Programas de intervención del maltrato infantil implementados en américa latina, un estado del arte entre 2013-2020
Tatiana Correa Cano & Diana Marcela Bedoya Gallego
__________________________________Corporación Universitaria Minuto de Dios / Colombia
Referencia Recomendada: Correa, T., & Bedoya, D. (2020). Programas de intervención del maltrato infantil implementados en América Latina, un Estado del Arte entre 2013-2020. Revista de Psicología GEPU, 11 (1), 159-177.
Resumen: El presente trabajo tuvo por objetivo presentar un Estado del Arte acerca de los programas de prevención e intervención del maltrato infantil implementados en países de América Latina cuyos reportes hayan sido publicados en el período 2013-2020. Siguiendo los lineamientos de investigación documental para la realización de Estados del Arte, fueron incluidos 10 estudios en los que se presentó información de 14 programas que se han llevado a cabo en Argentina, Colombia, Chile, México y Puerto Rico. Los hallazgos revelan que la intervención se dirige principalmente a niños en primera infancia y sus cuidadores primarios; así mismo, se encontró que el maltrato físico tiene el mayor foco de atención, propendiendo por el desarrollo de destrezas de crianza positiva. Es preciso fortalecer la evidencia científica que respalda las intervenciones dirigidas a mitigar uno de los problemas de salud pública que más afecta a esta región del continente.
Palabras clave: maltrato infantil, programas de intervención, América Latina, Estado del Arte.
Abstract: The objective of this work is to present a State of the Art on child abuse prevention and intervention programs implemented in Latin American countries whose reports have been published in the period 2013-2020. Following the guidelines of documentary research for the realization of States of Art, 10 studies were included in which information was presented from 14 programs that have been carried out in Argentina, Colombia, Chile, Mexico and Puerto Rico. The findings reveal that the intervention is aimed primarily at early childhood children and their primary caregivers; Likewise, it was found that physical abuse has the highest focus of attention, tending towards the development of positive parenting skills. It is necessary to strengthen the scientific evidence that supports interventions aimed at mitigating one of the public health problems that most affects this region of the continent.
Keywords: Child abuse, intervention programs, Latin America, State of the Art.
Recibido: 02 de Junio de 2019 / Aprobado: 30 de Junio de 2020
Tatiana Correa Cano. Psicóloga. Facultad de Ciencias Humanas y Sociales. Corporación Universitaria Minuto de Dios – UNIMINUTO. Correo electrónico: dcorreacan1@uniminuto.edu.co ORCID: https://orcid.org/0000-0003-2998-9206 / Diana Marcela Bedoya Gallego. Docente investigadora del Programa de Psicología de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales. Corporación Universitaria Minuto de Dios – UNIMINUTO. Correo electrónico: dbedoyagall@uniminuto.edu.co
Introducción
El maltrato infantil es una manifestación de la violencia interpersonal, que ha estado presente en la constitución de los sujetos y de las familias, de modo tal que la violencia hacia los niños ha existido desde siempre, apoyada en ideologías religiosas, políticas, sociales o en las creencias que tienen los padres respecto a la forma de disciplinar a los hijos (Fontana, 1979; Santana-Tavira, Sánchez-Ahedo, & Herrera-Basto, 1998; OMS, 2014; como se citó en Tovar, Almeraya, Guajardo, & Borja, 2016), convirtiéndose en un fenómeno que permea las diferentes esferas sociales, y representa “un problema de salud pública que pone en riesgo la niñez” (Santamaría & Tapia, 2018, p. 27), a tal punto de afectar de manera significativa a todos los países, principalmente a aquellos en vía de desarrollo, en donde los factores socioculturales y psicológicos influyen en las familias, independientemente de su nivel económico, social y educativo (Acosta, Lapeira, & González, 2014; Iglesias & Álvarez, 2013).
