigésima segunda edición del diccionario de la Real Academia Española se refiere al verbo valorar como el “Reconocer, estimar o apreciar el valor o mérito de alguien o algo”, de igual manera, el término valor apunta a lo siguiente: “Alcance de la significación o importancia de una cosa, acción, palabra o frase. […] Fuerza, actividad, eficacia o virtud de las cosas para producir sus efectos” (Diccionario de la RAE). En esta medida, en las víctimas de violencia, el concepto de valoración apunta específicamente a establecer la importancia de un hecho, y de igual manera, explicar la relevancia o la fuerza con la que el hecho actúa sobre algo, en este caso específico, sobre alguien, aspecto imprescindible e importante para sustentar el porqué de las conclusiones en los informes o dictámenes periciales. De esta manera, el psicoanálisis nos permite establecer la importancia de lo que afecta al sujeto, en términos de dar cuenta de la importancia de un hecho para un sujeto, es decir, nos permite sustentar el porqué del nexo entre el hecho y el daño, para así, en el caso del daño psíquico, lograr comprender el porqué en un sujeto especifico se produce una expresión sintomática particular, considerando todo aquello que no deviene desde la consciencia.

En este punto, hay que aclarar y entender lo siguiente:

El psicoanálisis tiene infinidad de aplicaciones, sin embargo, es importante hacer una clara distinción entre lo que es psicoanálisis como método y técnica terapéutica, de lo que es psicoanálisis como modelo teórico de referencia. Es esta segunda vertiente, el psicoanálisis como modelo teórico, la que constituye el sustento que fundamenta la práctica del psicoanálisis (Zimbrón, 2009).

De esta manera, el psicoanálisis como modelo teórico, nos permite sustentar, como se ha dicho anteriormente, el porqué del nexo entre el hecho y el daño, para así, en el caso del daño psíquico, lograr comprender el porqué del síntoma.

Las víctimas de violencia pueden identificarse en grupos muy particulares, ya sean por masacres, robos, incursiones militares, etc., pero depende en gran medida de cada sujeto la subjetivación de la experiencia; por ejemplo, están las víctimas de la violencia por grupos armados, específicamente quienes han perdido familiares en las tomas armadas, quienes se enfrentan ante la posibilidad de morir, e incluso quienes se ven obligados a abandonar sus tierras; en estos últimos, el psicoanalista Mario Elkin Ramírez (2009), hace referencia a un movimiento psíquico en dichos sujetos, en el cual el destierro desencadena una pérdida de la identidad como sujeto, donde todo aquello que lo define o lo caracteriza se pierde, o lo deja a la deriva. De igual manera, en los periodos de crisis que se generan tras los hechos violentos, se advierte aspectos propios de la vida psíquica del sujeto que se ve afectado, de manera que el sujeto se observa a sí mismo, como lo manifiesta Zimbrón (2009), con un sentimiento de indefensión, donde sus recursos psíquicos parecen no ser suficientes. De igual manera, dicho autor manifiesta el efecto regresivo del trauma, en el cual el sujeto sufre de desorganización generalizada del Yo, generando la rigidización de sus funciones por el impacto del evento, angustia temporal de muerte o desintegración, escisión y negación como mecanismos de defensa predominantes, y dificultad para simbolizar la experiencia vivida.

Si bien es claro, según Gómez Botero (2004), el psicoanálisis puede brindar desde la experiencia clínica toda una serie de sintomatologías encontradas en el trascurso de su clínica, considera igualmente  que dicha orientación teórica puede brindar una explicación que se aleja de todo aspecto lógico, pragmático y objetivo en que se puede ver envuelta la conceptualización de dichos eventos donde los sujetos se ven expuestos a situaciones traumáticas. Entonces, lo que se busca desde el psicoanálisis es comprender por qué ese hecho en particular genera un síntoma específico en un sujeto determinado; en esta medida podríamos plantear desde la teoría psicoanalítica que no solo se debe establecer una correlación dicotómica entre hecho y daño, sino ampliarla para relacionar el hecho, el sujeto y el daño, ya que lo que sobreviene o se forma a manera de síntoma depende él y de nadie más. Este concepto de sujeto se entiende mas allá de aquel personaje que es objeto de valoración, ya que nos habla de alguien que está sujetado a su historia y a la creación discursiva que se ha hecho de la misma, y en esa medida solo él podrá dar cuenta de aquello que pierde o que no logra ser significado con el hecho traumático; por tal razón, es así, según Gómez (2004), que la práctica psicoanalítica busca situar la posición del sujeto antes, durante y después de la situación traumática, ya que el encuentro con lo real no es cualquiera, sino que este es el propio y único para cada sujeto, es aquel que desborda toda su capacidad de significación; así, con la significación del asunto en cuestión o evento traumático, se cumple con el objetivo básico de valorar, en la medida que se logra a través del discurso del sujeto otorgarle, comprendiendo el sentido mismo y propio de quien padece el síntoma en referencia al sujeto y al hecho traumático.

En la medida en que la teoría psicoanálisis tome posición dentro de los procesos de reconocimiento de víctimas, puede ayudar a discriminar cómo algunos aspectos pueden convertirse en eventos relevantes o no para un sujeto y en consecuencia llegar o no a generar algún tipo de sintomatología específica, aspectos que bajo la óptica pragmática se podrían categorizar como traumáticos, debido a que se establecen de acuerdo a lo que se logra producir de forma conscientemente. El psicoanálisis logra aquí entonces, realizar más que aportes metodológicos, efectuar aportes de tipo teórico de acuerdo con lo planteado por Freud en 1922, ya que sus estudios de carácter clínico le han permitido entender qué pasa con un sujeto cuando se enfrenta a aquellos sucesos que se pueden nombrar como ominosos, y a través de valorar cada caso comprender cómo lo Real se compromete en cada sujeto. De igual manera, en los casos de las investigaciones realizadas por Muñiz, Lodoño, Correa, Patiño & Restrepo en 2004, por Aristizábal y Palacio, con algunas comunidades especificas que han sufrido un tipo de violencia particular, entienden que el asunto de valorar a estos sujetos se consigue a través de la significación o sentido con que se representa el hecho vivido; de igual manera, en otros tipos de violencia tales aspectos no pueden dejarse de lado, en tanto son dichos elementos subjetivos, como el síntoma, los sueños, los actos, etc., elementos que nos permiten llegar a lo más puro de los contenidos del psiquismo.

Conclusión

El psicoanálisis viene entonces a aportar nociones desde la conceptualización de su clínica para entender qué es lo que rompe la armonía en la consciencia, y describiendo cómo la rompe; por ejemplo vedando el acceso a la misma de algunas representaciones imaginarias o impidiendo nombrar algo que amenaza con suscitar de nuevo un afecto doloroso, es el caso de la madre que pierde a su hijo en manos de la policía, sustentando así de manera consciente sus síntomas como efecto del dolor por la pérdida, pero observando además que a nivel inconsciente, con la muerte de dicho sujeto se pierde el referente más significativo de bienestar, seguridad y protección; en un momento dado, su hijo se tornó como aquel sujeto, que posterior a la ruptura de la relación de pareja de la mujer, podía ejercer esa función masculina en el hogar, a pesar de ser el hijo, estaba en el lugar de función paterna, referente de respeto y bienestar, características que la mujer por sí sola no ha llegado a proporcionarse totalmente durante su vida; a eso apunta su queja “era mi único hijo varón”, es decir, el único que estaba en capacidad de brindar bienestar, seguridad y respeto. Es así que el psicoanálisis permite conocer cómo un evento, como el ejemplificado, se liga con toda la historia y construcción psíquica de un sujeto pasando desde los contenidos conscientes hasta los inconscientes, comprendiendo así la reacción o la expresión sintomática ante aquello no nombrado e innombrable. En esta medida, la teoría psicoanalítica viene a satisfacer la necesidad de obtener explicaciones acerca del porqué de las conductas que devienen posterior a un evento traumático, suceso donde el sujeto reclama reparación a su condición de víctima. Así se entiende que:

El daño causado por esos tipos de violencia no puede examinarse por la magnitud real de los hechos violentos sino por la significación que para cada sujeto ha tenido esto que le ha correspondido vivir; la significación que confiera a su experiencia es lo que determina el grado de afectación del hecho violento (Aristizábal & Palacio, 2003. P. 250).

El psicoanálisis más que interesarse en la preocupación por el resultado, le permite al jurista entender qué hace que un sujeto en condición y posición de víctima, de sujeto traumatizado, genere una reacción sintomática ante el evento aflictivo, comprendiendo que “El sujeto no está implicado subjetivamente en el trauma, la implicación subjetiva está presente en el sentido dado al trauma por la manera propia como el sujeto lo elabora” (Muñiz, Lodoño, Correa, Patiño & Restrepo, 2005).


Referencias

Aristizábal, E., & Palacio, J. (2003). Subjetivación del acto de desplazarse y aspectos psicopatológicos relacionados con experiencias violentas. Revista investigación y desarrollo, 11, (2), 238-253.

Chemama, R. (1996). Diccionario del psicoanálisis: Diccionario actual de los significantes, conceptos y matemas del psicoanálisis. (Ed. revisada y aumentada). Buenos Aires, Argentina: Amorrortu Editores.

Código Penal Colombiano del año 2000.

Diccionario de la lengua española. Vigésima segunda edición. Recuperado el 21 de junio 2010 de http://www.rae.es/rae.html.

Echeburua, E.; Del Corral, P.; & Amor, P. (2002). Evaluación del daño psicológico en las víctimas de delitos violentos. Revista psicothema, 14, supl, 139-146.

Freud, S. (1915). Introducción al psicoanálisis: fijación al trauma. Lo inconsciente. 7ª Edición Madrid: Alianza. España.

Freud, S. (1923). Obras completas de Freud. Dos artículos de enciclopedia: "Psicoanálisis" y "Teoría de la libido". Amorrortu editores. Buenos Aires.

Gil, E. (2009). Consejo de estado sala plena de lo contencioso administrativo. Aclaración de voto radicado 19001212331000199607003-01.  Bogotá.

Gil, E. (2010). Responsabilidad extracontractual del estado: El daño psicológico. Cuarta edición. Editorial Ibañez. Bogotá.

Gisbert, J., & Villanueva, E. (2009). Instituto nacional de medicina legal y ciencias forenses: proyecto de guía para la realización de pericias psiquiátricas sobre daño psíquico en procesos de reparación integral. Publicado por Elsevier.  España.

Gómez, G. (2004). Traumatismos de guerra: memoria y olvido. Universidad nacional. Bogotá.  Revista de psicoanálisis, 4, 84-100.

Laplanche, J., & Pontalis, J. (1997). Diccionario de psicoanálisis. Editorial Paidós Ibérica. España.

Martínez, A., Pérez, L., & Gómez, G. (2005). El trauma y sus secuelas. Tesis de grado no publicada. Recuperado 10 de junio 2010 de www.universia.net.co/dmdocuments/Tesis_el_trauma_y_sus_secuelas1.pdf

Mora, W. (S.F). Delincuencia y sus jueces: Evaluación del daño psicológico en justicia. Recuperado el 18 de agosto de 2009 de http://www.diariodigital.com.do/articulo,20798,html

Muñiz, O., Londoño, N., Correa, J., Patiño, C., & Restrepo, D. (2005). Subjetivación de la experiencia violenta en el trastorno por estrés postraumático. Psicología em revista, 11, 8, 188-204.