En la asamblea mundial de la salud N° 69 llevada a cabo en Ginebra (OMS, 2016), se expone que son pocos los países que dicen tener datos demográficos sobre el maltrato infantil, pese a que éste va en crecimiento. El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia —UNICEF— en uno de sus informes reportó que cada cinco minutos un niño muere a causa de la violencia; el 60% de los niños a nivel mundial entre los 2 y 14 años son maltratados físicamente por sus cuidadores y más de la mitad de los niños y adolescentes en 58 países son corregidos violentamente tanto en casa como en la escuela (Miranda, Cortés, & Vera, 2017).
El Informe anual de UNICEF (2011) respecto a los resultados de un estudio sobre los conocimientos, actitudes y prácticas de crianza en América Latina, revela que “el castigo corporal también se asocia con percepciones negativas; por ejemplo, pensar que la conducta del niño suele ser irritante, o considerar que el niño exige más atención de la debida” (p. 28). Además, se sostiene que, “cada año, en América Latina y el Caribe, se presentan 25.000 homicidios de niños y adolescentes, y que dos de cada tres niños menores de 15 años experimentan disciplina violenta en su hogar” (Santamaria & Tapias, 2018, p. 15).
Para el caso de Colombia, los niveles de maltrato infantil son altos, Karen Abudinen Abuchaibe, (Instituto Colombiano de Bienestar Familiar —ICBF—, 2018), informa que en ICBF cada día se atienden:
(…) 66 casos de violencia contra niños, niñas y adolescentes, que van desde el maltrato verbal y psicológico, pasando por la negligencia de los padres o cuidadores, hasta sus peores formas como el abuso sexual, la explotación sexual comercial y la trata de personas. (párr.1).
Una búsqueda de explicaciones acerca de este fenómeno permite reconocer que se trata de una práctica arraigada en la cultura y que ha dependido de la representación que se ha tenido de infancia (Moreno, 2016); una representación adulto-céntrica que ha limitado el reconocimiento del niño como un sujeto derechos (Miranda et al., 2017). Estas afirmaciones revelan que el MI es un problema que se presenta principalmente en los contextos de vinculación más próximos del niño, con efectos negativos en su desarrollo cognitivo, emocional y social, por lo que su abordaje requiere de una perspectiva multidisciplinar (Condori, 2015; Liébana, Deu del Olmo, & Real, 2015; Morelato, Giménez, Vitaliti, Casari, Soria, & Georgina, 2015) y multidimensional, considerando que se trata de un problema que “involucra tanto al sujeto maltratador como al niño victimizado, el contexto familiar donde se produce y el medio sociocultural en el cual se encuentra insertado la familia” (Martínez, 2016, p.276).
Ahora bien, se cuenta con leyes nacionales e internacionales que amparan la infancia y sancionan los actos de violencia dirigidos a menores de edad (Congreso de la República de Colombia, 2006; Convención Americana sobre los Derechos Humanos, 1969), no obstante, pese a estas regulaciones, el maltrato infantil continúa persistente y sus reportes siguen aumentando en todas las clases sociales. Es por lo expuesto, que el presente trabajo se basa en la identificación y análisis de programas de prevención e intervención del maltrato infantil implementados en países de América Latina cuyos reportes hayan sido publicados en el período 2013-2020, esto mediante una lectura crítica que permitió identificar los factores contemplados por cada uno de los programas con el fin de conocer la forma cómo estos están siendo pensados en relación a la intervención del maltrato infantil; además, la información obtenida a través del presente Estado del Arte contribuirá en el hallazgo de posibles vacíos en el abordaje de dicha problemática, abriendo camino a nuevas líneas de investigación y formas de intervención del maltrato infantil en América Latina teniendo en cuenta los aspectos propios de cada contexto.
Metodología
Según el ámbito de intervención
La mayoría de los programas se orientan a la intervención familiar, es decir, en función de las necesidades —en relación con el maltrato infantil—, que se puedan identificar en un grupo conformado por diversas familias, o a necesidades puntuales de un núcleo familiar.
Así, los programas PEFAD, CCC, SFP, PISOTÓN, PPEMAS, y FC especifican su intervención al ámbito familiar únicamente.
Enlazado a lo anterior, fue posible hallar que algunos programas que también refieren su intervención al ámbito familiar lo llevan a cabo en un contexto comunitario, siendo el caso de los programas HC, FAMI, y CF.