Reich, R. (S.F). Daño psíquico ¿que se solicita al psicólogo forense? Recuperado el 18 de agosto de 2009 de http://psicologiajuridica.org/psj169.html

Ramírez, M. (2009). Algunas consecuencias psíquicas del destierro. Revista Psicoanálisis y el Hospital, 36, 75-77

Repetto, C. (1997). El trauma y lo real. Revista de psicoanálisis, 54, 1, 31-49.

Zimbrón, M. (2009). Psicoanálisis e intervención en crisis. Conferencia en el instituto de estudios superiores del golfo de México, 1er Congreso Nacional de Modelos de Intervención Psicológica. Recuperado el 3 de junio de 2010 de http://desdeeldivan.wordpress.com/2009/08/12/psicoanalisis-e-intervencion-en-crisis/.

Cartas al Editor Vol. 3 No. 1


¿El Sentido del Trabajo o “Trabajo Sin Sentido”?
 
Por: Ramon Chaux Puentes


 





Recibido:
 07 de Septiembre de 2011



Ramón Chaux Puentes es Psicólogo egresado de la Universidad del Valle en la promoción de 1992.

Correo electrónico: raymond.chaux@gmail.com 
    



Voy comenzar este pretendido artículo sobre el trabajo hablando sobre otro aspecto comúnmente asociado al mismo: El dinero.

¿Por qué tipo de cosas está dispuesto usted a pagar su preciado y bien sudado dinero? Para hacer más fácil la respuesta podría preguntar: ¿en que gastó usted su último salario? Las respuestas típicas a lo mejor sean como esta: “compré una camisa, invite a mi pareja a comer, compré un regalo de cumpleaños, pagué los servicios públicos y puse gasolina al carro... ah! Y pague el salario de la empleada de servicio y del señor que pintó mi cuarto”.

Detrás de todos estos “egresos” resulta muy notable y evidente que obtuvimos un beneficio de todo lo que pagamos: disfrutamos con nuestra pareja, obtuvimos derecho a luz, agua y teléfono y podemos lucir nuestra camisa nueva. Y claro, disfrutamos con el apartamento limpio, la ropa planchada y el cuarto pintado. Queda claro que el 99.99% de nuestro preciado salario no lo gastamos si no tenemos una clara conciencia del beneficio recibido.

Como conclusión encontramos que la mayoría de los mortales no está dispuesta a soltar un centavo a menos que el beneficio obtenido sea evidente o al menos previsible o anhelado. Naturalmente se excluyen de aquí los filántropos y dedicados a la caridad, que por cierto, presumo, no es el suyo y tampoco mi caso.

Sin embargo en el lado opuesto, no tenemos una clara conciencia de que al comprar la camisa estamos contribuyendo al salario de la persona que pegó los botones de nuestra camisa, a aquel que deshuesó el sabroso pollo que degustamos en la cena con nuestra pareja y que también aportamos al salario del inspector de teléfonos.

Hecho este preámbulo, ahora si, hablemos del trabajo. Cierto día pregunte a algunas personas de la empresa X sobre la naturaleza de su trabajo. Las respuestas fueron como estas:

Una secretaria: “La mayor parte del tiempo estoy contestando llamadas y la restante haciendo cartas para mi Jefe”. Un Agente del Centro de Contacto: “Respondo llamadas entrantes  aunque a veces apoyo campañas de llamadas salientes”. Un auxiliar de archivo: “Mi trabajo consiste en digitar los números de radicación del archivo”. Otra persona de mayor jerarquía dentro de la organización no halló otra mejor forma de describir su trabajo que nombrar la denominación de su cargo: “¿Mi trabajo? Soy psicóloga de selección”.

Si bien no lo puedo asegurar con absoluta certeza, la naturaleza de estas respuestas me deja entrever que estas personas no tienen claro los beneficios que aportan a la organización de la manera tan clara como ven los beneficios cuando son ellos los que invierten su dinero en un servicio.

Si lo anterior no fuera cierto las respuestas pudieran haberse parecido a estas:

Secretaria: “Mi trabajo consiste en garantizar la comunicación eficiente de mi Jefe, facilitándole que se concentre en las decisiones importantes que El tiene que tomar”. Agente de Centro de Contacto: “Ayudo a resolver las inquietudes de al menos cien personas diarias y en ocasiones hago llamadas que transmiten información importante a los usuarios”. Auxiliar de Archivo: “Garantizo que la información de archivo quede ordenada de manera que resulte fácil la consulta de toda la documentación de la empresa”. Y por último nuestra amiga psicóloga no hubiera recurrido al nombre de su cargo sino que habría aludido a que garantiza personas idóneas y competentes para la organización.

Si nos devolvemos un poco, ¿tendría tanta conciencia de lo que contribuyó a mi felicidad aquel o aquella que pegó los botones de mi camisa? ¿Quien deshuesó nuestro pollo se dio cuenta del placentero momento que disfrute con la pareja? ¿Y quienes sudaron varias horas cavando el hoyo para plantar el poste de teléfonos sabían la importancia que tiene para mí ese hecho? Pues fueron tan importantes que fuimos capaces de “desprendernos” del preciado dinero y de aportarlo para que al menos una parte de lo que pagamos por esos beneficios se convierta en su salario.

Trabajo= Beneficio

Toda acción humana que se llame trabajo ineludiblemente significa un beneficio ajeno. No podemos pensar en ninguna actividad de “Trabajo” que no conlleve una utilidad, un producto, un servicio o que reporte dividendos o bienestar a otros seres. Si esta premisa no se cumple tal vez la actividad que estamos desarrollando entonces no deba llamarse trabajo.

Entonces, ¿por qué resulta tan frecuente que las personas no reconozcan, o al menos no tengan tan claro que todas las actividades que desarrollan en su día a día laboral es parte de un eslabón que finalmente conllevará felicidad y bienestar a otros semejantes?