Adicionalmente, los programas IYP y UPEFE atienden el maltrato infantil dentro de un ámbito familiar-comunitario-escolar, ubicándolo como un fenómeno multicausal y multisectorial, que involucra a la familia y otros escenarios.
Respecto al ámbito comunitario y el escolar, el programa CPP actúa específicamente con relación al primero, en tanto, STC y PE se ubican en el segundo de ellos, es decir, en el ámbito escolar únicamente.
Por último, se destacan dos elementos importantes, en primer lugar, el programa FAMI pese a orientarse al ámbito familiar, concentra su intervención en madres comunitarias, favoreciendo con ello un puente entre la comunidad y la familia (Otálvaro et al., 2016); en segundo lugar, el programa FC es el único en especificar que lleva a cabo visitas domiciliarias como parte del proceso de intervención (Sánchez- Cesáreo et al., 2018).
Según la modalidad de intervención
Se identifica que el trabajo grupal es la modalidad principal de intervención. Así de los catorce programas hallados, trece intervienen de manera grupal y sólo uno de ellos no refiere información al respecto (Contreras & Muñoz, 2017).
Los programas CCC, CF, SFP y PISOTÓN llevan a cabo sus intervenciones de forma grupal únicamente con la familia. Sin embargo, los programas HCB y FAMI entrelazan el trabajo grupal con la familia en el contexto comunitario, es decir, direccionan las intervenciones entre varias familias de una comunidad.
En tanto, el programa FC es el único en referir un trabajo con la familia tanto grupal como individual, además de realizar visitas domiciliarias en función de identificar y atender las diferentes necesidades de las familias.
Por último, siete de los programas que refieren el trabajo grupal como su modalidad de intervención, no presentan información respecto a si las intervenciones se llevan a cabo con los integrantes de una familia en particular o con múltiples familias también partícipes de una misma intervención (ver figura 2). (Ver figura 2 en el PDF)
Según el nivel de intervención
Los planes de intervención propuestos por los programas tienen como finalidad atender el fenómeno a partir de los diferentes grados en los que éste se encuentre, de manera que pueden tener uno o varios niveles de intervención.
Se logró identificar que la promoción de prácticas de crianza adecuadas es abordada por algunos programas en combinación con la prevención primaria, como es el caso de PEFADI; asimismo, el programa CF hace uso de la promoción y la prevención secundaria. Es importante destacar que en ninguno de los programas hallados se hace alusión a la promoción de prácticas de crianza positivas como el único foco de interés al cual dirigir sus intervenciones.
Respecto a la prevención primaria, los programas UPEFE, STC y PE la refieren como el nivel de intervención en el cual se centran de forma directa, en tanto, el programa CCC se ubica en un nivel de prevención primario y secundario.
La prevención secundaria es la más utilizada por los programas hallados, siendo FAMI, CPP, IYP, y FC los que actúan desde este nivel de intervención. Para el caso de los programas PISOTÓN y SFP estos actúan con base a la prevención secundaria en combinación con la prevención terciaria.
Finalmente, solo el Programa PEMAS actúa en un nivel de prevención terciaria, puesto que, su énfasis está destinado a la rehabilitación del menor y su núcleo familiar.
Según la fundamentación teórico-práctica.
Se identificó en los programas hallados una fundamentación teórica y una práctica, la primera de ellas orienta la lectura que se hace del maltrato infantil; la segunda guía el proceder de las intervenciones.
Respecto al componente teórico, los programas STC, CF, CPP, IYP, y PE, se orientan a partir de las teorías del modelo cognitivo-conductual, siendo este el referente teórico más utilizado.
Contrario a lo anterior, la fundamentación teórica de los siguientes programas es variada, así, UPEFE posee un enfoque ecológico-sistémico, FAMI se guía por un enfoque constructivista, el PISOTÓN se caracteriza por su orientación psicodinámica, y PPEMAS actúa desde una perspectiva sistémica y holística.