Si logramos identificar y reconocer que nuestras acciones en el trabajo deben por lo general estar orientadas todas a garantizar algún tipo de servicio o beneficio entonces a lo mejor pierde sentido la famosa frase de Marx sobre la alienación del trabajo. Si quien pega los botones de la camisa tiene clara conciencia de nuestra felicidad al lucirla podemos estar seguros de que hará mas motivado su trabajo e igual con los demás ejemplos mencionados.

El ser humano esta hecho para ser trascendente. No por capricho los antropólogos han colocado la construcción de  herramientas (y por tanto el trabajo) como uno de las piezas fundamentales en la separación entre lo animal y humano.
  
Nos hemos preguntado acaso ¿por qué los magnates, con tanto dinero como para que no se les acabe nunca sin privarse de ningún lujo, siguen trabajando?

Más allá del dinero, mas allá de la necesidad de subsistir por un salario está, unas veces clara u otras veces escondida, la necesidad de ser importante y de ser reconocido por el servicio que prestamos, por nuestra profesión o por lo bien que hacemos tal o cual cosa.

Así las cosas, resulta necesario replantear la forma como transmitimos (o asumimos) nuestro trabajo diario. El albañil no pega ladrillos; construye hogares. El motorista no conduce un bus; garantiza que cientos de personas lleguen  a un feliz destino de manera segura. Un médico no recibe a un paciente; garantiza salud y una mejor calidad de vida. Un Gerente no aprueba presupuestos, consolida recursos para que la organización funcione eficientemente y así los ejemplos podrían ser interminables.

Bajo esta concepción, seguramente nos comprometeríamos más con el trabajo y estaríamos más dispuestos a ir mas allá de nuestra propia responsabilidad teniendo presente que mi función, por humilde y aislada que parezca, al final aporta para que el beneficio, servicio o producto conlleve la comodidad y la satisfacción esperada.

Se ha preguntado usted al final del día ¿cual fue el beneficio aportado como para justificar que sacrifique su descanso y se prive de jugar y ver crecer sus hijos?

No convendría preguntarse a cada tarea realizada, ¿cual es la parte que estoy construyendo dentro de mi papel como trabajador y por ende, como productor de beneficios?

Esas cuatro horas de junta, dos horas en elaborar un acta, noventa minutos leyendo y contestando correos y dos horas firmando documentos… ¿tienen al final un claro propósito en la producción de bienestar?

Mi Experiencia: El Trabajo en “La Oficina”

A medida que el trabajo es más operativo resulta mucho más fácil identificarse con el resultado final. Los botones pegados, el pollo correctamente deshuesado y el poste de teléfonos firmemente arraigado son evidencias claras y concretas del aporte realizado a nuestra satisfacción.

Dentro de mi trabajo “de oficina” o mejor llamado “administrativo” no son pocas las veces en que he vuelto a casa con la sensación de que no he aportado mucho a la producción de bienestar. En los casos peores, después de un sueño intranquilo y una mañana fría y lluviosa me ha asaltado la sensación de la valía de sacrificar la calidez de mi morada y enfrentar un trafico pesado para llegar a…para llegar a… ¿a producir que? Hay que asistir a una reunión, tenemos pendiente una cita con alguien y un informe que entregar. Pero ¿y cual es el bienestar que voy a producir? ¿Cual es el sentido ultimo de las acciones que den consuelo a mi cansancio, justifiquen mis ojeras y den aliento a mi desánimo?

Que no entre el desaliento. Podemos empezar por proponernos al comienzo del día un propósito útil para el mismo. Podremos preguntarnos antes de cada acción cual es el propósito último y cual será el bienestar que sobre otros habrá de recaer producto de nuestras acciones. Podremos incluso preguntarnos: ¿estaría dispuesto a desprenderme de una suma igual a mi salario para que otro haga lo que yo hago?

Si no puede responder con un beneficio a cada acción en su trabajo, en este ensayo hay un par de buenas pistas en la solución a este conflicto: la confección de camisas y ayudantes de cocina siempre tienen más puestos de trabajo que los oficios de oficina.


La Deseducación Colombiana: Todos Somos Culpables 

Por: Luis Roberto Hernández Gómez




Recibido:
 06 de Diciembre de 2011



Luis Roberto Hernández Gómez es licenciado en Filosofía y Letras, Filólogo, Psicólogo Clínico y Profesor Universitario. Correo electrónico: buoriotlers@hotmail.com    