Por último, se aclara que cinco programas no especifican la teoría, orientación o enfoque de sus intervenciones (ver figuro 3). (Ver figura 3 en el PDF)
Respecto a la fundamentación práctica, la mayoría de los programas (once de ellos) hacen uso del desarrollo de competencias y destrezas de crianza. En tanto, solo tres programas hacen énfasis en aspectos diferentes al mencionado anteriormente, de modo que, PPEMAS prioriza el trabajo multidisciplinario para llevar a cabo sus intervenciones, por otro lado, PISOTÓN posee un componente psicoafectivo, y STC implementa el desarrollo de conductas de autoprotección en estudiantes de básica primaria y secundaria (ver figura 4). (Ver figura 4 en el PDF)
Discusión
Según los resultados obtenidos a través de la revisión de literatura sobre programas de intervención del maltrato infantil implementados en América Latina, los países de los cuales se logró obtener más información al respecto fueron Colombia y Puerto Rico, cuya información data entre los años 2015- 2018, sin presentar datos al respecto para el primer trimestre del 2020.
La mayoría de los programas dirigen su intervención a los cuidadores primarios en conjunto con los niños. Respecto a esta población, la primera infancia y la niñez temprana son las más atendidas, siendo los adolescentes los menos considerados en los programas.
Por otra parte, el maltrato físico tiene el mayor foco de atención, mientras que la negligencia es el tipo de maltrato menos abordado, incluso es percibido como un elemento dentro del maltrato infantil difícil de clasificar. En cuanto al ámbito de intervención prevalente, se encuentra el contexto familiar, sin embargo, se halla escasa referencia a la modalidad de visitas domiciliarias como estrategia de intervención y seguimiento al proceso.
Respecto a la modalidad principal del tratamiento implementada por los programas, la más utilizada es la grupal, mientras que la individual es la menos referida. En relación con el nivel de intervención, la prevención secundaria es la que hace figura, mientras que la promoción, además de ser la menos abordada, es implementada en combinación con otros niveles de intervención.
Mencionando la fundamentación práctica, la más resaltada es el desarrollo de destrezas de crianza, basadas en el modelo cognitivo-conductual, principalmente en la teoría del aprendizaje social, sin embargo, la mayoría de los programas no especifican la teoría, orientación o enfoque en el que basan sus intervenciones.
Se hace relevante resaltar ciertos aspectos, en primer lugar, el panorama que refleja la limitada publicación sobre programas de intervención del maltrato infantil no es reciente, puesto que, al indagar sobre estudios referentes al tema se hallan pocos resultados, tal es el caso del estudio realizado en México sobre la evaluación de estrategias de intervención para la prevención primaria del maltrato infantil, refiriendo información solamente de cinco artículos, los cuales fueron tres meta análisis y dos artículos de revisión (Gómez-Puente & Gómez-Jiménez, 2008), dejando ver cómo, en relación al presente estado del arte, hay una limitación en cuanto la posibilidad de acceso a la información sobre programas de intervención del maltrato infantil implementados en América Latina, dado que la información aquí presentada se obtuvo de diez artículos, los cuales fueron los únicos en cumplir con los criterios de inclusión.
En segundo lugar, la población adolescente es la menos atendida por los programas, se presume que la población infantil que se encuentra entre la primera infancia y la niñez temprana es la que más atención demanda, no obstante el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses respecto a la violencia contra niños, niñas y adolescentes, expone que para el 2017 “(…) el mayor número de afectados fueron los menores comprendidos en edades de los 10 a 14 años, con grado de escolaridad básica primaria” (p. 173). Para el caso de Colombia, las cifras de violencia intrafamiliar presentadas por el informe preliminar de lesiones no fatales de causa externa del primer trimestre del 2019 evidencia que los índices de violencia contra menores de edad entre los 10 y los 14 años es de 825 casos en lo corrido del año, mientras, los adolescentes entre los 15 y 17 años datan con un índice de 575 casos para este mismo periodo (Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, 2019), dejando ver cómo las cifras de violencia dirigidas a la población adolescente no son despreciables.