El título de este trabajo no es del autor sino de Jorge Leyva Durán quien fuera hace algunos años Rector de la Universidad Católica de Colombia, bajo el cual examina los pormenores de lo que el cree es la problemática de la educación en Colombia, y que en todo caso coincide con mi forma de pensar y entender esa problemática. Llama la atención el estilo directo que emplea para formular una denuncia que más que eso representa un estado de inconformidad y de preocupación, que debería ser el estado natural de todo educador. Entonces me di a la tarea de encontrar por mi cuenta otras causas probables que complementaran ese bosquejo que en su momento pasó desapercibido como suelen pasar tantas cosas delante de nuestros ojos en un mundo tan cambiante, cuya característica principal es la celeridad sin el asombro por falta de espacio y de tiempo para sorprenderse. Empieza Jorge Leyva Durán con esta reflexión: “hace poco era común el comentario: ¡Qué dolor el país que le estamos dejando a nuestros hijos! “Hoy hay una sentencia más grave, prosigue, ¡Qué dolor la juventud que le estamos dejando al país!”  Justamente al cambiar los términos se transforma la realidad en una amenaza, no tanto para el país que alude Leyva Durán, como para los mismos jóvenes aludidos. Esta circunstancia por si sola debería cuando menos ser motivo de una política de estado cuya preocupación ocupara un lugar predominante en el plan de desarrollo educativo. Pero esto no ocurre porque la educación no es predominante ni hay políticas de estado centradas en su promoción y desarrollo. No se vislumbra por parte alguna el interés de fomentar una educación de grandes alcances cuyas bondades transformadoras de los espacios y los ambientes transfiera el espíritu cultural que enaltece a los pueblos. Solo se percibe un estancamiento en todos los ámbitos atribuible a la mezquindad  política de los responsables de administrar con eficacia los recursos humanos de un país que decae frente a los inmensos retos que exige el espíritu de los tiempos. Falta imaginación para encarar el futuro; se peca cuando se confunden los términos de la realidad. Colegios, universidades, instituciones tecnológicas, edificios y grandes aulas, volumen de personas buscando estratificar la conciencia nacional, pero el resultado es mediocre. Nombres que avalan el prestigio o desprestigio institucional, estudiantes que pertenecen al prestigio o desprestigio del nombre institucional. Escisiones clasistas, pronombres y medallas... Y la educación, como un ave negra con las alas rotas. Nunca como ahora se encontró tanta simplicidad en la compleja vida de los estudiantes. No todos, claro está, las excepciones siguen siendo un referente, pero sí de la mayoría. La deseducación es una impronta adquirida a punta de malos hábitos y del derrumbamiento de la ética y los valores familiares. Nuestra cultura es una cultura de tercera o para poner el término en palabras de Theodor W. Adorno, la nuestra como parte de la industria cultural, “es una cultura de masas” o como digo yo, un culto a la ignorancia masificada, sin importar qué tan hábiles  resulten los estudiantes a la hora de conectarse con el mundo tecnológico, que entre otras cosas les ha usurpado los espacios de socialización humana para llenarlos con espacios de socialización cibernética, con el consabido resultado de asilamiento,  depresión, y soledad inspiradora de todas las desesperaciones. 

Se pueden aplicar infinitos enfoques psicológicos a la pedagogía moderna para resarcir el algo el daño; se pueden cambiar los espacios físicos en los que se “aprende”, se puede hacer eso y mucho más. Y el mal no se erradicará, porque se priva de afecto a los jóvenes que reclaman una familia, un lugar en el mundo que les facilite su evolución como seres trascendentales. El problema de la educación y de los productos de esa educación van más allá de los métodos y las innovaciones. “Si nos falta el afecto humano, dice Marilyn Ferguson, enfermamos, nos asustamos, nos ponemos hostiles, la falta de amor es un circuito roto, una pérdida de orden. De nada sirven las estrategias para mejorar los métodos en la educación si no se considera el amor como una asignatura de Arte mayor y no como la consideran muchos hoy, como una asignatura de Arte inferior. Si no se comprenden las razones de las necesidades las necesidades no se pueden satisfacer. Si no se ataca el miedo de frente, el miedo embestirá de lado y la sociedad arrogante entrenará maestros arrogantes, desconocedores de que ya no es tan importante encorvarse bajo el peso de los títulos. “La profesionalidad, los diplomas colgados en la pared, está decayendo en cuanto símbolo de autoridad. El amor es el poder más irresistible del universo. Cuidados amorosos: eso es en lo que consiste toda curación”. Y la nuestra, nuestra sociedad está enferma, agónica por falta de tolerancia que es la manera educada como se presenta el amor en sociedad. 

Al respecto dice Raymond Williams: Podemos describir en serie todos estos métodos, pero la mayoría de las preguntas realmente interesantes solo surgirán cuando llegáramos a reunir los resultados o más probablemente, al mover los resultados de todo; alrededor de la proposición, por ejemplo, de que el debate de la educación, no es solamente un suceso cultural sino también un suceso político, y de que la forma cultural implica muchas relaciones explicitas y ocultas que no hemos comprendido plenamente en el Tercer Mundo.

Para tratar de comprender el fenómeno es preciso someter a la apreciación del estado la situación precaria en la que se encuentra la educación en todos sus niveles, siendo tal vez el más los más graves los de la primaria y secundaria que es de donde se extrae más tarde como una revelación los problemas inherentes a su falta de calidad. Si nos preguntamos ahora, cuál es el camino a seguir, solo podríamos atinar a responder, el único posible: entender que un pueblo sin educación es un pueblo sumiso. Que un pueblo con universidades y colegios y centros de acopio del conocimiento no es ni de lejos un pueblo ilustrado sino más bien un pueblo que negocia con las necesidades y los sueños de los demás. y la visión de un panorama semejante nos acerca a lo que  verdaderamente conocemos como nuestra  realidad. 

“Nuestra realidad, afirma Leyva Durán, es vergonzosa: delincuencia, sicariato, pandillismo violento, droga, aborto, promiscuidad, apatía, incapacidad de reflexión, ignorancia, facilismo, consumismo, atonía moral, suicidio, prostitución, alcoholismo...” ¿Y qué otra cosa se podía esperar de una sociedad que hemos formado en el abandono y la indiferencia. La falta de una caricia puede ser tan peligrosa como el concepto del castigo laxo. No maltratar físicamente, ahora se estila maltratar psicológicamente. La negación de un beso, el rechazo rampante del padre o de la madre a su hijo porque están cansados del trabajo o del hijo, es causa suficiente para el desgano intelectual, para la apatía, para el “qué me importa la vida”. Y esta de moda el estilo, y abundan las deserciones escolares y abundan los suicidios impunes, y buscamos las causas como al ahogado, río arriba. Y pretendemos que el sistema educativo resuelva el problema, o que la psicología patológica, entienda el asunto, y el asunto no se entiende, porque no es un asunto de educación o de enfermedad sino un complejo problema de afecto que ataca como una pandemia a la sociedad entera. 