En tercer lugar, la negligencia como un aspecto cuya identificación y atención se hace compleja, puesto que solo un programa la refiere, sin embargo, pareciera que no se le otorga mayor relevancia a diferencia de otros tipos de maltrato. Bérubé, Lafantaisie, Clément, Coutu, Dubeau, Caron y Lacharité (2017) sostienen que una de las razones que pueden responder al porqué la negligencia es poco atendida es la dificultad para lograr un consenso tanto en su definición como en su medida, lo que a su vez repercute en la comprensión del fenómeno y la identificación de las familias que presentan este problema.
En cuarto lugar, la mayor parte de los estudios hallados se caracterizan por hacer referencia a Programas de Entrenamiento para Padres (PEP), pues éstos “(…) suelen estar basados en los principios básicos del aprendizaje social y las técnicas de modificación de conducta, y están dirigidos a padres de niños de muy diversas edades, abordando los programas en formato individual, grupal y on-line” (Lozano-Rodríguez & Valero-Aguayo, 2017, p. 86). Si bien, el enfoque ecológico- sistémico solo es referido por uno de los programas hallados, se logra pesquisar en los programas un interés por considerar ciertos factores tanto internos como externos que intervienen en la manifestación del maltrato infantil como un fenómeno multicausal, cuya intervención requiere considerar “(…) interacción de los tres elementos básicos: individuo, sociedad y ambiente” (Godenzi & Cols como se citaron en Gómez-Puente & Gómez-Jiménez, 2008, p. 281).
En este sentido, los programas de intervención que refieren actuar desde el ámbito familiar en conjunto con el comunitario y el educativo se encuentran más cercanos a desarrollar una propuesta que responda de manera más adecuada al fenómeno, ya que se hace necesario contemplar “(…) las diferentes áreas de oportunidad para implementar estrategias de prevención a nivel microsocial (individuos, parejas y familias), mesosocial (instituciones y comunidades) y macrosocial (sociedad)” (Gómez-Puente & Gómez-Jiménez, 2008, p. 281).
Una característica importante de los PEP es que éstos se apoyan en la enseñanza de habilidades para los padres o cuidadores primarios, procurando por mejorar la relación de éstos con sus hijos, “(…) con el objetivo de prevenir problemas de abuso físico o psicológico” (Lozano-Rodríguez & Valero-Aguayo, 2017, p.87); dicho aspecto ha sido clave para los programas implementados en América Latina los cuales a pesar de atender diversas formas de maltrato infantil se han centrado en la intervención del maltrato físico. Mikton y Butchhart (como se citaron en Pisani & Martins, 2016) afirman:
“Los programas educativos para padres pueden prevenir eficazmente el maltrato infantil, el abuso y la negligencia aumentando el conocimiento de los padres sobre el desarrollo infantil, mejorando las habilidades de crianza de los hijos y fomentando estrategias positivas de manejo infantil” (p. 2).
Otra característica de los PEP es que éstos suelen ofrecer visitas domiciliarias (VD) por parte de trabajadores sociales (Lozano- Rodríguez & Valero- Aguayo, 2017), sin embargo, los estudios hallados solo refieren un programa que implementa visitas domiciliarias con diversos fines. Kotliarenco, Gómez, Muñoz y Aracena (2010) afirman que las VD fueron diseñadas con el objetivo de prevenir el maltrato infantil y la negligencia, pero su uso se ha extendido a la promoción de múltiples temáticas en función de la familia y el desarrollo infantil; además se ha comprobado la efectividad de los programas de VD que han influido de forma positiva en la parentalidad y la mejoría del entorno familiar.
Pese a que los hallazgos han demostrado que la mayoría de los programas tienen características de un PEP, las visitas domiciliarias no son usualmente utilizadas dada la alta inversión económica para ser llevadas a cabo, con lo cual se devela que los programas de intervención que han sido implementados en América Latina y que en su mayoría han sido adaptados de países norteamericanos cuyas condiciones sociales, culturales, económicas y políticas son diferentes a las latinoamericanas, presumen un alto costo para su implementación en países en vía de desarrollo, además carecen de comprobación empírica respecto a su eficacia en relación a los factores propios de cada cultura, tal cual lo expresa un estudio realizado en Chile “los programas de VD temprana norteamericanos implican un costo elevado para la realidad socioeconómica chilena” (Kotliarenco, et al., 2010, p. 189).
Un elemento importante respecto a lo anterior, es que tanto las visitas domiciliarias como la intervención individual son características de países desarrollados, los cuales invierten de manera generosa en programas con una visión integral del fenómeno, y que además priorizan el bienestar de los menores de edad dentro de su presupuesto gubernamental, esto podría dar cuenta del porqué en países latinos se privilegia el trabajo grupal y se descartan las visitas domiciliarias, pues la inversión económica para llevar a cabo y sostener en el tiempo estas intervenciones de carácter individual, con seguimiento y con un proceso de larga duración es muy alta.
En suma de lo expresado en apartados anteriores, se halla que los programas en su mayoría poseen un carácter psicoeducativo actuando con base en un nivel de prevención secundaria, principalmente, seguida de la prevención primaria, sin embargo, la promoción es escasa al igual que la prevención terciaria y la cuaternaria, lo cual indica que la intervención se lleva a cabo cuando hay un riesgo intermedio de que el fenómeno se presente, atendiendo en menor medida a la generación y potencialización de prácticas positivas de crianza. Para el caso en el cual ya hay una manifestación de maltrato infantil, la atención que se le suministra es poca según la información encontrada.
Por último, cabe señalar que una de las limitaciones del presente estado del arte, tiene que ver con el idioma y la temporalidad utilizadas para la búsqueda y selección de la información, ya que los reportes de investigación empleados fueron publicados en castellano entre el 2013 y el 2018, lo cual puede incidir en que la información encontrada haya sido solamente de cinco países de Latinoamérica, dejando un vacío en la información respecto a la evaluación de programas de intervención de maltrato infantil implementados en otros países y cuya publicación haya sido en otros idiomas. Sin embargo, una revisión sistemática sobre programas de intervención del maltrato infantil con una perspectiva de apego y validados empíricamente, publicados entre los años 2014-2018 permitió identificar que de los 23 programas incluidos en la revisión solo uno fue implementado y evaluado en Chile. Por otro lado, el hecho que la mayoría de los programas no tengan una especificidad sobre su marco teórico de referencia dificulta hacer una lectura sobre la intervención que se lleva a cabo del fenómeno.
Ante lo señalado, es conveniente ahondar en la investigación sobre la atención del maltrato infantil en América Latina y principalmente en la evaluación de los programas que se implementan para atender el fenómeno, además de indagar sobre los lineamientos que se establecen para el diseño de programas de intervención dirigidos a la protección de los menores de edad ya que (…) “identificar los factores que anteceden, mantienen o favorecen efectos positivos o negativos en las relaciones padres-niños es fundamental para el desarrollo de programas preventivos y de intervención” (Degnan, Almas, & Fox, 2010, como se citó en Solís-Cámara, Medina & Díaz, 2014, p. 76), principalmente en países en vía de desarrollo permeados por diversas situaciones de violencia externa que influyen en las familias y por ende en la crianza de los hijos, puesto que esta requiere contemplar aspectos tales como la convivencia, el tipo de vínculo afectivo desarrollado entre padres e hijos, las creencias y experiencias personales, entre otras. De esta manera, se hace necesario como lo afirman “que los padres desarrollen las competencias requeridas para asumir los desafíos, [creen] formas de aprendizaje y formas de resolver los conflictos que se presenten en el trayecto vital familiar” (Suárez, Mogollón, Gonzalez, & Oropeza, 2018, p. 52) con el fin de llevar a cabo una crianza positiva, libre de malos tratos y más acorde a las necesidades de los niños(as) y adolescentes.
Se hace pertinente además, resaltar la importancia de que los programas de intervención que se han implementado en países latinos incluyan dentro de la descripción de su intervención la fundamentación teórica que abordan, ya que, el conocer los referentes teóricos utilizados por estos programas permitirá hacer una lectura más concienzuda del fenómeno desde su intervención y de los aspectos socioculturales que le antecede e influyen tanto en la emergencia y sostenimiento del maltrato infantil, como en la adaptación del referente teórico según las necesidades del contexto.
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