Parece probable que el término educación no se correlacione adecuadamente con el término superior. Una educación superior es aquella que vence paradigmas cuestionados y anima al cambio, liberando y exhortando el rigor intelectual y el valor personal en cuanto integra el saber en la propia vida de los educandos y en el progreso de los pueblos. Siempre me han llamado la atención los niños tímidos, los niños retraídos que van al colegio o a la universidad, los niños maltratados, los niños disortográficos, los analfabetas con bolsos universitarios en los cuales cargan completa la historia de su miseria. Niños no con expectativas ni curiosidad por aprender la ciencia sino con miedo. El mismo que los empequeñece y los inutiliza para crear espacios de crecimiento y en cambio crea más armas defensivas que son como frenos que no los dejan progresar. Roque Casas se refiere a este aspecto del rasgo individual como un fracaso de la educación en general. “Ese miedo, dice, hace que la inicial actitud del niño sea de rechazo a cuanto le rodea, de repulsión al medio, de fuga temerosa hacia su propio centro. Por eso repudia por igual al hombre, al animal o las cosas, sin distinción alguna. Me parece, dice, que cuando se acerca a é constituye un peligro para su integridad y rechaza con igual temor lo bello que lo feo, lo grande que lo pequeño, lo inofensivo que lo peligroso. Todo eso entraña para sí motivo de recelo. Le profesa honda desconfianza a cuanto se le acerca, incluso a la caricia extraña, al juguete nuevo, al grito repentino, al ruido inesperado, a la expresión natural de los animales, al árbol, o al objeto que se mueve, en fin a todo aquello que no le sea común. Nada le inspira confianza. Ignora la familiaridad. Esto quiere decir que el instinto de conservación domina su psiquismo. Su defensa es la desconfianza, la huída, el escondite. Sus incipientes placeres se reducen a simples compensaciones nutritivas, térmicas o soporíferas. Por eso carece de fuerzas atractivas que le sirvan de defensa.  
  
La violencia tiene su antecedente en todo esto. La industria cultural nunca será educación. La educación nunca será la industria cultural. Vender educación no es educar. Educar no es vender educación, es un acto de amor, de compasión. La vocación silenciosa de la esperanza.
  
2. No preguntes si estoy vivo o si estoy muerto porque no estoy ninguna de las dos cosas.

El interés profundo que la educación tiene para el educador consiste en sus extraordinarias anticipaciones. Los problemas del mundo se deben a faltas relacionadas con la educación. La violencia no es sino incomprensión y la incomprensión es el antagonismo que surge entre las ideas y el poder que hace prevalecer las unas sobre las otras. Están tan necesitados de educación en la comunicación más los padres que los hijos. Y sin aquellos falta en estos no se nota. 

“Estoy cansado o cansada, ve a dormir o a ver televisión, llama a algún amigo o amiga y ve a divertirte”. Esa es la comunicación del déjame en paz. Del desaparece de mi vista y no me importa lo que hagas. En consecuencia la respuesta es la violencia que confirma sin estropicios  el enorme desprecio que crece entre los que deberían formar y los que deberían estar agradecidos por ser formados en el calor del hogar, que como dice Marilyn Ferguson, “el hogar, la familia es ese clima de querer volver a casa”. ¿Pero quién quiere hoy volver a casa cuando ese clima está enrarecido por la indiferencia? Hoy en día eso no pasa. Los jóvenes no quieren volver a casa y a algunos padres poco o nada les interesa que lo hagan. Se están formando corrillos en las esquinas, se están formando pandillas en los rincones más oscuros de las calles en los barrios y  en los parques y en las casas de esos barrios donde la fantasía de la vida es riesgo animado por el consumo de sustancias psicoactivas que cumplen su papel amamantador de estimulantes familiares para la vida en pleno proceso de descomposición. Y no importa el estrato. La moda es, abandonar todos los apegos, para que se cumpla la premisa: hogares de uno, soledad de todos. Sociedad en decadencia, miseria y hartazgo; educación en crisis, deseducación y culpa de todos.  

3. Si se quiere cambiar la educación, primero hay que cambiar a los educadores.
  
La preocupación ya señalada de la crisis de la educación tiene cuando menos dos aspectos que se integran para conformar un solo  problema. “Los maestros enseñan pero no educan” y los pupilos así deseducados huyen de toda responsabilidad social sin ocultar la vastedad de su inconsciente irresponsabilidad. Me lo dijo un niño de apenas catorce años: “A mí si me gusta estudiar, lo que no entiendo es para qué es que estudio tantas cosas inútiles”. “A uno deberían enseñarle a vivir primero para entender la vida después y darle al estudio alguna justificación práctica”. Y tiene razón desde mi punto de vista. Da pena ver en las madrugadas en casi todas las principales ciudades que suman las carencias del Tercermundismo a niños de edades escasas, todavía expectantes en la línea divisoria entre el cielo y el infierno, encorvados por el peso de tantas cosas inútiles con la excusa de que van a estudiar y necesitan probarlo por medio los libros, las reglas, los cuadernos, los lápices y los esferos. En realidad van muy seguramente a perder desde muy temprano su instinto creativo, a distorsionar sus naturales fantasías ante la necesidad que tienen los padres de trabajar y liberarse de ellos todo un día. En esos lugares donde al primer horror se llama, de mil maneras “Mi primera aventurita”, “Mi encuentro con el dragón”, “Los genios del mañana” y cosas absurdas por el estilo, se los separa abruptamente de su mundo blanco y limpio donde las fantasías ocupan el primer lugar, y se les impone un mundo ajeno, pervertido donde  las mentiras y la violencia  constituyen todos los lugares; la entrada a una realidad cuya única verdad es que no hay verdades. Y en donde la seguridad es amenaza y coacción. Se inventan tantas cosas para desinventar su mundo en aras de educarlos para la vida, para transmitirles los valores de la cultura. Pero quienes así  lo hacen desconocen los valores humanos que son los únicos valores de la cultura. Someto a consideración el comentario que hace sobre ese particular Algirdas Julien Greimas, “Cabe afirmar sin paradoja que, desde el punto de vista de la formación cultura, las aventuras de Pinocho desempeñan en Italia y otros lugares un papel mucho más importante que decenas de miles de profesores, ya que estas aventuras __ y lo ha demostrado admirablemente mi joven colega Paolo Fabbri, son un medio, un medio excelente para el aprendizaje de las estructuras sociales. Inconscientemente al ver a actuar a Pinocho, el niño aprende el mecanismo y el funcionamiento de las estructuras sociales e integra, aceptándolos los sistemas de valores subyacentes, en forma de ideología, en tales relatos”. 

Ciertamente habría que revisar en nuestro sistema educativo si aún esos relatos constituyen un aspecto importante capaz de  mantener viva la gigantesca imaginación de los niños que van a la escuela. Que al decir de algunos de ellos son prisiones, que a mi parecer limitan la creación mágica de la primera infancia y alteran la ilusión latente en todas las demás etapas de la vida.

Podría decirse que por este medio se desconoce de facto la naturaleza de la inteligencia infantil, sometiéndola a excesos innecesarios con el propósito de trastocar la enseñanza y cobrar por perturbar el ingenio natural con el que viene provista y que no es otro diferente del de la fantasía y la creatividad. Leer a Pinocho o cualquier personaje  de los cuentos de la literatura infantil es defenderlos de vicios y defectos. Permitirles desarrollar sus capacidades lúdicas en un ambiente sano, es sembrar las semillas de una sociedad igualmente sana. Aprenderían entre otras cosas, a leer, a expresar sus emociones y a ser críticos desde edades muy tempranas, a disfrutar de la vida descubriendo los peligros y los hechos amenazantes. Y no tendrían para ello que levantarlos de madrugada. 

4. Leer y no comprender es no saber leer ni comprender en dónde reside el problema

Resulta paradójico transcribir un código lingüístico sin poder extraer la sustancia que yace en su interior. Es como tener dinero suficiente para resolver los problemas de la vida encerrado en una caja de caudales de la que solo nosotros poseemos la clave y haber perdido la memoria y morirse lentamente aferrado al recuerdo de las imágenes de los billetes en su propia casa. Las metodologías novedosas para enseñar a leer, ni son novedosas ni enseñan a leer. “Pura industria cultural”. Aprender a leer es lo mismo que aprender a contar historias. Es construir sobre lo leído una versión propia. Transcribirla en el papel o a través de las palabras y aprender a ver en la superficie los elementos de la profundidad. Es desarrollar la habilidad de comunicar las ideas para mejorar la calidad de vida al tiempo que se mejora y se enriquece el lenguaje y la ortografía. Enseñar a pensar comienza con el enseñar a escribir. El fin principal de esta faena  es no depender de la fuerza bruta de los hechos, frente a la debilidad insana de las razones. Está bien que vivamos en un siglo de avances tecnológicos que superan cualquier expectativa y en los que los jóvenes de hoy son expertos en el arte de manipularlos. Es solo que debemos escudriñar en los métodos de aprendizaje para mejorar la interacción familiar y social, pues dadas las características de los nuevos sistemas pedagógicos, la consecuencia inmediata es el aislamiento y el empobrecimiento de la vida emocional. 

Para cumplir con esta tarea se precisan cambios en el nivel de la consciencia del maestro, del guía, del educador. No simplemente cambios curriculares, sino cambios en el nivel de humanidad; cambios en las relaciones docente-dicente, que prevengan los excesos de vulnerabilidad cuyos resultados saltan a la vista: pequeños genios analfabetas con el lastre de la indiferencia haciéndoles sombra, capaces de resolver problemas en la interacción con los aparatos pero indefensos frente a los verdaderos problemas de la vida. 

Se precisan además cambios en la comprensión de los roles que ahora cumple la familia en la cooperación con la escuela o la universidad. La unión de las fuerzas alcanzará los objetivos más pronto que unos y otros separados por los criterios y los perjuicios. 

Lograr que el país cambie es por principio lograr encaminar a la juventud, para que le preste un servicio a la sociedad mañana y no para que la sociedad los encuentre fuera de orden. Prevenir para el desarrollo del talento humano es una meritoria obligación de padres y maestros. Tal vez de esa manera se prevenga lo que para Leyva Durán es una constante preocupación. “Claro está, dice él, que quedan niños y jóvenes que van bien, aunque cada día estos son menos. Lo triste del cuadro es que no se ve que se estén tomando las medidas proporcionales a las dimensiones y gravedad del mal. Pareciera que como las consecuencias de una generación perdida de niños y jóvenes solo se ve diez o veinte años después, el tema se puede”poner en el refrigerador” indefinidamente”. Pero el refrigerador ha estallado varias veces ya con otras generaciones confundidas y víctimas también del mal que engendró la sociedad décadas atrás. Los hechos hablan por si mismos: aumentó el número de drogadictos, los índices de suicidios crecen alarmantemente, la delincuencia infantil y juvenil compite con las bandas delincuenciales de viejos ladronzuelos desadaptados. La deshonestidad y la viveza se juntaron con la astucia y hoy nadie está seguro ni en las calles ni en las nubes.  Hoy la probabilidad de morir en la calle es una amenaza real; se mueven las personas esquivando las balas y los asaltos. Se mata a fuego, a hierro o a palos. Se raptan niños, se botan niños, se venden niños, se abortan niños, se violan niños, se descompone y hiede la especie. Hoy la honestidad es una virtud en extinción. Los honestos se están cuestionando todos los días si sirve de algo mantener esa conducta y sufren anticipando la respuesta. Hoy la gente lo piensa más aunque la mayoría de la gente no piense. La urgencia de sobresalir al precio que sea tienta a los más jóvenes, a los más viejos, a todos. Quienes desean alcanzar las estrellas hunden sus pies en el lodo más espeso sin inmutarse.... No hay duda de que existe esta situación en el país, en el mundo. Pero tampoco hay duda de que poco o nada se está haciendo para remediar el problema, simplemente el problema ya está y tiene su propia dinámica. Absorbió todos los estamentos y permeó la familia que,  víctima también de los vientos del cambio, se ha venido desmoronando como un castillo de arena azotado por la agresividad de las olas de un mar cuya naturaleza primordial es la ignorancia... “La verdad, contraataca Leyva Durán, es que “el país que les estamos dejando a los jóvenes es el resultado, en gran medida, de la mediocridad de la educación que nosotros mismos recibimos. En mi época pasábamos las materias y los años con promedios de tres. La meta de muchos era el tres. Hoy, nuestra pobre Colombia es un país de TRES en todo: política, industria, comercio, valores, deportes, infraestructuras. Claro está que aún hay personajes, actividades y empresas de cinco. 

__¿En qué consistirá  el problema, y desde cuándo nos enfrentamos a él? se me ocurre interrogar a Leyva Durán?

__ “El problema radica en que la educación ha sido la cenicienta de políticos, ideólogos, negociantes... quién sabe desde cuándo. Y no me refiero a esos MAESTROS que le han dedicado su vida a su vocación a pesar de sus sueldos ridículos”.

Por lo visto, digo yo, el panorama no es bueno y la esperanza de resolver problemas queda relegado a la escuela que no a la familia pues esta delega esa responsabilidad en quienes sostienen que podrán educar a los hijos de forma adecuada para una vida feliz...  pero para que ello ocurra, es imperioso elevar los niveles de exigencia con miras a encontrar calidad en la formación académica. ¿Cómo lograrlo?, interrogo de nuevo.

__La excelencia académica como propósito nacional, el forjar una libertad económica, la madurez intelectual, social y moral, la formación de lideres íntegros y magnánimos, una cultura de trabajo, de competitividad y de previsión... no se ven por ningún lado en las propuestas curriculares del Ministerio de Educación, hace muchísimos años.
  
4.  Solo hay dos cosas las excusas y los resultados y las primeras no cuentan

De cualquier modo en esta sociedad que hemos construidos con mendrugos de mentiras, las excusas abundan por todas partes, y eso demuestra el nivel de desarrollo que hemos alcanzado en un mundo que se dirige a contra vía de donde nosotros creemos estar dirigiéndonos. 

 “Si no enseñamos ni aprendemos, no podemos estar despiertos ni estar vivos. Aprender no es solamente algo semejante a la salud, sino que es la salud misma”. Vistas las cosas en esta perspectiva, nuestro problema de educación es un problema de salud pública. Solo hay que mirar alrededor para hallarse sumido en un océano de mediocridad en cuya superficie se contamina el espíritu de los tiempos. Mundo rarificado por el predominio de las imágenes; imágenes vacías que construyen el enorme abismo entre la necesidad de ser y la imposibilidad de lograrlo. Vivir la vida por pedacitos, puede ser “una aventura decisiva”, pero en todo caso no supera la restricción del vivir sin esperanzas. Para que los objetivos de la educación cambien es preciso que cambie la interpretación de la realidad social de la juventud que marcha a paso lento porque no es necesario ir un tanto más rápido. Salvo unos pocos, los jóvenes de hoy, carecen de proyecciones legítimas. Asumen la vida sin entusiasmo. Van porque ir es la moda pero desconocen su destino. Y la incertidumbre de sus vidas es solo confusión que aturde y socava sus verdaderas capacidades, sus talentos. La educación por su parte no resuelve ninguno de sus problemas inmediatos, como son el amor y la seguridad familiar. “Si el propósito de la educación es conseguir que la sociedad cambie, es importante no empujarla ni tirar de ella, sino simplemente caminar a su lado”.

5. Si la vida es lo que hacemos y lo que hacemos está mal, la vida entonces es un fraude

El estilo cognitivo del siglo es vive ahora, el presente es lo que importa. El mañana pasó ayer y por tanto es estúpido planearlo. 

“Si la vida es sexo, drogas, rechazo, búsqueda del que busca, la vida cobra sentido en la medida en que pierde inspiración”. Esa declaración se la escuché decir a un muchacho que pretendía entender el mundo huyendo de él. Estaba en una institución donde recibía tratamiento por su dependencia a las drogas, al alcoholismo y no sé a cuántos vicios más. Pero esa “búsqueda del que busca” se orienta por mal camino. No son las drogas, ni el sexo, ni lo que rodee a los jóvenes de hoy: los amigos y los enemigos, la guerra y la paz: es la falta de afecto, la crisis de la educación no es de la educación, es una crisis de amor. La crisis del siglo no es una crisis política, es una crisis de amor. La guerra es la demostración fehaciente de que no hay paz interior y mientras esto no ocurra alguien matará a alguien que quería matar a otro para encontrarse a si mismo en medio de la incertidumbre de la soledad. 

Así las cosas, no es necesario buscar responsables en la escuela, ni en la universidad, ni en las oficinas donde se pule con total armonía el odio a los semejantes, es preciso buscarlo en el corazón de cada cual, es atribuirle a la imaginación la posibilidad de hallar una respuesta al conflicto del planeta. Es abrumador encontrarnos con que una gran parte de la población trabaja para enriquecer los  abdómenes prominentes de quienes se preocupan por envilecer el trabajo de los muertos de hambre. Hay que ver con cuanta profusión aumenta el desempleo. Hay que mirar de frente la curva que indica la magnitud del hecho entre los que delinquen para sobrevivir. Y los que se educan para delinquir… 

Consulta anticorrupción

Consulta anticorrupción